De los clones

Experientia docet

Rosas clónicas

El crear clones, copias idénticas genéticamente de organismos vivos , es un proceso biotecnológico tan antiguo como la agricultura. Los primeros clones se produjeron cuando, para reproducir ciertas plantas, los agricultores tomaban un tallo o una rama (esquejes) y lo plantaban en la tierra. El proceso comenzó a usarse miles de años antes de la era común y actualmente es de uso habitual por parte de jardineros y horticultores para conseguir la reproducción, entre otros, de árboles frutales, enredaderas y rosas. De hecho, el biólogo J.B.S. Haldane al crear la palabra “clon” (clone) en 1963 se basó en el clon que usaban los horticultores, basada a su vez en la voz griega para “ramita”.

El empleo del término clon para referirse a la replicación de los genes mismos comenzó a principios de los años setenta, cuando las nuevas técnicas de ADN recombinante permitieron a los científicos cortar genes individuales del genoma de un organismo e insertarlos en el de bacterias, donde se multiplicarían con éstas.

Si bien la reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés) fue descrita por Kjell Kleppe y H. Gobind Khorana, fue el desarrollo por parte del químico Kary B. Mullis de la técnica en 1983 lo que permitió a los científicos crear miles de millones de clones de un gen en un tubo de ensayo. La importancia de esta técnica llevó a algunos a afirmar que la biología se dividía en dos épocas, antes de y después de la PCR; en cualquier caso le valió a su autor el premio Nobel en 1993.

La clonación de organismos completos animales tiene una historia algo más antigua. A finales de los años veinte del siglo XX el embriólogo Hans Spemann consiguió una aproximación a la clonación animal insertando el núcleo de una célula embrionaria de una salamandra en un óvulo del que había extraído el núcleo, y que después se desarrolló como una salamandra independiente. En 1938, ya con el premio Nobel, Spemann planteó que sería posible clonar de forma similar un animal adulto, si bien describió el experimento como “fantasioso”, en parte porque él no sabía cómo hacerlo y en parte porque no sabía si el núcleo de una célula completamente diferenciada de un animal adulto tendría la capacidad para dirigir el desarrollo completo de un organismo a partir de un óvulo.

En esta línea, en 1951 Robert Briggs y Thomas J. King, de los Laboratorios Nacionales de la Salud de los Estados Unidos, consiguieron clonar células embrionarias de rana pero no tuvieron éxito en varios intentos de clonar células más diferenciadas. Sus resultados, así como los de otros laboratorios que trabajaban en este campo, indicaban que cuanto más “viejas” (diferenciadas, esto es, células tomadas de fases posteriores del desarrollo embrionario) fuesen las células de las que se tomaba el núcleo , menos probable era conseguir el desarrollo del clon.

En 1962, John Gurdon, un biólogo del desarrollo que trabajaba en la Universidad de Oxford, afirmó que había sido capaz de producir ranas completamente desarrolladas clonando células supuestamente diferenciadas del revestimiento intestinal de renacuajos. Gurdon argüía que su experimento, si bien sólo tenía éxito en el 2 por ciento de las ocasiones, probaba que las células diferenciadas mantenían la capacidad genética de dirigir el desarrollo. Otros biólogos fueron incapaces de reproducir los resultados de Gurdon. Los científicos que trabajaban con animales de granja fueron capaces de clonar caballos, cerdos, conejos y cabras a partir de células de las primeras fases embrionarias, pero la mayoría consideraba que clonar a partir de células adultas era imposible.

dolly

Sin embargo, a mediados de los años noventa Ian Wilmut, del Instituto de Investigación Roslin, decidió intentar mejorar la eficiencia de lo que ha dado en llamarse “agricultura molecular”, la modificación genética de animales para que produzcan proteínas humanas importantes y valiosas, como los factores de coagulación. Con este objetivo los animales se modificaron inyectando el gen para la proteína en óvulos recién fecundados que se implantaban en el útero de una madre sustituta que lo llevaba a término. El procedimiento tenía éxito solamente en el 5% de los animales resultantes; pero, si estos animales se pudiesen clonar entonces el 95% de fracaso se convertiría e un 100% de éxito. Esta posibilidad llevó a Wilmut a buscar la colaboración de una empresa de biotecnología, PPL Therapeutics.

Wilmut pensó que las células adultas podrían ser clonables si el núcleo se tomaba de células en el estado adecuado. Keith Campbell, un embriólogo que le ayudaba en el experimento, sugirió que las células en la fase G0 (un estado de quiescencia en el que entran cuando no tienen alimento) podrían valer. Confirmaron esta posibilidad en marzo de 1996 cuando nacieron dos corderos que habían clonado a partir de células embrionarias diferenciadas. El siguiente paso fue clonar una oveja a partir de células adultas de la ubre. Como consecuencia de sus trabajos obtuvieron 277 fracasos y un éxito: una oveja, nacida en julio y a la que bautizaron como Dolly (como homenaje a Dolly Parton).

El nacimiento de Dolly fue anunciado públicamente el mes de febrero siguiente (para que PPL Therapeutics tuviese tiempo de registrar la patente del protocolo y la tecnología), lo que provocó inmediatamente el debate sobre la aplicación de la clonación a seres humanos (un debate que, en estos términos, como hemos visto, podría haberse suscitado en cualquier momento en los setenta años precedentes). El debate sigue vivo.

Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance

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