Como personas normales

Ciencia infusa

«Existe la curiosa idea entre los hombres profanos de que en los escritos científicos hay un estrato común de perfeccionismo. Nada está más lejos de la verdad. Los informes de los biólogos son una dimensión, no de la ciencia, sino de los hombres. Existen tan pocos científicos gigantes como de cualquier otra clase. En algunos informes, es imposible relacionar las descripciones de animales vivos, a causa de la ineptitud de su lenguaje, y en otros, los lugares de recolección aparecen tan mezclados o ignorados, que las especies mencionadas no pueden ser halladas. El mismo condicionante se introduce en la especificación como en cualquier otra clase de observación, y las mismas faltas de negligencia que se encuentran en los informes científicos, se hallan en el banco de testigos de un tribunal criminal. A veces, parece que los hombres, en un trabajo científico, asuman el temor de un sacerdocio para ocultar sus defectos, como hace el médico-brujo con sus orgullosas máscaras y trípodes de barro, como tienen los sacerdotes de todos los cultos con lenguajes y símbolos, secretos y extraños. Normalmente, sólo los hombrecillos obstinados se oponen a lo que se llama «popularización», por la que ellos entienden escribir con claridad comprensible a alguien que no esté familiarizado con las claves y ritos del culto. No hemos conocido ni a un solo gran científico que no pueda disertar con desenvoltura con un niño. ¿Significa esto, tal vez, que los que aborrecen la claridad no tienen nada que decir, no han observado nada, no poseen una idea clara ni tan siquiera de sus propias actividades? Un hombre estúpido es estúpido sea cual sea su profesión, y naturalmente un científico inepto tiene derecho a protegerse con togas y plumajes, emblemas y grados, como hacen otros hombres obtusos, que son potentados y dictadores imperialistas de logias de hombres estúpidos.»

John Steinbeck, Por el Mar de Cortés, 1951.

El mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar”.

George Bernard Shaw.

Foto: Nathan Anderson / Unsplash

El enigma de por qué los científicos no hablan como las personas normales preocupaba a Katherine Wu, de la Universidad de Harvard, y dio título al artículo que publicó en el blog de Scientific American en mayo de 2017. Comenta que, mientras los científicos se preparan, terminan su carrera, terminan el doctorado y planifican y dirigen proyectos de investigación, comienzan a distinguir entre científicos y público en general. Antes de empezar su proceso de aprendizaje, ellos también eran público y, ahora, ya no lo son, son científicos. Y en ese momento queda comprometida su capacidad para comunicar ciencia con eficacia a los ciudadanos.

Sabe comunicarse con otros científicos, pero no con el público en general que, ya he dicho, son otro grupo, si se quiere no son de “los nuestros”. Son entidades separadas, incluso excluyentes. Ambos grupo se sienten culturalmente incomprensibles, incluso, para muchos, son inaccesibles. Es más, los científicos se sienten, muchos de ellos, en un pedestal, lejos, por encima y separados del público. Un buen entrenamiento e impartir docencia, dar clase subido a la tarima.

Hay diferencias e incomunicación entre ambos grupos, a pesar de que deseos y objetivos son, en último término, los mismos: curiosidad, interés, deseo de aprender, experimentar,…

Sin embargo, estamos en un tiempo en que recuperar el contacto entre la ciencia y la ciudadanía es urgente. La política dirige la ciencia, la financia y marca sus objetivos. Además, muchos asuntos relacionados directamente con los conocimientos científicos los deciden los ciudadanos y, es evidente, para ello deben conocer la ciencia, sus métodos y sus resultados. Siempre se acusa a los ciudadanos de que no tienen suficientes conocimientos científicos para entender lo que la ciencia es y significa. Ya lo discutiremos más adelante. Pero, también, es a los científicos a los que corresponde comunicar lo que hacen y consiguen, y llegar al ciudadano.

Para conseguir esta comunicación eficaz, Sara Brownell y sus colegas, de la Universidad de Stanford, han desarrollado un curso sobre neuroinmunología que incluye la práctica para los alumnos de leer artículos científicos originales como base indispensable para la comunicación de ciencia. Después, deben comunicar la investigación que se explica en el artículo al público en general.

Como destacan Tania Bubela y su equipo, de la Universidad Simon Fraser, de Canadá, los artículos científicos no llegan con facilidad al público. Por ejemplo, los resultados son casi siempre cuantitativos mientras que los textos en los medios son cualitativos y diseñados para llegar y atraer al lector. Además, los artículos científicos están dirigidos a una audiencia muy concreta de especialistas mientras que en los medios se intenta llegar a una audiencia lo más amplia posible. Como resultado final, el texto en los medios se suele basar en las anécdotas que cuenta el científico al periodista o en historias concretas de perjudicados o beneficiados por la investigación de que se trate. En fin, primero hay que entender el artículo original, aunque casi siempre los medios se basan en notas de prensa simplificadas, y deben saber cómo hacer para llevarlo al público general.

El grupo de Sara Brownell utiliza las reglas del New York Times para el diseño de un artículo periodístico y las aplica a sus alumnos para conseguir una comunicación eficaz. Las reglas son empezar el texto con una breve introducción del tema, centrarse en los hallazgos importantes y limitar otras informaciones, controlar el argot y explicar cada término que se tenga a utilizar, destacar el significado e importancia de los hallazgos, y escribir el texto con orden y desarrollo lógicos.

Los resultados finales explican, después de escribir los textos con las reglas del New York Times, que los alumnos confían en la comunicación de ciencia al público en general. La comunicación no es poco eficaz por la carencia de conocimientos del público o porque la ciencia sea complicada de explicar. Es, más bien, porque los científicos deben aprender a comunicar, y se puede conseguir con cursos como el de Sara Brownell.

Un estudio similar, sobre contenidos geológicos y resultados parecidos e interesantes, es el firmado por Núria Iglesias y su grupo, de la Universidad Complutense, sobre un proyecto que tiene el objetivo concreto y específico de geodivulgar.

Imagen de Gerd Altmann / Pixabay

Desde Australia, desde la Universidad de Queensland, Lucy Mercer-Hapstone y Louise Kuchel concretan y amplían la propuesta de Sara Brownell. Revisan publicaciones anteriores y entrevistan a expertos para encontrar las acciones esenciales que ayuden a una comunicación eficaz de la ciencia. Enumeran doce competencias que doy a continuación:

1.- Identificar y conocer la audiencia.

2.- Usar el lenguaje apropiado para la audiencia. Como aconseja David Oppenheimer, de la Universidad de Princeton, si se tienen dos palabras a elegir con el mismo o similar significado, elegir siempre la más corta.

3.- Identificar con precisión el objetivo que se quiere comunicar.

4.- Tener en consideración el nivel de conocimientos de la audiencia.

5.- Separar lo esencial de lo no esencial siempre teniendo en cuenta la audiencia y sin perder el rigor.

6.- Usar un formato y una plataforma adecuadas para la audiencia.

7.- Considerar el contexto social, político y cultural de la información científica que se quiere comunicar.

8.- Considerar y utilizar elementos de estilo apropiados: humor, anécdotas, relatos, citas, metáforas, imágenes, lenguaje corporal, contacto visual, diagramas, gráficas,…

9.- Conocer las teorías que apoyan los adelantos de la ciencia.

10.- Promover el compromiso del público con la ciencia.

11.- Usar herramientas narrativas y de contar historias para ayudar a llegar a la audiencia.

12.- Animar al debate con la audiencia.

A pesar de lo anterior, Katherine Wu propone reevaluar la comunicación entre científicos y ciudadanos. Y plantea tres puntos clave de esa comunicación que debemos olvidar y, a menudo, utilizamos como excusa para evitar comunicar con eficacia o, simplemente, no comunicar.

El primer concepto a olvidar es suponer que no se nos entiende porque el público no tiene suficientes conocimientos de ciencia. Cierto, pero solo hasta cierto punto y ya lo hemos visto con los estudios de Sara Brownell. Los científicos, de su tema, saben mucho y, además, utilizan su propia jerga. Pero, para llegar al público, dependen de cómo presentan sus conocimientos. En general, el científico está preparado para hablar con científicos pero la ciencia, para el público, no es un tema normal de conversación. Para conseguir que lo sea y llegar a los ciudadanos, los científicos, como dice Katherine Wu, deben hablar como” personas normales”.

Ayuda a ello que los científicos reciban con interés las perspectivas e intereses de los ciudadanos. No se les puede, ni debe, rechazar a priori como temas poco interesantes e, incluso, erróneos. Los científicos tienen como tema de investigación, si pueden, lo que les interesa pero si se quiere llegar a los ciudadanos hay que conseguir que ese tema les interese. Es una opción que el científico debe tomar con responsabilidad. Bajemos de la tarima y charlemos con el público para ponernos al día.

La segunda desilusión que nos propone Katherine Wu es la suposición de que la ciencia tiene alguna finalidad concreta, es decir, que la investigación tiene un final contundente para resolver definitivamente una cuestión concreta. Vamos, el objetivo definitivo de personajes como C. Augustus Dupin o Sherlock Holmes. Un científico debe huir de la sensación de sentirse un experto capaz de resolver definitivamente los problemas de su campo. Siempre queda algo, o mucho, por hacer. Si fuéramos capaces de hacerlo, por lo menos en algún caso, y con los científicos tan extraordinarios que nos han precedido, esos hombros de gigante en los que nos aupamos, ya no quedaría nada por hacer. Desalentador y, siempre, humildad, mucha humildad.

Para el público, la ciencia desilusiona porque casi siempre o, mejor, nunca, da una respuesta clara y definitiva a un problema. Los datos requieren más estudio, faltan nuevos experimentos, las conclusiones exigen prudencia y, además, plantean nuevas incógnitas e hipótesis de trabajo. Por todo ello, la ciencia comunica mal pues el público demanda dogmas más que nuevos conocimientos. Y, por si fuera poco, la ciencia así expuesta da para llamativos titulares en los medios.

Para ayudar a la comprensión del público sobre el inacabable proceso de la ciencia, hay que explicar con detalle el método científico. Con su utilización eficaz, la ciencia produce suave y continuamente conocimientos y los golpes de efecto, los grandes titulares no le convienen. Como público, desconfíen de las soluciones estupendas. Como científicos, comuniquen avances, nunca metas definitivas, y planteen, siempre, cómo seguir adelante.

En tercer lugar, Katherine Wu propone que debemos olvidar que la comunicación efectiva entre científicos y público es inevitable y, antes o después, con más o menos trabajo, se conseguirá. Los científicos, por su preparación, piensan que, cuando la investigación en que están ha terminado y es publicada, ya llegará, sin más, la comunicación con el público. Pero, como nos recuerda Katherine Wu y escribió George Bernard Shaw, “el mayor problema de la comunicación es la ilusión de que ha tenido lugar”. Si queremos comunicación, hay que informar a los interesados, sean público en general o gestores políticos en particular, y aceptar que no siempre funcionará.

Propuestas como la del curso de Sara Brownell crean el entorno adecuado para la comunicación entre científicos y público. No se conseguirá, como indica Katherine Wu, una comunicación perfecta y completa pero, es seguro, mejorará. Acercar a los alumnos de ciencia al mundo exterior y evitar la muchas veces denostada “torre de marfil”. Integrar a los científicos en su entorno social y, quizá, se consiga que la rutina del científico, incluya la comunicación activa de la ciencia y lleve su trabajo a la mayor diversidad posible de audiencias.

Lo mínimo es que el científico aparezca y converse con quien sea necesario y esté interesado. Y una conversación es, según el Diccionario de la Lengua, “acción y efecto de hablar familiarmente”. Es evidente que, para conseguirlo, hay que salir de la torre de marfil y bajar de la tarima.

Para terminar, Tim Radford, editor de ciencia en The Guardian, tituló un texto publicado hace unos años con un contundente “Of course scientists can communicate”. Que un profesional de los medios lo afirme con tanta convicción anima a seguir. Radford dice que los científicos tienen todo lo necesario para conseguirlo: entusiasmo por lo que hacen, son buenos en la exposición clara y directa de su historia, están entrenados en observar los resultados de su trabajo, y, es obvio, saben de lo que comunican. Por tanto, ánimo y un paso adelante: escribir, comunicar, divulgar es, también, labor de los científicos.

Referencias:

Brownell, S.E. et al. 2013. A writing-intensive course improves biology undergraduates’ perception and confidence of their abilities t oread scientific literatura and communicate science. Advances in Physiology Education 37: 70-79.

Brownell, S.E. et al. 2013. Science communication to the general public: Why we need to teach undergraduate and graduate students this skill as a part of their formal scientific training. Journal of Undergraduiate Neuroscience Education 12: E6-E10.

Bubela, T. et al. 2009. Science communication reconsidered. Nature Biotechnology 27: 514-517.

Iglesias, N. et al. 2017. Ideas y reflexiones para una divulgación científica efectiva. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural Sección Aula, Museos y Colecciones 4: 29-41.

Mercer-Hapstone, L. & L. Kuchel. Core skills for effective science communication: A teaching resource for undergradutae science education. International Journal of Science Education doi: 10.1080/21548455.2015.11135-73

Oppenheimer, D.M.. 2006. Consequences of erudite vernacular utilized irrespective of necessity: problems with using long wprds needlessly. Applied Cognitive Psychology 20: 139-156.

Radford, T. 2011. Of course scientists can communicate. Nature 469: 445.

Wu, K. 2017. Why can’t scientists talk like regular humans? Scientific American Blog Network May 24.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

4 comentarios

  • Avatar de Masgüel

    La divulgación de la ciencia entre el público general es importante y, como ejemplifica el doctor Angulo en los estupendos artículos que publica en esta página, además es un placer para quien tiene un mínimo de interés en los logros de la actividad científica. Pero voy a hacer de abogado del diablo, para defender el vocabulario especializado y la existencia misma de la torre de marfil.

    Hay grandes científicos que además son buenos divulgadores. Hay científicos mediocres que son buenos divulgadores. Pero un buen científico no tiene por qué ser un buen divulgador y a menudo no lo es. Si sus colegas le entienden, pero le cuesta un mundo traducir el vocabulario especializado (sus muchas y complejas implicaciones) a un lenguaje que pueda entender el público general, no se le debe exigir. “Hay gente pa to” y en la comunidad científica no falta quien puede y quiere ocuparse de esa labor. Porque ese vocabulario no es un medio para excluir de la conversación al lego, sino para facilitar la comunicación entre expertos. Cada disciplina maneja términos (por arbitrario o metafórico que sea su origen) que resumen y dan precisión a la conversación entre sus miembros y a menudo implican el conocimiento de complejos laberintos argumentales y pruebas experimentales que anteceden la aceptación de una teoría o las distintas posturas de una controversia.

    En la puerta de la Academia, en Atenas, había un letrero que decía: “No entre nadie que no sepa geometría”. Parece un buen ejemplo de torre de marfil. Pero no era una manera de excluir al público que, por ejemplo, llenaba el teatro (aunque Platón lo detestaba). Las escuelas de filosofía se disputaban los alumnos. Era una advertencia para ahorrarle la incomprensión de lo que allí se trataba, sin una formación previa. Quizá un maestro con menos apego a su origen aristocrático y más olfato comercial hubiese cambiado el cartel por algo como: “Aprende geometría, ciudadano, para entender lo que aquí se discute. No es tan difícil. Y después entra, que te va a interesar”.

    Y lo digo identificándome como miembro de ese público general, que ve la torre desde fuera, pero comprendiendo que para entrar y apreciar sus tesoros por lo que valen, hay que ponerse a estudiar.

  • Avatar de Cristóbal Aguilera

    Una reflexión brillante y completa. Gracias. Hace tiempo que le doy vueltas a la responsabilidad que tenemos, los que nos dedicamos a actividades relacionadas con la ciencia, para acercar lo que hacemos a la sociedad, que en general es la receptora final y se lo debemos. Hay extraordinarios investigadores que son divulgadores, no eran divulgadores que se han convertido en científicos, bueno, tal vez haya alguno, lo desconozco. Por lo que el proceso de conversión es factible , es necesario y es altamente satisfactorio, pero hay que querer hacer ese camino.
    Os dejo un post: http://spotlightonaquaculture.blogspot.com/2017/04/que-divulguen-otros.html

  • Avatar de Eduardo Angulo Pinedo

    Gracias por vuestros comentarios, enriquecen el texto. Plantean la actividad de los científicos respecto de la divulgación. Opino que lo que nunca se debe perder es el rigor, incluso cuando se quiere llegar a muchos lectores (aquí entra la geometría de la Academia). Y, en segundo lugar, he aprendido cómo explicar conceptos complicados preparando clases: lo acepten o no, nuestros alumnos saben menos que los profesores y, por tanto, hay que explicar muchas cosas casi desde cero, lo que implica claridad, rigor y mucha preparación antes de entrar en el aula.

  • Avatar de Santiago

    Prodigioso, tropezarse en la red con una reflexión a tal nivel es inaudito.
    Magnífico ensayo, totalmente de acuerdo con tus planteamientos.
    Un sincero saludo

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