Asclepio era el dios de la curación adorado tanto por los griegos como por los romanos. La Ilíada de Homero primero identifica a Asclepio, no como un dios, sino como un ser humano, un contemporáneo de Heracles, Teseo y Jason.
Quirón el Centauro, el maestro de Aquiles el guerrero y Jasón el marinero y aventurero, impartió sus conocimientos de medicina y cirugía a Asclepio. Asclepio a su vez enseñó a sus hijos Macaón y Podalirios el arte de curar y ellos, a su vez, a sus hijos, de modo que con el paso del tiempo los griegos creían que la progenie de Asclepio habitaba entre ellos, enseñando medicina y curando a los enfermos.
La narrativa mitológica terminó haciendo que Asclepio recibiese el patrimonio del dios original de la curación, Apolo. El relato es que la amante mortal de Apolo, Coronis, embarazada de su hijo, fue asesinada por el dios enojado por amar a otro (un mortal). Tras su muerte, Asclepio es sacado de su útero y entregado a Quirón para que lo criara. Como hijo de Apolo, los griegos lo deificaron para convertirlo en el dios de la medicina. Los Himnos homéricos, compuestos en algún momento alrededor del año 1000 a.e.c., incluyen un himno al dios Asclepio. La historia del mortal Asclepio que se convirtió en el patrón divinizado de la medicina fue quizás un préstamo que los griegos tomaron de la historia egipcia de Imhotep, que fue divinizado para convertirse en el dios egipcio de la curación y la magia.
Se fundaron templos para el culto a Asclepio (los llamados asclepeion) en todo el mundo griego. Epidauro en la costa este de la península del Peloponeso y Cos en el mar Egeo fueron importantes centros de adoración de Asclepio. El culto de Cos incluía tanto a sacerdotes como a médicos que se consideraban descendientes de Asclepio, los asclepíadas. El asclepíada más famoso de Cos fue Hipócrates, el médico y escritor del siglo V a.e.c. El juramento hipocrático comienza invocando a Apolo, Asclepio y sus hijas Higía (salud) y Panacea (curalotodo) como testigos.
Las estatuas de Asclepio típicamente muestran al dios sosteniendo un bastón alrededor del cual se enrolla la “serpiente asclepiana”. Los sacerdotes, para honrar al dios, permitieron que esta serpiente, de las más grandes de Europa pero no venenosa, habitara en los templos de Asclepio. Las serpientes simbolizan la regeneración, la esperanza de muchos adoradores de Asclepio.
El culto de Asclepio creció durante la época helenística y después, cuando los romanos adoptaron la adoración del dios curativo (conocido ahora como Esculapio). Ya en el siglo III a.e.c., existía un templo de Asclepio en una isla en el río Tíber en Roma, la isla Tiberina, donde los enfermos acudían en busca de ayuda médica y espiritual. Tras la batalla de Accio, librada entre la flota de Octavio Augusto y la de Marco Antonio y Cleopatra en el 31 a.e.c, el historiador Lucio Casio Dion (en su Historia) afirma que Octavio, en Cos, habría ejecutado a uno de los asesinos de Julio César, Turulio, quien habría osado talar la arboleda sagrada del santuario de Asclepio en Cos para a construir la flota de Marco Antonio.
En Roma, el culto de Asclepio prosperó desde el Principado hasta el Bajo Imperio Romano. El escritor pagano Celso escribió sobre las numerosas personas que confiaban en su relación personal con Asclepio como si fuese lo más normal. Marco Aurelio, quizás animado por su médico Galeno, se benefició del consejo directo de Asclepio. Durante el siglo III e.c., sin embargo, el culto de Asclepio declinó. Los devotos de Asclepio, como el neoplatónico Porfirio, en Contra los cristianos, veían como la oposición cristiana al culto a los dioses incluía que el dios de la sanación era el mismo Cristo, lo que, según los seguidores de Asclepio, condujo a una disminución en la adoración de Asclepio y, por consiguiente, a un aumento de las enfermedades en el imperio.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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