El desarrollo sostenible es uno de los principales desafíos globales a los que se enfrenta la humanidad. La transformación del transporte local, regional y global para conseguir la máxima eficiencia con el mínimo impacto ambiental es clave para lograrlo. El ferrocarril tiene un papel central que desempeñar en la descarbonización del transporte.
Si bien hoy día el 8% de la actividad mundial de transporte de pasajeros y mercancías se hace por ferrocarril según la Union Internationale des Chemins de fer (UIC), el ferrocarril solo representa el 2% de las emisiones del sector del transporte y, por lo tanto, ya hoy es un modo de transporte relativamente eficiente y sostenible.
Las redes ferroviarias se benefician de una ventaja decisiva que se resume en una palabra, frugalidad, que es una virtud cardinal para abordar los problemas del cambio climático:
Frugalidad en el consumo de energía: ya sea en términos de energía per cápita o globalmente, los ferrocarriles y el transporte público son extremadamente eficientes: el transporte ferroviario de pasajeros requiere menos de una décima parte de la energía necesaria para mover a una persona de la que se necesita en automóvil o avión.
Frugalidad en el espacio público: ya sea en el ámbito urbano o rural, la ocupación del espacio público es mínima, y la promoción del transporte ferroviario proporciona a los ciudadanos la posibilidad de disfrutar de más espacio público con mejor calidad de aire y suelo con un mayor nivel de seguridad.
Frugalidad en términos de ciclo de vida: la vida útil de los ferrocarriles puede ser de hasta 50 años, minimizando la necesidad de reinvertir regularmente en recursos no renovables.
El cambio climático no es el único problema para el que el ferrocarril es una solución. Como objetivo, para 2050, la infraestructura ferroviaria debería ser una parte integral del paisaje natural y, por lo tanto, debería convertirse en una “red verde” que conecte biotopos, permita la migración de especies y proporcione hábitats diversos para muchas especies diferentes. Para ello es necesario trabajar varias cuestiones clave, como la promoción de la obtención y uso sostenibles de los recursos (balasto, hormigón, acero, agua, etc.), el uso sostenible del suelo y la medición y control de las partículas en suspensión en el aire.
Uno de estos temas clave es el monitoreo cuidadoso y los métodos de control del ruido y la vibración. Eso significa, entre otras cosas, utilizar ruedas en perfectas condiciones, solo el número necesario y con el mantenimiento preciso pero no más; lo que viene a ser frugalidad en ruedas. Para ello es necesario introducir nuevos sistemas de supervisión y control del estado de desgaste de las ruedas en las principales vías férreas de Europa primero, y de todo el mundo después, que ofrezcan a los operadores de transporte ferroviario información precisa y en tiempo real para adoptar medidas de mantenimiento preventivo.
Ese, exactamente, el objetivo final del proyecto WheelWatcher, en el que participan Euskotren, Danobat, e Ideko. La idea es que la evaluación del estado de las ruedas se pueda realizar sin necesidad de grandes operaciones y paradas. Para ello el proyecto trabaja en un sistema exterior de medición del perfil de las ruedas sobre las vías basado en algoritmos de visión asistida por ordenador capaces de medir incluso en trenes de alta velocidad con una exactitud y precisión de alrededor de 0,1 mm. Además desarrolla todo un paquete de herramientas de software de calibrado, autodiagnóstico y gestión de datos, que permita obtener la información importante y facilitar la toma de decisiones pertinente.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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