El castigo que nos rodea

Naukas

Hace un momento cogí un bolígrafo del bote para hacer el esquema de este artículo. Elegí uno y, al intentar escribir, no funcionó. Lo volví a poner en el bote y cogí otro, pero tampoco escribía. No fue hasta el tercero que pude comenzar el dichoso esquema. Quizá te sorprenda escuchar que mi conducta estuvo controlada todo el tiempo por castigos, aunque no había nadie increpándome o imponiéndome una pena por elegir bolígrafos estropeados. En sentido psicológico, fue así. Para que nos entendamos, vamos a repasar qué es el castigo desde el punto de vista psicológico y a bosquejar brevemente sus características.

El asunto del castigo puede ser abordado desde disciplinas diversas como la antropología, la sociología, la historia, el derecho y la filosofía. Todas ellas aportan análisis imprescindibles para comprender el fenómeno del castigo en su amplitud. El análisis ético del uso deliberado del castigo es un tema crucial y como tal tendrá un artículo completo. Esto nos permitirá dedicarnos en este a delimitar y caracterizar el tema desde el punto de vista psicológico.

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CASTIGO: LA PALABRA MALDITA

La palabra castigo ejerce un poder aversivo inmediato sobre el lector. Por sí sola evoca golpes, castigos, amenazas y torturas y sentimientos más o menos intensos de miedo. En ese estado es difícil hacer un análisis desapasionado del asunto, incluso si tenemos cuenta que la definición psicológica del castigo no tiene que ver con violencia o agresión de ningún tipo.

Para la psicología, el castigo es un suceso que se presenta tras una respuesta del organismo y que reduce la probabilidad de que dicha respuesta vuelva a aparecer en el futuro. Castigo es lo que ocurre cuando nos quemamos al tocar una estufa caliente, el tiempo que perdemos por elegir una carretera en la que hay un embotellamiento, las ganas de dulce con la que nos quedamos al abrir la despensa y descubrir que se han terminado las galletas. El castigo es un fenómeno que nos rodea todo el tiempo y que controla nuestra conducta, y que no necesariamente implica la acción deliberada o involuntaria de otras personas. Simplemente ocurre en nuestra interacción con el entorno.

La principal característica del castigo es que ocurre inmediatamente después de la aparición de la conducta que castiga y que reduce su probabilidad de aparición en el futuro en esas mismas condiciones: probablemente no volveré a tocar la estufa cuando vea el piloto encendido, no volveré a elegir esa carretera a esa hora y no volveré a abrir la despensa hasta que haya pasado por el súper.

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TIPOS DE CASTIGO

Podemos clasificar los castigos en dos grandes categorías: castigos positivos y castigos negativos. Cada una de estas categorías incluirá a su vez dos formas de presentación: castigos que producen dolor, reprimendas, tiempo fuera y coste de respuesta.

Al igual que no debemos confundir el uso técnico de la palabra castigo con su uso convencional, en este caso las palabras positivo y negativo no tienen la consideración cotidiana de agradable-desagradable ni ninguna consideración moral. Hablamos de castigo positivo cuando la respuesta de la persona va seguida de un estímulo aversivo (e.g. cuando nos caemos por correr demasiado rápido), ya sea de forma incondicional (e.g. dolor) o condicional (e.g. reprimenda). En cambio, nos referimos al castigo negativo cuando la respuesta de la persona va seguida de la pérdida de un estímulo apetitivo (e.g. los puntos del carné de conducir) o de la imposibilidad de acceder a él (e.g. me desplazo hasta el museo un lunes y resulta que está cerrado). Los dos tipos de castigo comparten la misma consecuencia: la conducta emitida disminuirá la probabilidad de darse en el futuro en las mismas condiciones. Tengamos en cuenta estos dos tipos de castigo al analizar la tipología basada en su forma.

Los castigos positivos y negativos cuentan a su vez con dos tipos cada uno: castigos que producen dolor, reprimendas, tiempo fuera y coste de respuesta. Vamos a analizar cada uno de ellos.

  1. Castigos que producen dolor: suelen ser castigos físicos y son los que más problemas éticos conllevan (los analizaremos en el siguiente artículo). Son un tipo de castigo positivo porque implica la aparición de un estímulo aversivo tras la conducta (e.g. nos golpeamos el tobillo al andar con prisas por la casa, nos cortamos al coger de forma descuidada unas tijeras, nuestro padre o madre nos pellizca para que nos callemos cuando decimos algo inapropiado, etc.).
  1. Reprimendas: es otro tipo castigo positivo, tal y como lo definimos anteriormente. Estas consiguen que dejemos de hacer lo que estamos haciendo y que disminuyen la probabilidad de que lo hagamos en el futuro. Para que una reprimenda funcione como castigo, debe haber estado acompañada en el pasado de estímulos aversivos.
  1. Tiempo fuera: consiste en reducir las oportunidades de una persona para obtener refuerzos. Por eso, en este caso hablamos de castigo negativo. Los habituales arrestos que padres y madres imponen a sus hijos/as y que les impiden disfrutar de algo agradable pretender ser una forma de tiempo fuera. También el “rincón de pensar” que a veces se utiliza en las escuelas pretende ser una forma de tiempo fuera. Luego explicaremos por qué utilizamos la palabra “pretende”.
  1. Coste de respuesta: al coste de respuesta se le considera también un tipo de castigo negativo, pero a diferencia del tiempo fuera, no privamos a la persona de las oportunidades de obtener refuerzos sino de los refuerzos mismos. El coste de respuesta lo encontramos cotidianamente cuando el banco nos cobra una comisión por dejar la cuenta en números rojos, cuando vamos a buscar verdura en la nevera para cocinar y ya está pocha o cuando queremos usar el teléfono móvil y lo encontramos descargado.

El efecto de la acción directa del castigo es claro. Cuando una consecuencia desagradable ocurre de forma condicional a la presentación de una respuesta y va seguida por ella en un periodo de tiempo corto (menos de 30 segundos), podemos establecer una relación de causalidad clara entre la aparición del castigo y su efecto sobre esta respuesta en el futuro. Sin embargo, cuando el castigo es demorado, su efecto sobre la respuesta se produce mediante mecanismos más complejos y no explican completamente su efecto sobre la conducta (e.g. dejar de fumar para evitar las consecuencias aversivas de hacerlo).

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TEORÍAS SOBRE EL CASTIGO

No es fácil exponer las diferentes teorías sobre el castigo sin utilizan términos técnicos. Vamos a intentar presentar las principales teorías que se han desarrollado para explicar cómo funcionan los procedimientos de castigo. Todas ellas parecen bastante similares a simple vista, pero presentan diferencias importantes que permiten explicar una amplia variedad de fenómenos.

Teoría de la respuesta emocional condicional

Estes (1944) propuso que el castigo suprime una respuesta a partir de estímulos que indican su aparición, los cuales han sido aprendidos en el pasado. Imaginemos que hay un grupo de chicos que suelen acosar a otro chico en una escuela. Cada vez que el muchacho se encuentra con este grupo, ellos lo empujan, se burlan de él y le quitan el bocadillo. Un día el niño se dirige al segundo piso del colegio y observa que el grupo de acosadores se encuentra en el rellano de la escalera. En el momento en que los ve, el niño se detiene presa del miedo.

Teoría de la evitación del castigo

Posteriormente, Dinsmoor (1954, 1977, 1998) propuso una teoría que explica la respuesta de evitación. Las personas aprenden a escapar de la aparición del castigo haciendo algo que resulta incompatible, con lo que no sólo explica cómo se reduce la respuesta castigada sino cómo se aprenden respuestas alternativas. Un ejemplo de esto ocurría en mi escuela con una maestra que teníamos en 5º curso. Doña Catalina siempre llevaba varios anillos, todos ellos muy grandes y lustrosos. Se decía que cuando mandaba a callar y los alumnos no le hacían caso, ella se quitaba los anillos para abofetear a quien estuviera hablando. Nunca la vi hacerlo, y creo que nadie lo vio jamás, pero eso no impedía que cuando ella se quitaba los anillos después de haber pedido silencio en varias ocasiones, la clase quedara inmediatamente muda. En este caso, quitarse los anillos y colocarlos sobre la mesa indicaba la aparición de un castigo inminente, y ese movimiento se convertía en un estímulo que provocaba la aparición de una respuesta incompatible con la anterior (estar en silencio en lugar de seguir hablando).

La ley negativa del efecto

Una de las teorías más antiguas en el ámbito del aprendizaje es la famosa Ley del Efecto de Thorndike, propuesta en su tesis doctoral en 1898. Según Thorndike, los organismos tienden a repetir los actos que van seguidos de recompensas y a dejar de hacer aquellos que van seguidos del castigos. Desde esta perspectiva, Premack (1971) propuso que cuando una actividad que tiene una probabilidad muy alta de aparecer va seguida de una actividad que tiene una probabilidad muy baja, la segunda actúa como castigo de la primera. Pongamos por caso que pasamos habitualmente por la plaza de nuestro pueblo, pero que ese día se está celebrando una feria de quesos y que todo el que pasa por allí tiene que probar obligatoriamente algunas porciones. A nosotros no nos gusta el queso (comer queso, actividad con poca probabilidad de aparición), por lo que ese día elegimos no pasar por la plaza (conducta con alta probabilidad de aparición).

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FACTORES QUE INFLUYEN EN LA EFICACIA DEL CASTIGO

Como veremos en el próximo artículo, tenemos buenas razones prácticas y éticas para rechazar por norma el castigo como procedimiento para modificar conductas. Sólo lo elegiremos cuando hayamos agotado todas las opciones alternativas o no podamos utilizarlas, y siempre siguiendo una estrictas consideraciones éticas. Sin embargo, es evidente que el castigo existe en cualquiera de sus formas incluso al margen de la conducta de otras personas, y también que todos hacemos uso de él aun sin darnos cuenta. Cuando rechazamos una invitación para ir al cine, elegimos no coger el teléfono cuando suena y ponemos una alarma en casa con un cartel vistoso, estamos utilizando procedimientos de castigo que no implican daño físico y que están socialmente aceptados.

El castigo tiene una mala prensa que casi siempre está justificada. Sin embargo, todos lo utilizamos de forma consciente o no. ¿Por qué lo hacemos? Pues porque funciona. De hecho, funciona mejor que los premios en muchas ocasiones. Si el castigo no fuera un procedimiento útil, hace tiempo que habríamos dejado de usarlo. El problema es que muchas veces lo utilizamos (o pretendemos usarlo) aunque no provoque el efecto que deseamos porque nos ha funcionado en el pasado o porque nos sentimos mejor cuando lo hacemos. En las consultas de psicología nos encontramos cotidianamente con padres y madres que utilizan mal los castigos (tanto desde un punto de vista ético como pragmático). Como las consideraciones éticas serán tratadas posteriormente, vamos a centrarnos en las segundas.

Anteriormente explicamos que algunos procedimientos “pretenden” ser castigos cuando no lo son. Esta apreciación es importante, ya que desde el punto de vista psicológico, sólo consideramos castigo a un suceso cuando provoca que la respuesta que le precede reduce su probabilidad de aparición en el futuro. Esto quiere decir que muchas veces “castigamos” pero realmente no estamos castigando. Por ejemplo, si enviamos al niño a su habitación durante 5 minutos (el tiempo habitual recomendado para los procedimientos de tiempo fuera) pero en su habitación tiene juegos a los que le gusta mucho jugar, este procedimiento no sería técnicamente un castigo. Tampoco hablamos de castigo cuando arrestamos a un menor sin su consola de videojuegos si jugar a su consola no es algo que elija hacer habitualmente. No podemos saber realmente si un castigo es realmente un castigo hasta que lo pongamos en práctica y comprobamos su efecto.

En muchas ocasiones, un castigo no sólo no hace disminuir una conducta sino que la aumenta, actuando como reforzador. Por ejemplo, enviar a un niño al “rincón de pensar” por perturbar la clase puede hacer que consiga atención por parte de sus compañeros/as y acabe convirtiendo esta consecuencia en un reforzador de la conducta que queríamos reducir. Ocurre lo mismo cuando los padres y madres arrestan a una hija sin acudir a una excursión por no hacer sus deberes y luego la invitar a comer a un sitio que a ella le gusta para mitigar su propia culpabilidad.

Para que un castigo funcione realmente, debe tener una intensidad adecuada al comienzo de su presentación. Los estudios indican que presentar castigos demasiado pequeños al principio hace que los castigos más intensos posteriores sean menos eficaces. Pongamos que le gustamos mucho a una persona y que esta nos envía mensajes continuamente. Si al principio tardo unas horas en responder a sus mensajes y luego demoro días, es más probable que siga enviándome mensajes que si elijo responderle al cabo de muchos días desde el primer momento. Eso sí, si el castigo es demasiado intenso, provocará otras respuestas indeseables, como veremos en el artículo siguiente.

También hay que tener en cuenta que, por norma general, el castigo será más eficaz si se administra inmediatamente después de la conducta que queremos reducir o eliminar. Si la demora es larga, es posible que la persona realice otras conductas deseables que acabemos castigando sin querer.

Por último, el castigo es eficaz cuando sigue a cada aparición de la conducta a reducir y no sólo en ocasiones. Desde un punto de vista práctico, si sólo podemos castigar la conducta inadecuada en ocasiones, es mejor optar por otros procedimientos de modificación de conducta.

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EPÍLOGO DE LA PRIMERA PARTE

Estamos rodeados por el castigo, aunque casi nunca seamos conscientes de ello. En ocasiones, ese castigo depende de otras personas, pero en otras son simplemente consecuencias que el mundo nos brinda sin la participación humana. Todos utilizamos el castigo en nuestras relaciones cotidianas aunque no nos demos cuenta de ello. Sin darnos cuenta, podemos estar castigando conductas de los demás que nos gustaría que aumentaran. Ese es el motivo de que sea útil darnos cuenta de si lo que estamos haciendo puede aumentar o disminuir la aparición de ciertas conductas en los demás. Los problemas que nos vamos a encontrar a la hora de utilizar deliberadamente el castigo son de naturaleza práctica, pero también ética. Por eso dedicaremos el próximo artículo a analizar las consideraciones que se deben tener a la hora de elegir y utilizar adecuadamente el castigo.

Este post ha sido realizado por Eparquio Delgado (@eparquidelgado) y es una colaboración de Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

BIBLIOGRAFÍA

Benjumea, S. (2004). Cómo aprenden los animales… y la mayoría de las personas. Sofía, el refugio-escuela. Revisado el 15 de mayo de 2016, en

Dinsmoor, J. A. (1954). Punishment: I. The avoidance hypothesis. PsychologicalReview, 61, 34–46.

Dinsmoor, J. A. (1977). Escape, avoidance, punishment: Where do we stand? Journal of the ExperimentalAnalysis of Behavior, 28, 83-95.

Dinsmoor, J. A. (1998). Punishment. En W. O’Donohue (Ed.), Learning andbehavior therapy (pp. 188–204). Boston: Allyn Bacon.

Domjan, M. (2010). Control aversivo: evitación y castigo. En M. Domjan, Principios de aprendizaje y conducta (Sexta edición). Mexico D.F.: Cengage Learning, Inc.

Estes, W.K. (1944). An experimental study of punishment. Psychological Monographs, 57 (3, completo Nº 263)

Martin, G. y Pear, J. (2008). Eliminar la conducta inapropiada mediante el castigo. En G. Martin y J. Pear, Modificación de conducta: qué es y cómo aplicarla. Madrid: Pearson Educación.

Premack, D. (1971a). Catching up with common sense, or two sides of a generalization: Reinforcement and punishment. In R. Glaser (Ed), The nature of reinforcement. New York: Academic Press.

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