Los parabenos usados en cosmética son seguros

Fronteras

Recientemente el CIR (Cosmetic Ingredient Review), que es el panel de expertos en EEUU en materia de cosmética, ha publicado la última revisión sobre los parabenos y su uso en cosmética. El CIR es el organismo análogo al SCCS europeo. Ambos organismos se han encargado de recopilar todos los estudios científicos independientes relativos al uso de parabenos en cosmética y así poder hacer una evaluación exhaustiva de sus implicaciones en la salud. Los dos organismos están libres de conflictos de interés y actúan de forma completamente independiente.

Los parabenos se utilizan en cosmética como conservantes. Tienen actividad antimicrobiana y antifúngica, por lo que protegen al producto de la degradación y por tanto, protegen al consumidor. Su uso se ha puesto en entredicho desde 2004, cuando se publicó un estudio realizado en una universidad de Reino Unido en el que se habían detectado parabenos en tejido tumoral mamario. Aunque las conclusiones de este estudio no fueron que los parabenos estuviesen implicados en el cáncer de mama, muchos medios de comunicación lo contaron así. Después de ese estudio se hicieron cientos de estudios más para tratar de encontrar alguna relación entre el cáncer y el uso de parabenos en cosmética. Todos los estudios científicos realizados hasta la fecha han desestimado esta relación. La evidencia científica nos dice que los parabenos usados en cosmética son seguros.

El panel de expertos del CIR está compuesto por dermatólogos, toxicólogos, químicos, defensores de la protección del consumidor y expertos en salud pública que han sido nominados públicamente por grupos de consumidores, científicos y médicos, agencias gubernamentales e industrias. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA), la Federación de Consumidores de América (CFA) y la industria participan como miembros sin derecho a voto en las deliberaciones del panel de expertos del CIR.

En esta última revisión sobre los parabenos se ha evaluado su posible efecto como disruptores endocrinos, el efecto de la bioacumulación y uso prolongado, y las diferentes fuentes de exposición, no solo cosmética, sino a través de fármacos y alimentos. La conclusión a la que han llegado es clara: los parabenos usados en cosmética son seguros.

Imagen de www.cosmeticosaldesnudo.com

Cuando hablamos de parabenos, nos referimos a una familia de compuestos muy amplia. Los parabenos son derivados del ácido para-hidroxibenzoico (PHBA) que se produce de forma natural en muchas frutas y verduras, como pepinos, zanahorias, cerezas, arándanos y cebollas, así como en la descomposición de algunos aminoácidos en nuestro organismo. Sin embargo, los parabenos que utilizamos en los cosméticos son de síntesis, por lo que no se malgastan plantas ni alimentos en su fabricación. Producimos PHBA a través de la reacción modificada de Kolbe-Schmitt entre el dióxido de carbono y el benzoato de potasio, que a su vez se obtiene del ácido benzoico que podemos extraer del petróleo. Es un proceso relativamente sencillo y que produce menor impacto medioambiental que su extracción de plantas.

En cosmética solo se utilizan el metil, etil, propil y butilparaben y sus sales. Es decir, no todos los compuestos denominados parabenos pueden emplearse en cosmética. De hecho, en el Reglamento de la UE es donde se especifica los compuestos que podemos usar en cosmética y en qué cantidades. En ese reglamento aparecen estos parabenos. En el anexo V encontramos los parabenos permitidos en cosmética y la concentración a la que se pueden emplear. 0,8% en el caso de mezclas de parabenos y 0,4% en el caso de usar un único parabeno. Los parabenos permitidos en cosmética los denominamos “parabenos de cadena corta” para diferenciarlos de los parabenos que sí han demostrado cierto efecto estrogénico, los “parabenos de cadena larga”. Por cierto, los parabenos de cadena larga no se emplean en cosmética.

Para que un compuesto llegue a formar parte de la lista de ingredientes permitidos en un cosmético debe demostrar que su uso está justificado, es decir, que cumple una función coherente dentro del producto, y debe demostrar que su uso es seguro. Para ello se hacen estudios toxicológicos. En los estudios toxicológicos se mide qué cantidades se pueden emplear sin que supongan un riesgo para la salud. Se tienen en cuenta los efectos acumulativos, es decir, cómo influiría un uso prolongado, y el llamado “efecto cóctel”, es decir, cómo interfiere con otros ingredientes. Para la evaluación toxicológica se emplean varios parámetros, como el MoS, que es la relación existente entre el valor del NOAEL (No Observed Adverse Effects Level: cantidad máxima de producto administrado con la que no se observan efectos adversos, 10.000 veces por debajo del DL50), y la SED (Dosis de Exposición Sistémica). Es decir, se mide. A partir de estos y otros parámetros se calculan las concentraciones permitidas, que están muy por debajo de las dosis con efectos tóxicos detectables. Así que cuando se determina el 0,8% de concentración máxima de parabenos en un cosmético, estamos siendo extremadamente prudentes.

Llevamos utilizando parabenos en cosmética casi 80 años. La razón es que son muy versátiles y estables en prácticamente cualquier tipo de formulación cosmética. Combaten la proliferación de un amplio espectro de hongos y bacterias, por lo que son muy seguros. Funcionan a baja concentración, por lo que se emplean dosis muy bajas y siguen siendo efectivos. Esto lo vemos en los ingredientes de los cosméticos, ya que aparecen como los últimos de la lista, es decir, como los componentes minoritarios, ya que las listas de ingredientes van de mayor a menor cantidad en el producto. Y además no son considerados alérgenos, por lo que los encontramos en productos denominados hipoalergénicos y en formulaciones específicas para pieles sensibles y reactivas. Son los mejores conservantes que conocemos.

Desgraciadamente la desinformación y la incultura científica nos ha llevado a la situación actual. Los consumidores no quieren parabenos. No saben lo que son, pero saben que no los quieren. Esa es la razón por la que muchos laboratorios tomaron la decisión de dejar de utilizarlos y poner otros conservantes en su lugar. Si el consumidor tiene un miedo, sea o no infundado, la industria le pone remedio. Por eso en la UE resulta casi imposible encontrar un cosmético que no se publicite como “sin parabenos”.

En lugar de parabenos se emplean otros conservantes como el phenoxyethanol, el sodium benzoate con potassium sorbate, el dehydracetic acid, o el gluconodactone con sodium benzoate. Es decir, otros compuestos que en conjunto dan un resultado similar al de los parabenos. Normalmente se utiliza una combinación de varios para cubrir todo el espectro que antes cubrían los parabenos, y en más concentración, para que la actividad sea equivalente a la de los parabenos. Todos ellos también son seguros.

Afortunadamente la industria llegó a alternativas que respondieron a la presión social contra los parabenos. Para ello no solo tuvieron que cambiar unos conservantes por otros, sino que estos cambios afectaron a la formulación de productos enteros. Por eso la composición de algunos cosméticos en EEUU (donde muchos siguen conteniendo parabenos y a nadie le importa) no es la misma que en Europa. En Europa, el miedo hacia los parabenos fue un monstruo mucho más grande que en EEUU.

Conclusiones

  • Los parabenos son conservantes. Su uso está permitido.

  • La seguridad de los parabenos fue puesta en entredicho por la incorrecta interpretación de un estudio científico publicado en 2004. Ese fue el origen del miedo hacia estos compuestos.

  • Los laboratorios que decidieron dejar de utilizar parabenos no lo hicieron por una razón sanitaria sino por presión social. Tuvieron que reformular sus productos para poder utilizar conservantes diferentes a los parabenos.

  • El CIR ha publicado un trabajo en el que se ha revisado toda la literatura científica acerca de los parabenos. Se ha evaluado su efecto como disruptores endocrinos y su relación con el cáncer, y su efecto bioacumulativo teniendo en cuenta todas las fuentes de exposición, no solo la fuente cosmética. La conclusión es rotunda: los parabenos son seguros.

Sobre la autora: Déborah García Bello es química y divulgadora científica

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