65, ¿un título acertado?

Fronteras

Hace poco han estrenado una película titulada, simplemente, “65”. Aunque en algunas zonas le han puesto un pequeño añadido: “65. Al borde de la extinción”. No voy a hacer ningún espóiler de la peli, ya que no la he visto, pero con este título, el añadido del final y lo que nos muestran en los tráileres, creo que todo el mundo se imagina lo que nos podemos encontrar en esta historia. Pero, si viajásemos en el tiempo hasta hace unos 65 millones de años, ¿realmente veríamos lo que nos presenta esta película? ¿Seríamos testigos de los momentos previos de una extinción masiva? Pues siento traeros malas noticias, porque la respuesta es no.

Panel representativo de los primeros momentos del Periodo Paleoceno, tras la extinción del límite K-Pg. Diseñado e ilustrado por Antonio Grajera, está expuesto en los pasillos del Museo Geominero (IGME-CSIC, Madrid).

Estrictamente hablando, hace 65 millones de años nuestro planeta se encontraría inmerso en el primer Periodo geológico de la Era Cenozoica, al que hemos nombrado como Paleoceno. Habría pasado un millón de años desde que sucedió la quinta y última extinción masiva de los últimos 500 millones de años de la historia de nuestro planeta, la denominada extinción del límite Cretácico-Paleógeno, o límite K-Pg, en la que desaparecieron más del 75% de las especies tras la caída de un cuerpo extraterrestre en el actual Golfo de México hace 66 millones de años. Los mamíferos supervivientes reclamarían el dominio de los medios terrestres y marinos y la vida estaría empezando a diversificarse para intentar recuperar la diversidad biológica previa a la extinción, algo que no se conseguiría hasta varios millones de años después.

Vamos, que si viajásemos a hace 65 millones de años no veríamos enormes dinosaurios intentando comerse unos a otros en un espeso bosque de helechos y coníferas gigantes, sino paisajes todavía devastados donde árboles y plantas con flores servirían de refugio a pequeños mamíferos, principalmente roedores, que cazarían insectos o comerían sus semillas para sobrevivir. Mucho menos épico de lo que creíamos. Pero esto os lo digo ahora, porque si la película la hubieran estrenado hace 15 o 20 años, estaría alabando su acertado título y la utilizaría como herramienta para contaros, con pelos y señales, lo que sucedió durante la extinción del límite K-Pg.

Diversas versiones de la tabla de los tiempos geológicos, en inglés, en las que podemos ver cómo ha cambiado la edad del límite K-Pg, y de muchos otros, a lo largo del tiempo. Izquierda: versión de 2008; centro: versión de agosto de 2012; derecha: versión más reciente, publicada en abril de 2023. Créditos: International Commission on Stratigraphy. Disponible para su descarga gratuita, incluidas las versiones previas traducidas.

¿Y de dónde procede esta curiosa contradicción que os acabo de comentar? Pues de que la Geología es una ciencia en continuo cambio, incluidas las edades a las que se produjeron algunos de los eventos. Si miramos la tabla de los tiempos geológicos del año 2008, la edad estimada para el límite K-Pg era de 65,5 millones de años, con un error de +-0,3 millones de años (es decir, 300.000 años arriba o abajo), antes de la actualidad. Sin embargo, cuando utilizamos la tabla de 2012, la edad estimada era de 66,0 millones de años, número que aún se mantiene en la versión más actualizada de la tabla publicada este mismo mes.

La siguiente pregunta que os estaréis haciendo es ¿y cómo sabemos esa edad tan precisa para los eventos geológicos? Pues gracias a los métodos de datación radiométrica que se basan en la desintegración radiactiva de los isótopos. Voy por partes con esto, que me estoy metiendo en el maravilloso mundo de la química.

Los átomos tienen un número particular de protones (partículas positivas) y neutrones (partículas neutras) en su núcleo, sobre las que orbitan una serie de electrones (partículas negativas). Sin embargo, hay algunos elementos que, aunque mantienen el mismo número de protones, tienen diferente número de neutrones en su núcleo, como el Carbono o el Uranio, que se conocen como isótopos. Pues muchos de esos isótopos tienen un núcleo inestable que tiende a desintegrarse con el tiempo, dando lugar a un isótopo hijo. Es lo que conocemos como radiactividad. Esa desintegración desde el isótopo inicial o isótopo padre al isótopo hijo sigue un ritmo constante, de tal manera que pasado un tiempo X tendremos la mitad del isótopo padre, al pasar ese mismo tiempo X tendremos la mitad de esa mitad, y así continuamente. A ese ritmo de decaimiento se le conoce como vida media. Y conociendo esa vida media de un elemento y pudiendo calcular en un material geológico la cantidad de isótopo hijo formado a partir del isótopo padre original, podemos saber su edad.

Modelo muy simplificado del decaimiento radiactivo del isótopo radiactivo de Uranio (U) en un elemento geológico que lo incluya en su composición química. Pasado el tiempo de desintegración (vida media), la mitad del isótopo padre se habrá transformado en el isótopo hijo (Plomo, Pb), proceso que se reproducirá de manera consecutiva.

Hay isótopos con vidas medias muy grandes que permiten datar con bastante fiabilidad materiales tan antiguos como la propia formación de nuestro planeta. Uno de los métodos radiométricos más utilizados es la relación entre el Uranio (isótopo padre) y el Plomo (isótopo hijo), conocida como datación U/Pb, que permite conocer la edad de materiales que se formaron hace más de 1 millón de años con márgenes de error de cientos de miles de años. Pero eso es ahora, porque la relación U/Pb es uno de los métodos de datación más antiguos empleados en Geología, por lo que las técnicas analíticas de medición isotópica han ido haciéndose cada vez más precisas, lo que ha provocado que se vayan corrigiendo las edades de los eventos geológicos de manera continua. Por ese motivo, cada año se publican versiones más novedosas y precisas de la tabla de los tiempos geológicos.

Vamos, que el equipo productor de la película se quedó con dataciones de hace más de 15 años y no se molestaron en comprobar las versiones más actualizadas. Pero también es cierto que 65 es un número más redondo y llamativo para un título que 66, salvo que seas fan de Iron Maiden (como yo) y empieces a tararear el estribillo de una canción a la que le falta un último 6 cada vez que tienes que explicar cuándo sucedió la última extinción masiva de la Tierra.

Para saber más:

Datación radiométrica
Cómo usar uranio para saber si un neandertal pintó en una cueva
Datación K-Ar y las edades de Marte

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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