El plancton es el conjunto de organismos microscópicos en suspensión y con poca capacidad de movimiento que habita en el agua. El plancton es un componente estructurante y funcional fundamental de los ecosistemas acuáticos, dada su diversidad funcional.
Y es que, el fitoplancton, que se compone de seres unicelulares fotosintéticos, se sirve de la energía lumínica y de nutrientes inorgánicos para producir biomasa, con lo que se convierte en la principal fuente de alimento para los consumidores de dicho ecosistema.
El zooplancton, que se compone de diversos protozoos y animales, es un intermediario imprescindible para hacer llegar a los consumidores superiores la energía disponible almacenada por el fitoplancton. Y es que el zooplancton es el alimento básico de toda larva de pez y de varias especies pelágicas. Así mismo, sirve de alimento a los animales filtradores, que son elementos importantes en las comunidades de bentos.
Existe también el plancton mixótrofo, que se compone de seres unicelulares con capacidad de fotosíntesis y de alimentarse de materia orgánica. Por último, el bacterioplancton heterótrofo cumple una función esencial, al descomponer la materia orgánica disuelta y particulada inerte que produce todo organismo, cerrando así el ciclo de dicha materia.
Aparte de la clasificación según la función (autótrofa, mixótrofa, heterótrofa), también es importante la clasificación según el tamaño, dado que la relación presa-depredador en la cadena trófica pelágica se basa en el tamaño de los organismos.
Y es que los productores planctónicos primarios son demasiado pequeños y su biomasa se halla demasiado dispersa en el medio como para ser alimento útil para consumidores de gran tamaño. Así, los protozoos flagelados nanoplanctónicos de entre 2 y 20 µm se alimentan sobre todo de bacterias de tamaño inferior a 2 µm (picoplancton). A su vez, algas, hongos y protozoos nanoplanctónicos son el alimento principal de los protozoos ciliados y de los diminutos metazoos del microplancton (20-200 µm). Subiendo en la cadena trófica, tanto los organismos fotosintéticos como los consumidores del nanoplancton y del microplancton, son el alimento de muchos grupos de animales del mesozooplancton (0,2-20 mm), y estos últimos, de las larvas de peces y de las medusas macro y megaplanctónicas (>2 y 20 cm, respectivamente).
Entre las microalgas que componen el fitoplancton se diferencian diversos filos y clases. Gracias a dicha diversidad filogenética, observamos microalgas de diferente composición pigmentaria y, por tanto, color. El fitoplancton de mayor tamaño es del rango del microplancton (20-200 µm), y dentro del estuario de Bilbao, abunda sobre todo en el Abra. Se compone de diatomeas (pardo-doradas) y de dinoflagelados (pardo-rojizos), siendo las primeras las más numerosas. Las diatomeas tienen paredes celulares rígidas compuestas de un material parecido al vidrio, y carecen de flagelos, por lo que tienden a hundirse. Los dinoflagelados, en cambio, son buenos nadadores y pueden moverse hacia la superficie en busca de luz.
En el centro del estuario y en zonas interiores, hay sobre todo fitoplancton pequeño, es decir, nanoplancton. Ahí también abundan las diatomeas, pero suelen ser minúsculas y de paredes celulares muy finas, porque en aguas turbias la luz suficiente para la fotosíntesis únicamente se recibe en la superficie; unas paredes celulares sobrepesadas las empujarían hacia el fondo. Además de las diatomeas, en ese entorno pueden abundar diferentes grupos: criptófitos (rojizos y verde-azulados), clorófitos (verdes; algas emparentadas con plantas terrestres), haptófitos (amarillo-dorados) y rafidoficeas, entre otros.
El protozooplancton más abundante son los nanoflagelados y los cilaidos tintínidos. En lo que al metazooplancton de estuario se refiere, dominan los crustáceos copépodos, pero en la salida hacia el mar la diversidad aumenta; apareciendo también en abundancia crustáceos cladóceros, tunicados apendiculariáceos y doliólidos, cnidarios sifonóforos y quetognados. Todos ellos son habitantes perennes del plancton, por lo que pertenecen a la categoría de holoplancton.
Pero también abundan en el plancton de estuario las larvas y algunos estadios reproductores (hidromedusas, por ejemplo) de organismos del bentos que pueblan temporalmente el medio pelágico. Todos ellos constituyen la categoría de meroplancton. En el estuario de Bilbao, las larvas meroplanctónicas más abundantes son las larvas nauplius y cipris de crustáceos cirrípedos, así como las larvas veliger de moluscos bivalvos y gastrópodos, y las larvas trocófora y nectoqueta de poliquetos. También se encuentran a menudo larvas cifonauta de briozoo y larvas ofiopluteus y equinopluteus de equinodermo.
El plancton del estuario de Bilbao ha sufrido daños y desequilibrios funcionales a causa de la acción humana. En la década de 1980, cuando se hicieron las primeras investigaciones acerca del plancton, el sistema estaba contaminado por aguas residuales y vertidos de actividades industriales, presentando un aspecto turbio e insalubre. La sobrecarga de nutrientes de las aguas residuales produce un aumento del fitoplancton, que incrementa la sobrecarga orgánica en un proceso de degradación ambiental conocido como eutrofización. Las necesidades de oxígeno para la descomposición microbiana de dicha materia orgánica hacen que las aguas se vuelvan anóxicas e hipóxicas y, por tanto, desfavorables para la fauna acuática.
La decadencia industrial posterior y el plan de saneamiento puesto en marcha por el Consorcio de Aguas de Bilbao Bizkaia redundaron en una mejora de la calidad del agua, y por tanto en una recomposición y reorganización de la comunidad planctónica. Antes de dicha restauración, la contaminación causó la desaparición de los animales zooplanctónicos en casi todo el estuario hasta El Abra.
Hoy en día, gracias a la depuración de aguas residuales, la carga de materia orgánica que entra en el sistema se ha reducido considerablemente y la comunidad de zooplancton de aguas salobres desaparecida por la falta de oxígeno ha vuelto al interior del estuario, aunque predominan las especies no autóctonas, lo cual es reflejo de la contaminación biótica. Así, el zooplancton del interior del estuario está compuesto mayoritariamente de dos especies de copépodos de origen indo-pacífico: Acartia tonsa y Oithona davisae. Seguramente, a causa del transporte marítimo, ambas llegaron en aguas de lastre de barcos, colonizando desde 2003 con éxito el hábitat salobre que se hallaba despoblado.
Así y todo, desde 2010 también se han establecido especies autóctonas propias de ambientes salobres, como por ejemplo Acartia bifilosa y Calanipeda aquaedulcis, aumentando la diversidad de la comunidad. Además de la disminución de la carga de materia orgánica y nutrientes, también ha aumentado la transparencia de las aguas, y por tanto la disponibilidad de luz para el crecimiento del fitoplancton.
Por ello, todavía es habitual que las aguas adquieran color a causa del crecimiento desmesurado de microalgas; son las denominadas mareas rojas. Ejemplo de ellas son las causadas por la diatomea Conticribra weissflogii o por el nuevo género y la especie de criptófito descrito en el mismo Bilbao Urgorri complanatus.
Sobre los autores: Fernando Villate-Guinea y Aitor Laza-Martínez son profesores de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU e investigadores del Departamento de Biología Vegetal y Ecología
El proyecto «Ibaizabal Itsasadarra zientziak eta teknologiak ikusita / La Ría del Nervión a vista de ciencia y tecnología» comenzó con una serie de infografías que presentan la Ría del Nervión y su entorno metropolitano vistos con los ojos de la ciencia y la tecnología. De ese proyecto han surgido una serie de vídeos y artículos con el objetivo no solo de conocer cosas interesantes sobre la ría de Bilbao y su entorno, sino también de ilustrar como la cultura científica permite alcanzar una comprensión más completa del entorno.