“Somos la primera generación en sentir el efecto del cambio climático y la última generación que puede hacer algo al respecto.”
Barack Obama, 23 septiembre 2014
“Esta muy costosa mierda del calentamiento global tiene que parar. El planeta se está congelando, registra bajas temperaturas, y nuestros científicos del calentamiento global están atrapados en el hielo.”
Donald Trump, 1 enero 2014
Es sorprendente que, mientras que el 97% de los científicos y expertos en cambio climático consideran que es un hecho demostrado provocado por la actividad humana y que el 97% de los artículos científicos publicados sobre este asunto lo apoyen, solo el 50% de los estadounidenses acepten el cambio climático, y todavía son menos los que creen que lo provoca la actividad de nuestra especie.
Una revisión diez años después y publicada en 2021, Krista Myers y su grupo, de la Universidad Estatal de Louisiana en Baton Rouge, con respuestas a una encuesta enviada a geocientíficos de Estados Unidos y Canadá, con 2780 respuestas, entre l 91% y el 100% apoyan que la causa del cambio climático es la actividad humana. Las respuestas de los 153 expertos más reconocidos y con el currículo científico más amplio es la que llega al 100%.
En España, en 2013, el 80% afirma que el cambio climático es un hecho científico, solo el 8.5% lo rechaza y el 86% acepta que es el resultado de la actividad humana. Los universitarios estudiantes de Biología e Ingeniería Química de la Universidad de Santiago de Compostela, en más de un 80%, consideran que es la actividad humana la causa del cambio climático. El estudio, firmado por Pablo Meira y Mónica Arto, se basa en entrevistas a 284 alumnos y se publicó en 2014.
En 2013, John Cook y su grupo, de la Universidad de Queensland, en Australia, revisaron 11944 artículos publicados sobre el clima entre 1991 y 2011. El 97% de los artículos que expresan una opinión sobre el cambio climático provocado por la actividad humana apoyan su existencia. Solo el 1.9% lo rechaza, y el 1.0% plantea dudas sobre que su causa sea nuestra especie. Y en encuestas a 1372 expertos en cambio climático, en 2010, el 98% acepta a nuestra especie y sus actividades como causa, según el estudio de William Anderegg y sus colegas de la Universidad de Stanford. Para John Cook, los estudios que rechazan el cambio climático provocado por la actividad humana son cada vez más escasos y su número disminuye según pasan los años.
Un par de años después, el grupo de J.S. Carlton, de la Universidad Purdue, encuestó sobre el cambio climático a 698 biofísicos de diez de las más prestigiosas universidades de Estados Unidos. Los resultados son parecidos a los del trabajo de Cook: el 93.6% afirma que el calentamiento global es un hecho, y el 91.9% apoya que su causa es la actividad humana. La conclusión de los autores del estudio es que la ciencia del cambio climático es creíble y está consolidada.
No hay sesgos científicos detectables…
Se puede argumentar que la publicación de artículos que apoyan el consenso sobre el cambio climático está favorecida por los editores de revistas científicas, pero la investigación de Christian Harlos y sus colegas, de la Universidad de Lund, en Suecia, demuestra que el sesgo no existe. Revisan los artículos sobre clima publicados entre 1997 y 2013 e identifican 120 textos, en revistas de gran difusión, con los resultados de 1154 experimentos. No detectan ningún sesgo, ninguna omisión de resultados sobre el cambio climático, sea a favor o en contra.
Desde la Universidad de California en Merced, Alexander Petersen y su grupo compararon la difusión de las publicaciones de 386 autores contrarios al cambio climático y de 386 expertos científicos en el mismo tema. Encontraron dos resultados diferentes en la difusión en los medios. Los contrarios al cambio climáticos tienen un 50% más de presencia que los expertos científicos. Pero en los medios de mayor difusión la diferencia de visibilidad es solo del 15. Son los nuevos medios en las redes sociales los que contribuyen a la producción y consumo de desinformación sobre el cambio climático.
Sin embargo, la desconexión entre el consenso científico y la percepción social, que se observa en Estados Unidos y en muchos otros países, se atribuye a la ideología, a aceptar la información sobre el cambio climático que no esté en contra de la ideología propia y a construir la interpretación de lo que ocurre según esa información. Lo contrario de lo que aconsejaba Sherlock Holmes cuando decía aquello de que “uno comienza a deformar los hechos para hacerlos encajar en la teoría en lugar de encajar la teoría en los hechos”.
…pero sí sesgos ideológicos
La ideología política puede tener mucha influencia no solo en la comunidad científica sino, sobre todo, en el público en general al que llegan, en muchos casos, informaciones sesgadas según el medio de comunicación que las difunda. Juan Ignacio Pérez y Joaquín Sevilla comentan como la negación de la existencia del cambio climático se vincula a la ideología conservadora. Según explican, la base ideológica se relaciona con una visión optimista del mundo, con la creencia de una naturaleza sin límites, incluso capaz de asimilar los cambios provocados por las actividades de la especie humana. Además, los efectos del cambio climático, según afirman los expertos, siempre se sitúan en el futuro, en un tiempo que nuestra especie no es muy capaz de calibrar.
Cuando Toby Bolsen y James Druckman, de las universidades Estatal de Georgia y del Noroeste, estudiaron los factores que influían en la aceptación por los ciudadanos del cambio climático y de la actividad humana como su causa, encontraron que la ideología del receptor era un factor importantes. Reúnen encuestas de 1329 voluntarios, en julio de 2014, y el análisis de sus respuestas revela que la difusión de información sobre el consenso científico sobre el cambio climático entre los ciudadanos consigue que aumente la aceptación de la actividad humana como causa, excepto para los republicanos que se consideran bien informados.
Por todo ello, Ridley Dunlap y sus colegas, de la Universidad Estatal de Oklahoma, han revisado esta polarización ideológica y, en consecuencia, política y partidaria en Estados Unidos cuando se trata el cambio climático.
Durante la década de los noventa, la brecha entre demócratas y republicanos al tratar asuntos relacionados con el medio ambiente no dejó de crecer. Hasta entonces las votaciones en el Congreso y en el Senado estaban relativamente cercanas y, a menudo, se aprobaban o rechazaban propuestas con los votos de ambos partidos. Para aprobar propuestas sobre el medio ambiente, los porcentajes de apoyo variaban entre el 30% de los republicanos y el 60% de los demócratas. Pero, a partir de esa década, los porcentajes comenzaron a separarse y, en 2015, llegaban al 5%-15% de aprobación por los republicanos y el 80%-90% en los demócratas. Son la ideología y el programa de los partidos quienes dirigen las votaciones.
Si nos centramos en el cambio climático, cerca del 80% de los demócratas aceptan el calentamiento global. Entre los republicanos, el porcentaje llega al 40%. Parecidos porcentajes, del 80% y del 40%, se obtienen en respuesta a la pregunta de si el calentamiento se debe a la actividad humana. Los resultados se invierten si se pregunta si los medios exageran los peligros del calentamiento: lo afirma el 60% de los republicanos y el 10% de los demócratas. Solo el 40% de los republicanos acepta que la mayoría de los científicos del clima han llegado al consenso respecto al cambio climático mientras que, entre los demócratas, el porcentaje llega al 80%.
Todo intento de politizar el cambio climático elimina el efecto que produce la información sobre el consenso científico. Politizar el debate disminuye la credibilidad del consenso y su aceptación se filtra a través de la ideología del receptor. Entonces cuenta más la ideología que las evidencias científicas.
Sin embargo, el estudio de Sander van der Linden y sus colegas, de la Universidad de Cambridge, con encuestas a 6301 voluntarios de Estados Unidos, muestra que resaltar el consenso científico sobre el cambio climático aumenta la aceptación del cambio climático tanto en conservadores como en liberales. Entre los conservadores sube del 60% al 80%, y entre los liberales del 80% al 90%. Para los autores, más que convencer sobre el cambio climático, lo que implica politizar el debate, lo adecuado es promover la ciencia y sus valores, destacando el consenso científico sobre el cambio climático.
Es evidente que la ideología personal influye en el debate sobre la aceptación del cambio climático. Por tanto, lo que los líderes políticos opinen o apoyen públicamente será importante en el proceso de aceptación. Lo estudiaron, en Australia, con encuestas a 1211 voluntarios, Thad Kousser y Bruce Tranter, de las universidades de California en San Diego y de Tasmania. En concreto, en las encuestas se pedía el apoyo a políticas públicas relacionadas con el cambio climático como la disminución las emisiones de dióxido de carbono o la promoción de las energías renovables. Cuando los líderes políticos discrepan, los ciudadanos reaccionan según su ideología: los conservadores se oponen y los liberales lo apoyan. Cuando los líderes están de acuerdo, los ciudadanos apoyan esas políticas y lo hacen sea cual sea su ideología.
También en Australia, Colvin y Jotzo, de la Universidad Nacional Australiana de Canberra, después de encuestar a 2033 votantes en las elecciones de 2019, detectan que la mayoría piensan que es importante para Australia disminuir las emisiones de gases con efecto invernadero. Pero la importancia que dan a las acciones para conseguirlo es mayor en los votantes de partidos políticos considerados progresistas, con un mayor nivel de educación y, también, en los más jóvenes.
El efecto de la temperatura de ayer sobre la opinión de hoy
Tanto influye la ideología en las opiniones sobre el calentamiento global que Lawrence Hamilton y Mary Stampone, de la Universidad de New Hampshire en Durham, han encontrado que, después de una encuesta, y sea cual sea la temperatura de los días anteriores, casi el 80% de los demócratas acepta el cambio climático mientras que el 70% de los republicanos lo rechaza. Y los que se declaran independientes lo aceptan o lo niegan según la temperatura de los días anteriores a la encuesta: lo niegan si han estado a 6ºC bajo cero y lo aceptan si ha sido de 12ºC sobre cero.
Y no solo influye el tiempo de los días anteriores, también lo hace el de los últimos meses y años. En el estudio de Jeremiah Bohr, de la Universidad de Wisconsin, analiza el clima en 2013 y 2014 y lo compara con la aceptación del cambio climático y la ideología política según cuatro encuestas de la CBS y del New York Times.
El tiempo de los últimos cinco años amplia la percepción de los impactos del cambio climático y la polarización política en cuanto a si ha sido causado por la actividad humana o no. Esta reacción es más evidente entre los demócratas. Lo que ocurre, según el estudio de Hamilton y Stampone sobre la influencia del tiempo de los días anteriores, también se da para lo que ocurre en los años anteriores. Los demócratas se reafirman en su convicción de que la causa del cambio climático es la actividad humana si las temperaturas han sido altas, y los republicanos en su negación del cambio climático si ha hecho frío. Así, la polarización política de las creencias sobre el cambio climático crece si se dan temperaturas extremas poco habituales.
En la revisión publicada en 2017 que trata de esta relación entre ideología y medio ambiente, de Wanyum Shao, de la Universidad de Auburn, en Estados Unidos, con datos de 2012 los resultados se mantienen, con los demócratas aceptando el cambio climático y la intervención humana, y los republicanos lo niegan y, además, con la orientación más extremista del grupo Tea Party.
Incluso hay una diferencia similar entre demócratas y republicanos, en Nueva York, respecto a los desastres provocados por el clima como, por ejemplo, las inundaciones del huracán Sandy en 2012. La percepción de los demócratas de la probabilidad de sufrir inundaciones es mucho mayor que para los republicanos, con porcentajes del 70% para los primeros y casi del 50% en los segundos.
Un aspecto curioso de estas diferencias ideológicas sobre la aceptación del cambio climático lo explican Karen Douglas y Robbie Sutton, de la Universidad de Kent, en Inglaterra. Hacen una revisión que demuestra que, para muchos ciudadanos, el cambio climático no es un hecho científico sino, más bien, una creencia que, además, tiene mucho que ver con lo llamamos conspiraciones. Es típico de nuestra cultura digital y globalizada que cualquiera puede proponer que detrás de algo, de lo que sea, hay una conspiración que lo explica y justifica. En poco tiempo, miles de internautas difunden la conspiración y millones la aceptan y se la creen.
La actuación personal depende de la moralidad personal
La ideología indica lo que la persona piensa y acepta, pero su moral influye en cómo actúa según esas ideas. En la ideología se basa la conducta pero es la moralidad la que fundamenta su comportamiento, como definen Janis Dickinson y sus colegas, de la Universidad Cornell de Ithaca, al estudiar el compromiso de cada ciudadano sobre el cambio climático. Mencionan cinco ejes principales de la moralidad: compasión, justicia, honradez, autoridad y lealtad al grupo.
Trabajan con encuestas telefónicas a 1000 voluntarios hechas entre agosto y octubre de 2014. De los cinco ejes de la moral que estudian, los que mejor predicen el compromiso de cambio de vida para mitigar el cambio climático son la compasión y la justicia. Destacan estos dos ejes en los progresistas y, por ello, su aceptación de la existencia del cambio climático es mayor que en los conservadores. Estos muestran apoyo al cambio climático con honradez, autoridad y lealtad al grupo.
El contexto lo es todo en las noticias sobre cambio climático
Pero la información sobre cambio climático y sobre la ciencia, en nuestra cultura global, llega a los ciudadanos por los medios de comunicación. Los resultados de Toby Bolsen y Matthew Shapiro, de la Universidad Estatal de Georgia y del Instituto de Tecnología de Illinois en Chicago, muestran cómo influye en los lectores el marco en que se incluyen las noticias sobre el cambio climático. Esas noticias cambian si aparece el cambio climático en noticias de ciencia con el consenso científico o, por el contrario, con las incertidumbres de la ciencia. O hablar de desastres naturales y de que su número puede aumentar con el cambio climático. O de economía y afirmar que la lucha contra el cambio climático puede suponer beneficios económicos o, por el contrario, destruir industria y empleo. Y así, mencionan los autores, el marco en que se incluye la noticia o la información sobre cambio climático puede influir en su aceptación o no por los ciudadanos. Aunque, como cuentan William Anderegg y Gregory Goldsmith, de las universidades de Princeton y Oxford, y con datos del número de consultas, en Google y entre 2004 y 2014, hay picos de interés, como en 2007 y 2010, pero, en general, el interés del público se sostiene durante la década analizada.
Y, además, estamos en la era de las noticias falsas, de las fake news. Pero no solo cuenta en que marco se incluyen las noticias sobre el cambio climático, también actúan las noticias falsas que llegan a los medios. Es un debate que, como ocurre con temas muy sensibles, incita a la invención y la falsedad. Así se manipula la opinión pública para desinformar, provocar debates innecesarios, difundir verdades alternativas, como diría Donald Trump, … El editorial de Nature Communications, de 20 de abril de 2017, avisaba de lo que estaba, y está, ocurriendo y de la necesidad de que los científicos y periodistas expertos en cambio climático se comprometan a desmontar noticias falsas. Solo así llegará la ciencia del cambio climático a los ciudadanos y, además, contribuirán a que el público se eduque en ciencia y pueda tomar, cuando sea necesario, las decisiones adecuadas.
Se rechaza la ciencia por extensión
Esta manera de pensar y aceptar los hechos puede llevar a rechazar no solo el cambio climático sino, además, la ciencia. Stephen Lewandowsky y Klaus Oberauer, de las universidades de Bristol, en Inglaterra, y de Zurich, en Suiza, comentan que el rechazo a los hallazgos científicos es más habitual en la derecha que en la izquierda aunque, realmente, el mecanismo de rechazo es igual en ambas ideologías. Es el procesamiento superficial de evidencias y el rechazo de toda evidencia que no encaje con las creencias de cada persona. Una buena educación e, incluso, una cultura científica suficiente no ayudan a mitigar el rechazo. Pero los autores también detectan que un conocimiento científico profundo del tema de que se trate, en este caso del cambio climático, ayuda en su aceptación. Erik Nisbet y su grupo, de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus, añaden a esta investigación que una mentalidad abierta, sea cual sea el entorno, ayuda a cambiar de opinión y, en el caso concreto del cambio climático, a entender los costes y beneficios que supone la política gubernamental en relación con el clima.
Sobre esto de las conspiraciones y sobre el cambio climático, incluso se habla de una poderosa organización conspiratoria que recibe el nombre de Gran Conspiración del Cambio Climático, así escrito, con muchas mayúsculas. La forman científicos, periodistas y políticos que inventaron lo del calentamiento global en primer lugar y, después, asustaron con sus consecuencias. Los científicos lo hicieron para aumentar su influencia social y política y, claro está, para conseguir más fondos. También hay implicados ecologistas para promover las energías renovables. O empresarios relacionados con la energía nuclear para promover su construcción y erradicar los combustibles fósiles. Por supuesto, creer en esta conspiración es habitual entre quienes no aceptan el cambio climático y la intervención humana como su causa.
Todos, demócratas y republicanos, hablan del mismo planeta, en la misma época de la historia, y sobre el mismo tema, y nos dan una muestra exacta de cómo influyen las interpretaciones individuales basadas, está claro, en creencias que blindan las ideologías. Además, ni a demócratas ni a republicanos les gusta escuchar opiniones de otros. Jeremy Frimer y su grupo, de la Universidad de Winnipeg, en Canadá, lo han estudiado con más de 2400 voluntarios y con encuestas sobre diferentes temas. Concluyen que las personas comprometidas con su ideología están igualmente motivadas para evitar la información transversal, es decir, que no esté comprometida con ninguna ideología. Por ejemplo, la información científica. Y lo hacen porque es cansado, requiere esfuerzo y provoca frustración, y socava el sentido de la realidad compartida con quien piensa igual y con el grupo al que pertenece. No hay diferencias, concluyen, en el deseo de demócratas y republicanos de permanecer en sus respectivas burbujas ideológicas.
El efecto país
Por los analizado hasta ahora es evidente que los expertos encuentran conclusiones contradictorias. El estudio de Matthew Hornsey y su equipo, de la Universidad de Queensland, en Australia, muestra que los datos estudiados hasta 2018 provienen, en su gran mayoría, de Estados Unidos y son los que revelan la influencia de la ideología conservadora y la creencia en conspiraciones. Así se justifica el rechazo a la existencia del cambio climático. Pero el estudio de Hornsey incluye 24 países y es, precisamente, en Estados Unidos donde más influye la ideología. En el resto de los países no aparecen los mismos resultados y, como ejemplo, en España, la ideología de no aceptación del cambio climático se sitúa ligeramente a la derecha del espectro político y es tres veces menor que en Estados Unidos. Además, hay una relación menor entre el escepticismo sobre el cambio climático y la creencia en conspiraciones para promocionarlo.
La respuesta a la pregunta de quienes son responsables del cambio climático cambia según el país. El estudio de Ruxandra Malina Petrescu-Nag y sus colegas, de la Universidad Babes-Bolyai de Cluj-Napoca, en Rumania, nos sirve de ejemplo pues compara las respuestas de belgas y rumanos. Para los primeros, los responsables son todos los ciudadanos, incluso cada uno de ellos. En cambio los rumanos apuntan a las grandes compañías, los gobiernos y los consumidores en general. Además, los rumanos destacan que el cambio climático a menudo se utiliza con exageración e intención política.
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Para saber más:
Ciencia, creencias, política y matar al mensajero
«El cambio climático: ciencia, política y moral» por José Manuel Sánchez Ron
Certezas e incertidumbres sobre el cambio climático
Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
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