alcohol
Las bebidas alcohólicas irrumpieron en las sociedades humanas en épocas muy tempranas de la historia. La hipótesis más plausible sostiene que el descubrimiento de la fermentación alcohólica se dio poco después del nacimiento de la agricultura, hace unos 10.000 años. Los efectos agudos del consumo de esta droga sobre el cuerpo humano fueron los primeros en conocerse por ser evidentes: desinhibición, euforia, depresión del sistema nervioso central, descoordinación de los movimientos, lagunas de memoria, vómitos, náuseas…
Sin embargo, conocer los efectos de la ingesta de bebidas alcohólicas sobre la salud a largo plazo es una tarea mucho más complicada y, aún hoy, seguimos sin saber bien toda su magnitud. Según la monografía «Alcohol 2021. Consumo y Consecuencias», del Ministerio de Sanidad, la ingesta de bebidas alcohólicas se asocia con más de 200 problemas de salud y lesiones, incluyendo enfermedades cardiovasculares, hepáticas y neuropsiquiátricas, entre otras.
Discapacidad, cáncer y muertes
Por su parte, los estudios poblacionales muestran que el consumo de alcohol es un factor que incrementa el riesgo de discapacidad y de muerte por diversas causas. En España concretamente, este hábito es la segunda causa evitable de mortalidad prematura y cada año fallecen en nuestro país unas 15.000 personas por enfermedades relacionadas con la ingesta de alcohol.
Además, el alcohol es una sustancia cancerígena (por alterar el ADN), aunque se tome a dosis moderadas. A mayor consumo, mayor riesgo de aparición de tumores, sin que exista una cantidad mínima segura. La «copita de vino saludable» sencillamente no existe, pues cualquier ingesta de alcohol, por mínima que sea, incrementa el riesgo de aparición de cáncer en diversos lugares: boca, faringe, laringe, esófago, colorrectal, mama e hígado. De hecho, el consumo de alcohol es la segunda causa evitable, tras el tabaco, de cáncer en el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 750.000 casos de cáncer (el 4 % del total) en 2020 se debían al consumo de bebidas alcohólicas.
El alcohol altera el funcionamiento del encéfalo
Por otro lado, en la cultura popular está bastante extendida la idea de que tomar alcohol mata directamente a las neuronas del cerebro. Aunque el consumo de esta molécula altera el funcionamiento de este órgano vital, esto no se produce mediante la destrucción de neuronas, sino a través de otros mecanismos.
En primer lugar, el alcohol puede dañar las conexiones entre neuronas al lesionar las dendritas y los axones (las prolongaciones de dichas células), lo que complica el envío de señales entre ellas. El consumo elevado y crónico de esta droga provoca inflamación en el cerebro que, a la larga, destroza la vaina de mielina que recubre los axones de las neuronas y dificulta la transmisión del impulso nervioso.
Por otro lado, el alcohol provoca importantes cambios en el normal funcionamiento de los neurotransmisores (las moléculas mensajeras de las neuronas), en especial del ácido gamma aminobutírico (más conocido como GABA). El GABA es el principal neurotransmisor inhibidor del cerebro (inhibe la transmisión de las señales nerviosas) y su mayor actividad por el consumo de alcohol provoca los típicos efectos sedantes. Estos efectos sedantes se ven potenciados, a su vez, por la inhibición de neurotransmisores excitadores del sistema nervioso central como el glutamato. La alteración conjunta de los niveles de diversos neurotransmisores en cada persona determinará que aparezcan ira, bajo estado de ánimo, euforia o agresividad, entre otros estados de ánimo.
En los alcohólicos crónicos, en los que se da un consumo elevado de alcohol mantenido en el tiempo, la alteración de la actividad de los neurotransmisores puede perpetuarse y aparecer cambios crónicos e incluso modificaciones estructurales en el cerebro con atrofia en diferentes regiones. Esto puede desencadenar problemas emocionales, de equilibrio y de memoria. Si el consumo de alcohol se da durante el embarazo, se pueden generar alteraciones en el desarrollo cerebral del embrión/feto que se traduzcan en déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o en discapacidad intelectual, uno de los signos del síndrome alcohólico fetal.
Por supuesto, el alcohol también puede provocar lesiones cerebrales (y, por tanto, daño neuronal) de forma indirecta al aumentar el riesgo de sufrir accidentes (de tráfico, por caídas o golpes…), coma e ictus. Si se tiene en cuenta todos los datos anteriores, queda claro que la única bebida alcohólica saludable es aquella que no se toma.
Para saber más:
Daños estructurales por consumo de alcohol en el cerebro humano
«Una copita de vino es buena para el corazón». Claro que sí, guapi.
Alcohol y sandía
Sobre la autora: Esther Samper (Shora) es médica, doctora en Ingeniería Tisular Cardiovascular y divulgadora científica
El consumo del alcohol no mata a las neuronas, pero sí las trastorna – MedTempus
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Greg
Todos los medicamentos son tóxicos en exceso pero en la dosis terapéutica son beneficiosos. Si el alcohol no tuviera una dosis beneficiosa sería probablemente la única sustancia conocida.
César Tomé
No sé si es consciente de que ese razonamiento llevado a sus últimas consecuencias es una justificación de la homeopatía. Y todos sabemos que la homeopatía es una absoluta memez. Dese cuenta de que de «el exceso de X es perjudicial» no puede deducirse que exista una cantidad X’ menor que X en la que sea beneficioso; es como decir que caer desde un exceso de altura es perjudicial, de ahí no puede deducirse que debe existir una altura a la que caerse sea beneficioso. Además, el mero concepto de exceso implica que ya se conoce X’ (porque lo superior a este valor es el exceso). Pero resulta que no se conoce X’ para el alcohol y, en cualquier caso, sería una cantidad tan pequeña que sus efectos se perderían en el ruido de los datos.
Alkohola kontsumitzeak ez ditu neuronak hiltzen, baina eraldatu egiten ditu – Zientzia Kaiera
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