En 1787 la Marina Real de la Gran Bretaña envió el HMAV Bounty a Tahití para recolectar especímenes del árbol del pan y llevarlos al Caribe. El objetivo era cultivar esos árboles para alimentar con el fruto del pan a los esclavos que trabajaban en las plantaciones de azúcar de las Antillas. La historia ha sido narrada en cinco películas de cine, la primera, muda, de 1916 y la última de 1984. El teniente William Bligh fue designado para capitanear el navío pero, como es sabido, no pudo cumplir su misión porque en abril de 1789, 23 días después de partir de la isla, la tripulación se amotinó y tiró por la borda los más de mil ejemplares que habían recogido. El teniente fue abandonado en la lancha de la Bounty junto con otros 18 hombres que se mantuvieron leales. A pesar de lo ocurrido, Bligh, ya con rango de capitán, fue enviado de nuevo a Tahití poco tiempo después con idéntico propósito, y en 1792 embarcó dos mil ejemplares del árbol del pan y los transportó a Jamaica, donde 678 dieron fruto. Desde entonces es un cultivo importante en el Caribe aunque, quizás por el sabor y textura de la variedad cultivada en esa zona, no goce de especial predilección por parte de los antillanos.
Hay investigadores, sin embargo, que creen que el fruto del pan puede alimentar a millones de personas, y muy especialmente a las que viven en países de clima tropical, donde no son raras la escasez e inseguridad alimentarias. El árbol del pan, Artocarpus altilis, procede de las islas Molucas y las Filipinas, y fue llevado por los maoríes en sus expediciones a lo largo del Pacífico hasta zonas tan alejadas como las islas Hawai. En cada uno de los enclaves a los que llegó se desarrolló una variedad adaptada a sus condiciones. Por esa razón hay excelentes perspectivas de generar variedades ad hoc para zonas del planeta diferentes.
Los árboles del pan producen unos 320 kg de fruta por árbol y año. Para hacernos una idea, un fruto de 3 kg proporciona los carbohidratos que consume cada día una familia de cinco miembros. Tiene alto contenido en minerales y vitaminas, y es una buena fuente de carbohidratos sin gluten. Además, sus proteínas tienen una alta proporción de aminoácidos esenciales. La limitación más importante para su cultivo es que los inviernos han de ser muy suaves.
Seguramente, su introducción en zonas nuevas no será fácil. Por una parte, hay dificultades técnicas relativas al modo de propagación, aunque se están resolviendo poco a poco gracias a la investigación realizada durante más de una década, investigación que ha permitido contar con plantones de 48 variedades obtenidos mediante cultivos de tejido. Y por otro lado, la incorporación de nuevos alimentos a la dieta necesita tiempo, y para ello es importante buscar las variedades que mejor se acomoden al gusto de la gente de los lugares en los que se pretenda cultivar.
El fruto del pan ha tenido un curioso -y no muy lucido- destino hasta la fecha. En el siglo XVIII hubo quien pensó que podría llegar a convertirse en uno de los principales alimentos de la humanidad, pero su cultivo no se extendió más allá de algunos lugares en el Caribe. Doscientos años después, un interés renovado ha hecho del árbol del pan objeto de un ambicioso programa de investigación. Pero bien podría ocurrir que, a la postre, ese programa se convierta en la versión contemporánea de los afanes del capitán Bligh, sólo que sin las posibilidades cinematográficas de tan famoso motín.
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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Este artículo fue publicado el 20/7/14 en la sección con_ciencia del diario Deia
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