La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (3): La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins

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La biología del siglo XX había desarrollado el darwinismo considerando que el cambio evolutivo ocurre en el nivel génico. En ocasiones, esto condujo a la idea de que dicho cambio es el que ocurre en la frecuencia de genes en un acervo genético. George C Williams (1966) desarrolló una visión rigurosa de ese punto de vista con la intención, precisamente, de rebatir la noción de que la selección opera en beneficio de unidades mayores que los genes, como por ejemplo, las poblaciones. Este autor empieza su crítica caracterizando la adaptación como un concepto oneroso, que sólo debe invocarse cuando no se puede recurrir a explicaciones más simples. Y a partir de ahí, sostiene que no se deben invocar niveles de selección superiores al individuo (el convencional darwiniano) a menos que no haya otra opción. Formula su doctrina de la siguiente forma:

“La regla fundamental –quizás doctrina sería un término más adecuado- es que la adaptación es un concepto oneroso que sólo debería usarse cuando sea realmente necesario. Cuando tengamos que recurrir a ella, debería atribuirse a un nivel de organización no superior al demandado por la evidencia. A la hora de explicar la adaptación, debería asumirse la idoneidad de la forma más simple de selección natural, la de alelos alternativos en poblaciones mendelianas, a menos que la evidencia deje clara la insuficiencia de esta teoría.”

Esa apelación lleva a Williams a rechazar todas las propuestas de selección de grupo, siempre que los mismos fenómenos puedan explicarse por la selección organísmica darwiniana. Según Williams, la cooperación, el control, el altruismo no han evolucionado porque esos rasgos hagan que grupos enteros o especies estén mejor adaptados que sus rivales egoístas. Incluso si el altruismo hace mejor a un grupo de alguna forma, eso no impedirá que un mutante egoísta invada un grupo armonioso y prolifere a expensas de los demás. El proceso competitivo que ocurre a un nivel inferior en el seno de un grupo como ese superará cualquier ventaja que pueda tener el grupo como tal.

Además de criticar las explicaciones en términos de beneficio en el nivel del grupo, Williams argumentó que todos los procesos evolutivos, incluso aquellos en que los individuos compiten dentro de una población, pueden ser entendidos en el nivel del gen; en cada caso, un alelo eleva su frecuencia porque tiene alguna ventaja neta sobre alelos rivales en su locus, como consecuencia de la totalidad de los efectos que el alelo ejerce en las células y los organismos que lo contienen. En palabras de Stephen J. Gould (2002), Williams en ese párrafo enuncia el manifiesto de la reducción darwinista definitiva, pues aunque habla de adaptación a nivel organísmico, ello es consecuencia de la selección génica. Gould critica la forma en que Williams utiliza algo que podría entenderse como el principio de parsimonia, pues en vez de referirlo a los argumentos o a las nociones que han de sustentar una teoría, lo lleva a los elementos que forman parte del mecanismo evolutivo. Esto es, invoca una simplificación de los mecanismos de la naturaleza (una declaración de reduccionismo), y no una simplificación de los argumentos en defensa de la teoría (parsimonia). En ese sentido, sostiene que si el argumento de Williams se considerase correcto por su apelación a la supuesta mayor simplicidad de la selección de gen, la explicación lamarkiana de la evolución sería más aceptable que la darwiniana, puesto que propone un único paso en el mecanismo de adaptación y no dos como exige el punto de vista darwiniano. El libro de Williams tuvo una influencia enorme.

Richard Dawkins (1976) presentó a los organismos como torpes robots gigantes programados por nuestros genes. Éstos realizan dos tareas; una es que se replican –por eso los considera replicators– y la otra que, como contienen las instrucciones para construir organismos individuales, gobiernan esa labor de construcción. Los organismos son, en esa visión, los vehículos que permiten que los genes se mantengan lo más inalterados posible y que luego harán uso de una maquinaria específica para ayudar a éstos a replicarse. Son, en cierto modo, responsables de su propia supervivencia en el futuro. Su probabilidad de supervivencia depende de la eficiencia de los cuerpos en los que viven y cuya construcción han controlado de forma indirecta. Un cuerpo, un organismo, es un vehículo temporal para una combinación transitoria de genes, una máquina de supervivencia (survival machine) en su terminología.

Para Dawkins, toda la evolución es el resultado de un prolongado combate entre genes egoístas. Los genes pueden persistir, en forma de copias, mientras que los organismos y grupos van y vienen. Aunque organismos como los nuestros son parte importante del mundo vivo, no somos unidades de selección y cualquier cosa que evolucione no lo hace en nuestro beneficio evolutivo, sino en beneficio de nuestros genes. En la teoría de Dawkins del gen egoísta (y también en los planteamientos de Williams, que aquél sigue fielmente) los replicadores –o sea, los genes- han de transmitir copias fieles, o mínimamente alteradas, de sí mismos a través de las generaciones.

Referencias:

Richard Dawkins (1976): The Selfish Gene Oxford University Press, Londres

Stephen Jay Gould (2002): The Structure of the Theory of Evolution Harvard University Press, Cambridge

George C. Williams (1966): Adaptation and Natural Selection Princeton University Press, Princeton


Esta serie está formada por los siguientes capítulos:

  1. En el comienzo fue Darwin
  2. La selección grupal de Wynne-Edwards
  3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
  4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
  5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
  6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
  7. La selección multinivel
  8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
  9. Algunas propuestas unificadoras
  10. La selección de grupo
  11. La conquista social de la Tierra
  12. Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
  13. El turno de David Wilson
  14. El papel de la coevolución genético-cultural

Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU

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