12.000 años de desastre ecológico

Fronteras

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Uno de los primeros y peores desastres ecológicos causados por la humanidad sigue su curso hoy en día. Me refiero a la deforestación a gran escala ocasionada por la agricultura, ahora industrial. Un estudio recientei de la organización Forest Trends nos explica que el 71% de la destrucción de las selvas tropicales durante los últimos años se debe a la tala para obtener nuevas tierras de cultivo comercial, y al menos el 49% se hizo de manera ilegal. En el periodo 2000-2012 esta deforestación ilegal representó la pérdida de 200.000 km2 de jungla, una extensión similar a la de Bielorrusia. O sea, unos cinco camposdefútbol por minuto.

Como te digo, esto de destruir los bosques para conseguir tierras de cultivo es muy antiguo, tan antiguo como la agricultura y la ganadería, que inventamos hace unos 12.000 años.ii Se llama agricultura de tala y quema, y venimos practicándola desde el principio. El motivo resulta sencillo: la manera más fácil de adquirir extensas tierras de cultivo o pastoreo es cargarse el bosque que hay encima. Hacha, antorcha y a otra cosa. La deforestación con propósitos agrícolas debe remontarse por lo menos al momento en que comenzamos a sedentarizarnos y nuestra población empezó a crecer, allá por el Neolítico o incluso el Mesolítico.iii Y no hemos parado desde entonces.

Aunque va por zonas. Por ejemplo, el bosque virgen de Europa Occidental resultó aniquilado casi por completo, pero actualmente se está recuperando a causa del abandono de las actividades rurales y los programas de reforestación en el mundo desarrollado. Sin embargo, en otras zonas la catástrofe prosigue a toda máquina. Este es el caso, por ejemplo, de Brasil o Indonesia, donde las quemas a gran escala pueden verse perfectamente desde el espacio e incluso provocar fenómenos como las Brumas del Sudeste Asiático de 2006 o 2013. Estas súper-brumas ocasionaron molestias respiratorias, obligaron a cerrar escuelas y causaron problemas severos para la navegación aérea y marítima a lo largo de varios países. Sin embargo, la gente del campo no estaba muy preocupada. En palabras de uno de ellos, “si no quemamos el bosque, ¿de qué vamos a comer?”iv Así de simple, durante estos últimos doce milenios.

Históricamente, estas formas de deforestación se utilizaban sobre todo para la agricultura y ganadería de subsistencia. No por eso se deforestaba poco, ¿eh?, que los seres humanos necesitamos grandes extensiones de pastos y cultivos en cuanto nuestra población aumenta un poco. Pero últimamente se ha venido a añadir la agricultura comercial. Esto es, la proliferación de plantaciones destinadas ya no sólo a alimentarse, sino a obtener productos para la producción industrial o la exportación. Tal como te decía al principio, el 71% de la destrucción de las junglas tropicales durante los últimos años fue para producir esta clase de productos agropecuarios comerciales, con sólo el 29% restante dedicado a la subsistencia, la urbanización, el desarrollo de infraestructuras y demás.

¿Y cuál es esta clase de productos agropecuarios comerciales? Pues por ejemplo, la soja, el aceite de palma y el ganado vacuno. Según el informe de Forest Trends, la tercera parte del ganado vacuno, el 70% de la soja y la totalidad del aceite de palma que se negocia en los mercados internacionales procede de estos países con bosques tropicales. Los biocombustibles, aunque menos, también presionan. No es un negocio pequeño. Deja buen dinero. Y donde corre buen dinero, suele ocurrir que se dispare la codicia y la corrupción. Por ello, casi la mitad de toda esta deforestación es ilegal o sucede en zonas grises de la ley, por la vía de untar voluntades y demás chanchullos.

No sólo eso: los leñadores furtivos y las compañías que tienen detrás a menudo cometen actos de violencia contra quienes pretenden plantarles cara, en ocasiones llegando al asesinato de los subversivos más molestos. Este fue el caso, por ejemplo, de los líderes indígenas peruanos Edwin Chota, Leoncio Quincima, Jorge Ríos y Francisco Pinedo, brutalmente asesinados este mismo mes pasado.v No son los únicos. Hay un chorrillo constante de crímenes contra quienes intentan poner coto a los desmanes de los furtivos, las corporaciones y sus sicarios, que van desde palizas y violaciones hasta torturas y muertes.

Los daños al medio ambiente son igualmente severos. Se reduce notablemente la biodiversidad,vi se altera el ciclo hidrológico, las quemas emiten a la atmósfera 1.470 millones de toneladas de carbono al año (la cuarta parte de todo lo que emite la Unión Europea consumiendo combustibles fósiles), y estos pulmones planetarios se van reduciendo más y más. Adicionalmente, las comunidades tradicionales que dependen de la silvicultura se ven empujadas al exilio y la exclusión. Y es pan para hoy y hambre para mañana: un informe de la Convención para la Diversidad Biológica estimó en 2008 que estos y otros daños al medio podrían significar una reducción del 7% del PIB global para 2050 afectando, como siempre, a los más pobres y débiles.vii

Por supuesto, los seres humanos no somos la única especie capaz de provocar catástrofes ecológicas. Todas pueden hacerlo en mayor o menor grado, y muchas lo han hecho aunque sea a escala local. La mayor catástrofe ecológica de todos los tiempos no fue cosa nuestra, pues aún faltaban 2.300 millones de años para que nos asomásemos por aquí. Fue cosa de las cianobacterias, que aparecieron unos 200 millones de años antes y se dedicaron a producir oxígeno por fotosíntesis. Así se puso en marcha la Gran Oxidación, también llamada la catástrofe del oxígeno, que se cargó la segunda atmósfera de la Tierra entera para dar lugar a la tercera, la que respiramos hoy. Esto pudo liquidar a la mayor parte de los anaerobios obligatorios que entonces dominaban el mundo y disparar la Glaciación Huroniana, una de las más severas que ha sufrido nuestro planeta. Toma ya desastre ecológico. Pero, sin eso, los aerobios no habríamos tenido nuestra oportunidad jamás.

No obstante, los humanos somos los únicos vivientes de por aquí capaces de comprender por qué es una mala idea alterar nuestro ecosistema hasta extremos cuyos efectos a medio y largo plazo ignoramos. Es nuestra responsabilidad cuidarlo, porque somos los únicos terrestres que podemos darnos cuenta de los riesgos y actuar sensatamente. Tenemos la capacidad. Aunque, por el momento, nadie lo diría, a tenor de cómo nos ciega la avaricia y la irresponsabilidad.

ii Barker, G.: «The Agricultural Revolution in Prehistory: Why did Foragers become Farmers?«Oxford University Press, marzo de 2009. ISBN 978-0-19-955995-4.

iii Brown, T.: «Clearances and Clearings: Deforestation in Mesolithic/Neolithic Britain«. Oxford Journal of Archaeology 16 (2): 133 (1997). doi:10.1111/1468-0092.00030.

iv Madian, A: «Haze creates regional human-environment Crisis.«Malaysian National News Agency, 20 de octubre de 2006.

vi Young, E.: «Biodiversity wipeout facing South East Asia.«New Scientist, 23 de julio de 2003.

vii Black, R.: «Nature loss ‘to hurt global poor.’«BBC News, 29 de mayo de 2008.

Sobre el autor: Antonio Cantó (@lapizarradeyuri) es polímata y autor de La pizarra de Yuri

3 comentarios

  • Avatar de Dagoberto Ramírez Alarcón

    Excelente nota, Dn. César.
    Aquí en Chile y a comienzos del pasado siglo, a colonos europeos se les dio la posibilidad de asentarse en nuestro país. Oviamente, la primera medida que
    tomaron fue «lograr» tierras agrícolas monocultivo arrasando a fuego la
    milenaria selva austral entonces existente. Según historiadores, los incedios
    duraron años y nos legaron la erosión que hoy «disfrutamos»

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