La tectónica meteoróloga

Fronteras

En una famosa película española estrenada hace más de una década hay una conocida escena en la que el protagonista, que viaja desde el sur de la Península Ibérica hasta el norte, se encuentra con un panorama similar al que vio Frodo al llegar a Mordor cuando se acerca al País Vasco: enormes nubarrones negros, que descargan una lluvia incesante entre truenos y relámpagos, más allá de la barrera montañosa que separa las tierras del norte de la zona castellana.

Aunque esta escena es una exageración cinematográfica para mantener el toque cómico de la película, tampoco está tan lejos de la realidad. Sin duda, el litoral cantábrico es mucho más húmedo que el centro peninsular, incluso en pleno verano. Porque mientras que en Cantabria todas las tardes echo un buen vistazo al cielo antes de salir a dar un paseo para asegurarme de que no me va a pillar ningún chaparrón, a la misma hora mis colegas de Madrid miran hacia el firmamento buscando alguna nubecita que tape el sol de justicia que impera en sus barrios para no agobiarse de calor al segundo paso de su caminata. Y eso que estamos a puntito de entrar en el mes de agosto.

Como os podéis imaginar, la Geología es la culpable de que en el norte tengamos esta climatología tan particular si nos comparamos con la zona castellana. En concreto, todo se debe a la presencia de la Cordillera Cantábrica, esa franja formada por montañas de gran altitud que se desarrolla de manera casi perpendicular al litoral cantábrico y que se extiende desde Galicia hasta el País Vasco como la continuación occidental de los Pirineos. Este cinturón montañoso actúa como una barrera contra la que chocan los vientos cargados de humedad, provocando lo que se conoce como “efecto foehn”, verdadero causante de esta disparidad en la distribución de las precipitaciones.

Cantábrica
Ilustración del efecto foehn. Por Kes47 (?) – Trabajo propio, CC0, Wikimedia Commons

Este fenómeno meteorológico con ese nombre tan raro, procedente del alemán, describe un comportamiento particular que sufre el viento cuando interacciona con elementos montañosos. En concreto, y volviendo al litoral cantábrico, cuando los vientos cargados de humedad procedentes del norte y el noroeste, este último al que en Cantabria llamamos cariñosamente “el gallego”, chocan contra la Cordillera Cantábrica, el aire asciende por la ladera de la montaña enfriándose y perdiendo la humedad, que cae en forma de precipitaciones en ese flanco norte. Cuando supera la altura montañosa, ese aire seco desciende a gran velocidad por la ladera sur mientras se va calentando, provocando un clima más árido y caluroso en tierras de Castilla.

Pero el efecto foehn también se produce en el sentido contrario. Cuando los vientos húmedos procedentes del Atlántico entran en la Península por el norte de Portugal, al chocar contra la Cordillera Cantábrica provocan precipitaciones en la depresión castellana, bajando hacia la franja litoral como un viento fuerte, seco y cálido al que llamamos “viento sur”, que provoca un aumento brusco y anómalo de las temperaturas en el margen cantábrico. Además de importantes dolores de cabeza a mucha gente, entre la que me encuentro yo misma, por el repentino cambio de presión atmosférica.

Hasta aquí la clase de meteorología, volvamos ahora a la Geología, porque, sin esas montañas, no habría variación climática entre las tierras de Castilla y el litoral cantábrico. Y, para conocer el origen de la Cordillera Cantábrica, tenemos que sacar a relucir un evento geológico que ya os he presentado en otras ocasiones, la Orogenia Alpina.

Cantabrica
Representación simplificada del desplazamiento de la microplaca Ibérica desde la ruptura del supercontinente Pangea hasta su choque con la placa Euroasiática. Las flechas rojas marcan el giro sufrido por Iberia, el óvalo rojo resalta la posición de los Pirineos y la Cordillera Cantábrica y Ma significa millones de años. Ilustración: Jone Mendicoa.

Vamos a viajar en el tiempo hasta hace más de 200 millones de años, cuando el último gran supercontinente de la historia de la Tierra, Pangea, empezó a romperse en pedazos. Uno de esos trozos o, mejor dicho, una de las placas tectónicas que se separaron entre sí era la microplaca Ibérica, que empezó a desplazarse realizando un giro en el sentido contrario a las agujas del reloj debido a la apertura del océano Atlántico. Hasta que, hace unos 80 millones de años, chocó en su margen oriental con la placa Euroasiática. En ese momento, la placa Africana también estaba moviéndose hacia el norte, acercándose hacia Eurasia. Pero se encontró en su camino con Iberia y, sin contemplaciones, impactó contra ella, haciendo que nuestra pequeña microplaca cambiara su giro al sentido horario, aplastándose contra Euroasia. Este enorme empuje litosférico sufrido por Iberia, tanto por el norte como por el sur, se calmó bastante hace unos 20 millones de años, pero provocó que todas las rocas depositadas antes del periodo Mioceno se doblasen como un acordeón, elevándose hasta generar unas montañas enormes. Así se formaron los Pirineos y su continuación hacia el margen occidental de la Península Ibérica, es decir, la Cordillera Cantábrica. Nuestra barrera geográfica con Castilla.

Cantábrica
Aspecto del Cabalgamiento Frontal Surpirenaico en Pancorbo (Burgos), donde se observan las capas de rocas plegadas y elevadas sobre la depresión burgalesa (a la derecha de la imagen). La flecha negra marca la dirección del norte y las líneas rojas resaltan el plegamiento de las capas rocosas. Fuente: Ayuntamiento de Pancorbo

Retomando la referencia cinematográfica del principio, cada vez que vuelvo de viaje a Bilbao desde Madrid, rememoro esa escena cuando el autobús llega al túnel de la localidad burgalesa de Pancorbo. Al mirar por la ventanilla, puedo disfrutar de lo que en Geología llamamos el Cabalgamiento Frontal Surpirenaico. Con estas palabras tan técnicas nos estamos refiriendo a capas de rocas formadas hace más de 70 millones de años que, debido al choque de Iberia con Eurasia, se doblaron, plegaron y desplazaron hacia el sur, donde se han quedado apiladas unas sobre otras mirando desafiantes desde su elevada altura a la depresión burgalesa. Y no es extraño que, en ese viaje Madrid-Bilbao, te encuentres con un sol de justicia antes de entrar al túnel y te salude una fina llovizna (txirimiri) cuando sales del mismo. Para mí eso significa que ya estoy llegando a casa.

Como os digo siempre, la Geología está en todo lo que nos rodea y determina por completo nuestra forma de vida. En este caso, hemos visto que, gracias a la Orogenia Alpina, el litoral cantábrico es una hermosa zona húmeda teñida del verde de los bosques y los prados, que contrasta con el clima más árido y las coloraciones pardas de los paisajes de la meseta castellana. Seguro que no volveréis a mirar de la misma forma a las empinadas montañas que nos rodean.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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