Las células zombis en el epicentro de la lucha contra el envejecimiento

Investigación UPV/EHU

El proceso de envejecimiento es ineludible, ya que las células de nuestro cuerpo se van deteriorando. Las células cumplen un ciclo, y llegadas a un límite, mueren. Pero recientemente los investigadores han advertido que hay unas células que, pese a deteriorarse del todo y envejecer, no mueren. Se trata de las células senescentes o células zombis. El rol de dichas células es cada vez más notable en la vejez, y ha sido investigado en varios procesos de envejecimiento.

envejecimiento
Foto: Jose Antonio Gallego Vázquez / Unsplash

Cuando hablamos de la vejez, nos vienen a la cabeza directamente aquellas mujeres y hombres que superan los cien años, y nos gusta recabar detalles sobre su modo de vida, pensando que quizá sean la clave de la vida eterna. El récord lo tiene, al parecer, una mujer llamada Jeanne Louise Calmet.

La señora Calmet nació en Arlés, Francia, en 1875, en el seno de una familia adinerada. En 1965, tras haber cumplido los 90 años, firmó un acuerdo de usufructo con el notario André‑François Raffray. El señor Raffray tenía por aquel entonces 47 años. Según el acuerdo, pagaría a la señora Calmet 2.500 francos al mes a cambio de que cuando esta muriese, su casa pasara a ser propiedad de él. Teniendo en cuenta sus edades, parecía que el señor Raffray había cerrado un buen negocio, pero falleció en 1995 tras sufrir un cáncer, a los 77 años. Para entonces había pagado a Jeanne Louise Calmet casi medio millón de euros, y ella todavía seguía viva. Finalmente, la señora Calmet falleció un par de años más tarde. Por lo tanto, el señor Raffray pagó una enorme cantidad de dinero por una casa que no llegó a disfrutar jamás. Calmet decía, a modo de broma que, en la vida, a veces, se hacen malos negocios. Como hemos mencionado, falleció en 1995, a los 122 años.

Tratando de entender el proceso de envejecimiento

Casos como los de Jeanne Louise Calmet no son los más corrientes, si bien es cierto que en el siglo XX la esperanza de vida ha aumentado notablemente. Por poner un ejemplo: en 1908, en España, la esperanza de vida de los hombres era de 40 años y la de las mujeres de 41. Casi cien años más tarde, en el año 2000, la esperanza de vida de los hombres era de 76, y la de las mujeres de 83. Pero dicho crecimiento no sigue aumentando al mismo ritmo. Parece ser que estamos llegando al límite de la capacidad de supervivencia del ser humano; hecho que, sin duda, crea cierta frustración. Con la intención de seguir alargando nuestra supervivencia, cada vez se emplean más recursos públicos y privados en la materia, ya que es imprescindible poder entender mejor los procesos por los que pasa nuestro cuerpo a nivel molecular y celular.

Al estar formados por células, la mayoría de nuestras dolencias son resultado de la disfunción celular, dejando a un lado las enfermedades contagiosas. En ese sentido, cobra especial relevancia el descubrimiento del anatomista Leonard Hayflick en The Wistar Institute (Filadelfia, EE. UU.) en el año 1961. Hayflick trabajaba con células humanas in‑vitro; es decir, en el laboratorio, aisladas del cuerpo. Descubrió que la capacidad de replicación de las células era limitada. Tras analizar muchos tipos de células, definió en alrededor de 50 el número de duplicaciones posibles, efecto que hoy en día se conoce como límite de Hayflick. Más adelante, los científicos Elizabeth Blackburn y Joseph Gall advirtieron que en los extremos de los cromosomas de las células hay ciertas secuencias que se acortan durante cada división celular.

Esas secuencias se conocen como telómeros, y su acortamiento trae consigo que las células pierdan su protección y envejezcan. En el proceso de envejecimiento o senescencia, la célula pierde su capacidad de dividirse y, después, se debilita metabólicamente, va sumando fallos y termina por morir.

Por lo tanto, podemos decir que las células tienen un ciclo establecido y que en cierto modo están programadas para morir.

Células que se niegan a morir

La muerte programada se conoce como apoptosis. La célula que muere por apoptosis se va apagando poco a poco y, tras su muerte, los macrófagos del sistema inmune que tiene alrededor se la tragan y degradan completamente sus componentes. Así, la célula que muere por apoptosis no difunde sus componentes intracelulares en el espacio más próximo y no produce ningún daño en su entorno. Pero recientemente se ha descubierto que ciertas células no cumplen del todo con ese proceso de degeneración. Tras el acortamiento de sus telómeros, pierden sus capacidades, pero no entran en apoptosis, si no que se quedan en un estado de senescencia constante (en inglés, Senescent Cells).

Las células que se quedan en estado de senescencia producen moléculas inflamatorias y metabolitos, e inciden directamente en las células adyacentes. Se ha observado que las células senescentes aceleran el daño tisular y pueden producir cáncer, osteoartritis o problemas de corazón. Las células senescentes suelen tener dañado el proceso de apoptosis, y es por ello por lo que no terminar de culminar el proceso hasta la muerte. De ahí viene el nombre “células zombis”.

El dolor de espalda es uno de los dolores más frecuentes cuando envejecemos. Entre las vértebras de la columna vertebral tenemos unos discos cartilaginosos que hacen de cojín. Cuando se estropean, los discos chocan entre sí, se pierde elasticidad, y si se comprimen nervios, aparece el dolor. Un grupo de investigadores de la Universidad McGill de Montreal (Canadá) ha estudiado la incidencia de las células senescentes en el desgaste de los discos intervertebrales. Han observado que las células senescentes producen y secretan sustancias que dañan los discos intervertebrales. Como esas células no son capaces de entrar en apoptosis, han utilizado medicamentos para reactivar este proceso, y con ello han conseguido que las células senescentes mueran. Los medicamentos empleados han sido muy selectivos y solo han reactivado el proceso de apoptosis en las células senescentes, sin afectar a las células sanas de alrededor. En experimentos realizados en ratones, además de eliminar las células zombis, han conseguido mejorar la calidad de los discos intervertebrales.

No sé si Jeanne Louise Calmet sufrió de dolores de espalda durante sus 122 años, pero la investigación del efecto que tienen las células zombis en los discos intervertebrales y el hecho de conseguir que dichas células mueran, podría servir para mejorar la calidad de vida de millones de personas mayores que vivirán algo menos que ella.

Referencias

Matthew Mannarino, Hosni Cherif, Saber Ghazizadeh, Oliver Wu Martinez, Kai Sheng, Elsa Cousineau, Seunghwan Lee, Magali Millecamps, Chan Gao, Alice Gilbert, Cedric Peirs, Reza Sharif Naeini , Jean A Ouellet , Laura S Stone , Lisbet Haglund (2025) Senolytic treatment for low back pain Sciences Advances doi: 10.1126/sciadv.adr1719

Bill Bryson The Body: A Guide for Occupants Editorial Doubleday. 2019. ISBN-13 ‏ : ‎ 978‑0385539302.

Sobre el autor: Iker Badiola Etxaburu es doctor en biología, Profesor Pleno en la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU, y director de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.Los campos obligatorios están marcados con *