De la tectónica de placas

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La teoría de la tectónica de placas, propuesta en los años sesenta del siglo XX, afirma que la creación, el movimiento y la destrucción de varias placas rígidas, muy delgadas en comparación con el diámetro de la Tierra, son los responsables de la forma de la superficie exterior del planeta. Calificada como revolución al poco de su publicación, es sin duda uno de los descubrimientos científicos más relevantes del siglo XX.

Los descubrimientos que llevaron a la formulación de la tectónica de placas provinieron del palomagnetismo y la oceanografía. A finales de los años cincuenta un pequeño, pero influyente, grupo de físicos basados en Inglaterra en las universidades de Londres y Newcastle y en la Universidad Nacional Australiana estaba estudiando el paleomagnetismo terrestre. Llegaron al convencimiento de que para explicar el posicionamiento aparentemente errático a nivel global del polo magnético, en tiempos geológicos, tenían que asumir que los continentes se habían movido unos respecto a otros. Esta asunción era otra prueba más a favor de la hipótesis de la deriva continental propuesta por Alfred Wegener en 1912, que todavía se debatía acaloradamente, sobre todo en la universidades británicas y australianas, gracias al texto de 1945 Principles of Physical Geology de Arthur Holmes.

En paralelo los oceanógrafos se habían dedicado a cartografiar el fondo marino y a medir anomalías en el flujo de calor, gravedad y magnetismo. Bruce Heezen y Marie Tharp descubrieron en estos datos la existencia de las dorsales oceánicas. Estas enormes cadenas montañosas submarinas presentan algunas características físicas muy llamativas, como pautas de anomalías magnéticas y un valle central (llamado rift) con un flujo de calor importante. A comienzos de los años sesenta, Harry Hess sugirió que las dorsales eran roturas tensionales a través de las que fluía la lava creando nuevo fondo marino, expandiéndose. Esta conjetura recibió apoyo muy poco después por la confirmación de dos predicciones.

En 1963 Fred Vine y Drummond Matthews predijeron que las anomalías magnéticas observadas a cada lado de la dorsal oceánica registraban las inversiones magnéticas globales en forma de lava solidificada. Los físicos habían registrado inversiones magnéticas globales en los continentes usando la radiactividad y tenían, por tanto, una escala temporal. Tan sólo era necesario, por consiguiente, encontrar las líneas paralelas de las anomalías magnéticas a cada lado de las dorsales. Por otra parte, en 1965, un alumno de Hess, J. Tuzo Wilson, predijo que si el fondo marino se estaba extendiendo entonces sería posible encontrar sismológicamente un nuevo tipo de falla a la que llamó “falla transformante”. En 1966, investigadores del Lamont Doherty Geological Observatory encontraron pruebas de ambas predicciones.

De la tectónica de placas

El fondo marino se estaba expandiendo, ¿donde se estaba colocando el nuevo material?¿Acaso la Tierra se estaba expandiendo también? Los científicos consideraron esta posibilidad muy seriamente. Sin embargo fue descartada en cuanto la teoría de la tectónica de placas fue propuesta independientemente por Jason Morgan y Dan Mckenzie, en 1967 y 1968 respectivamente. Ambos proponían que placas rígidas , cada una de ella de aproximadamente 100 km de espesor, cubrían la superficie de la Tierra. Eran estas placas, y no las montañas o los océanos, las características estructurales verdaderamente importantes de la superficie de la Tierra. Se creaban en las dorsales oceánicas de las que se iban separando hasta que se hundían y eran consumidas en las “zonas de subducción”, caracterizadas por una intensa actividad sísmica y anomalías de gravedad negativas. Los modelos matemáticos de los movimientos de las placas concordaban bastante bien con las observaciones sobre el terreno. A comienzos de los años setenta prácticamente todos los geólogos habían aceptado la tectónica de placas como un hecho (excepto en la Unión Soviética y satélites).

Adenda filosófica

La aceptación de la tectónica de placas fue tan rápida por parte de la comunidad científica que despertó el interés del público en general. Algunos geólogos se dedicaron entonces a publicar en las revistas de popularización de la ciencia, a aparecer en programas de televisión y a revisar libros de texto. Pero cuando pasó la euforia inicial, sin embargo, muchos geólogos sufrieron una crisis de confianza: ¿hasta tal punto habían estado equivocados al rechazar la teoría de la deriva continental durante cincuenta años? Y, si la ciencia avanzaba por la paciente acumulación de hechos, como la mayoría de ellos pensaba, ¿podía considerarse científico cambiar en sólo unos años de pensar que los continentes eran estáticos a que se movían?

Respecto a la primera cuestión muchos geólogos (jóvenes en su mayoría) se cuestionaban cómo era posible que sus mayores pudieran haber rechazado la teoría de la deriva continental y haberla tachado de pseudocientífica cuando había pruebas que la apoyaban como las similitudes en la paleontología y litología en las costas a ambos lados del Atlántico y el ajuste de rompecabezas de los continentes. Esta posición era, evidentemente, un caso de presentismo, esto es, juzgar la historia según los valores y conocimientos del presente. La deriva continental fue tomada muy en serio pero no se aceptó como tal porque las pruebas eran sólo “circunstanciales”. La tectónica de placas, por el contrario, tenía una base muchísimo más sólida, además de haber hecho predicciones confirmadas posteriormente. Además era una idea diferente: la introducción de las placas hacía del movimiento de los continentes una consecuencia incidental y no la afirmación teórica clave.

A los geólogos, como decíamos más arriba, les costaba digerir la velocidad con la que se había aceptado la nueva teoría y su encaje en una ciencia construida por la acumulación de datos en el tiempo. En 1962 se publicó “La estructura de la revoluciones científicas” de Thomas Kuhn, libro que fue recibido con brazos abiertos por los geólogos interesados en la cuestión. A finales de los sesenta J. Tuzo Wilson y Allen Cox, por ejemplo, ya hablaban abiertamente de la tectónica de placas como revolución à la Kuhn y de cambio de paradigmas. Algo manifiestamente discutible (la existencia de paradigmas, revoluciones y que, en el caso de existir, la tectónica de placas lo fuese).

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

Esta anotación participa en la VIII Edición del Carnaval de Geología que organiza ::ZTFNews

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