La serpiente de hierro

Fronteras

Posiblemente hayáis pasado alguna vez cerca de unas vías de tren y os han llamado la atención esos fragmentos de rocas que aparecen entre los raíles. Seguro que mucha gente sabréis lo que son y, sobre todo, para lo que sirven, pero para las personas que os habéis preguntado qué demonios es eso, os traigo este artículo. Aunque espero también sorprenderos a quienes ya lo conocíais.

balasto
Detalle de un tramo de vía de ferrocarril, donde se observa el balasto, o balastro, sobre el que se asientan las traviesas y los raíles.

Ese material se llama balasto, o balastro, y se trata de rocas machacadas para obtener fragmentos irregulares con un tamaño de grano grava que se utilizan en ingeniería civil, principalmente como plataforma de base de las vías férreas. La idea es construir una zona estable que no se hunda debido a sufrir la carga de los vehículos que circulen por encima, que tampoco se deforme, lo que alteraría el ancho de vía o su orientación, y que, además, facilite el drenaje del agua de lluvia, evitando así su acumulación en la zona de los raíles. Como os podéis imaginar, esta técnica de construcción no es una idea moderna. Las calzadas romanas ya contaban con una capa de fragmentos de rocas que se colocaban en la base y que se encargaban de evitar el asentamiento de las vías con el paso del tiempo.

Lo que sí ha cambiado en dos mil años, es el tipo de materiales utilizados como balasto. Y aquí es donde tiene mucho que decir la Geología, porque no cualquier roca sirve para este cometido. En la actualidad, hay que seguir un protocolo técnico muy exigente en el que únicamente están permitidas usar rocas con una gran resistencia a la deformación por carga, que no presenten fracturas o zonas de debilidad y que no hayan sufrido alteraciones parciales en su composición por procesos posteriores a su depósito (por ejemplo, por la acción de fluidos hidrotermales que produzcan venas de mineralizaciones secundarias o por la acción de las inclemencias meteorológicas tras su exposición a la intemperie). Vamos, que la lista de posibles materiales usados como balastro es muy pequeña, comparada con la enorme diversidad de tipos de rocas que podemos encontrar en la naturaleza, limitándose a ciertas rocas ígneas plutónicas, como los granitos, a rocas metamórficas con alto contenido en minerales siliciclásticos, como los filones de cuarzo, o a algunas rocas sedimentarias resistentes y compactas, como las calizas.

Pero si hay unas rocas que son las reinas del balasto, esas son las ofitas. Geológicamente hablando, se trata de unas rocas ígneas subvolcánicas, formadas por el ascenso de magmas desde el interior de la tierra hacia la superficie, pero que no llegan a salir al exterior, quedándose encajados a pocos kilómetros de profundidad. En esta situación, los magmas acaban enfriándose en condiciones de baja presión y baja temperatura, lo que provoca que cristalicen lo suficientemente rápido como para que se forme vidrio volcánico, y lo suficientemente lento como para que se formen minerales en su estructura interna. Sí, suena un poco lioso, pero por eso se llaman subvolcánicas, porque son una mezcla entre rocas volcánicas (enfriamiento rápido, sin tiempo para formar cristales) y rocas plutónicas (enfriamiento lento, con tiempo suficiente para generar minerales). Aunque, si me pongo muy estricta, se clasifican como rocas volcánicas de tipo dacitas o basaltos.

Pero, entonces, ¿por qué las llamamos ofitas? Pues por su apariencia externa. Se trata de una denominación clásica originada por el color verde oscuro de estas rocas que, unida a su textura granulosa en superficie, recuerda a los ofidios. Es decir, que parecen la piel de una serpiente. Y, como no, esta apariencia se debe a su composición interna, ya que están formadas, principalmente, por un grupo de minerales llamados piroxenos (con diferentes tonalidades verdosas) entremezclados con unos feldespatos potásicos denominados plagioclasas (de colores grisáceos).

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Aspecto de un afloramiento de ofitas en el que destaca la coloración verde de la roca, debido a la presencia de minerales del grupo de los piroxenos en su estructura interna.

Si alguna vez os encontráis con un afloramiento de ofitas en el campo y decidís partir un pedazo con un martillo geológico para apreciar su hermoso color verde en corte fresco, os daréis cuenta de por qué es la roca favorita para usarla como balasto. Hay que ser de pleno centro de Bilbao para partir un trozo sin una buena maza y un cincel de acero puro, os lo dice una cántabra. Vamos, que los fragmentos de esta roca son capaces de soportar cargas muy pesadas durante mucho tiempo sin deformarse lo más mínimo.

Aquí os he querido mostrar que la relación entre la obra civil y la Geología es tan estrecha, que incluso determina algo, a priori, tan trivial como la elección del material utilizado en la base de las plataformas de asiento de grandes vías de comunicación, como los ferrocarriles. Sólo espero no haber llevado a confusión a nadie que se esperase encontrar un texto sobre marines espaciales del universo de Warhammer con el título que le he puesto. En realidad, es un pequeño juego de palabras con un western clásico y con el origen del término que define al grupo de rocas más utilizado como balasto.

Sobre la autora: Blanca María Martínez es doctora en geología, investigadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y colaboradora externa del departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU

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