“x”, esa cantidad desconocida

Matemoción

La letra “x” no se usa demasiado en castellano; solo la “k” y la “w” son menos frecuentes que ella. Sin embargo, es la letra que utilizamos para rellenar las quinielas, contestar cuestionarios tipo test o decidir en la declaración de la renta a quien deseamos dar un porcentaje de nuestros impuestos. ¿Quizás se use en estos casos por su simetría? ¿O quizás porque es realmente un misterio saber si hemos acertado los resultados de los partidos de fútbol, si nuestro cuestionario contiene errores o si nuestra contribución servirá para mejorar la vida de alguna persona?

Imagen: Freepik.

En matemáticas la “x” representa precisamente las incógnitas, las cantidades desconocidas. Tampoco se conoce el origen de esta notación, existen diferentes teorías, pero no muy fiables.

¿Un problema de impresión?

Lo que sí se conoce es que en La geometría, uno de los apéndices del Discurso del método (1637), Réné Descartes introdujo la notación algebraica como la utilizamos hoy en día, declarando que usaría las letras finales del alfabeto, (x, y, z) para las incógnitas y las primeras (a, b, c) para las constantes. Algunas hipótesis señalan que el impresor de Descartes habría pedido al filósofo que, para nombrar una incógnita, utilizase las letras del alfabeto que aparecían con menor frecuencia en un texto escrito para no desperdiciar aquellas más utilizadas y que escaseaban.

En su cuento X-ing a paragrab (1849) –X en un suelto– el escritor Edgar Allan Poe también relacionó la “x” con un problema de impresión.

Este breve relato narra una peculiar contienda entre los directores de los diarios La Tetera y La Gaceta de la ciudad de Nópolis. Veleta Cabezudo –director de La Tetera–, ofendido porque John Smith –director de La Gaceta–, se ha burlado de él por utilizar un lenguaje grandilocuente (con muchas expresiones forzadas del tipo ¡Oh!) decide enviarle una respuesta a través de un mensaje en su diario en estos términos:

«¡Oh, John; oh, tonto! ¿Cómo no te tomo encono, lomo de plomo? ¡Ve a Concord, John, antes de todo! ¡Vuelve pronto, gran mono romo! ¡Oh, eres un sollo, un oso, un topo, un lobo, un pollo! ¡No un mozo, no! ¡Tonto goloso! ¡Coloso sordo! ¡Te tomo odio, John! ¡Ya oigo tu coro, loco! ¿Somos bobos nosotros? ¡Tordo rojo! ¡Pon el hombro, y ve a Concord en otoño, con los colonos!», etc.

El aprendiz a quien se le ha encargado la impresión del texto, Bob, descubre con angustia que el cajetín de las “oes” mayúsculas (y también el de las minúsculas) está vacío… y acude al gerente para saber cómo solucionar el problema.

El texto de Poe continúa de la siguiente manera:

La orden que acababa de darle el gerente no era demasiado insólita, pues cosas así suelen ocurrir en las imprentas. Aunque me resulta imposible explicarlo, cuando eso sucede se acude siempre a la x como sustituto de la letra faltante. Quizá la razón resida en que la x tiende a sobreabundar en las cajas de composición (o, por lo menos, así ocurría en otros tiempos), por lo cual los impresores se han ido acostumbrando a emplearla para sustituir otras letras. En cuanto a Bob, frente a un caso como el presente, hubiera considerado escandaloso emplear otra letra que la x, pues tal era su costumbre.

–Tendré que ponerle x a este suelto –se dijo, mientras lo leía lleno de estupefacción–, pero que me cuelguen si no es el suelto con más oes que he visto en mi vida.

Inflexible, sin embargo, procedió a componer usando la x, y así entró el suelto en prensa.

A la mañana siguiente la población de Nópolis se quedó de una pieza al leer en La Tetera el siguiente extraordinario artículo:

«¡Xh, Jxhn, xh, txntx! ¿Cxmx nx te txmx encxnx, lxmx de plxmx! ¡Ve a Cxncxrd, Jxhn, antes de txdx! ¡Vuelve prxntx, gran m xnx rxmx! ¡Xh, eres un sxllx, un xsx, un txpx, un lxbx, un pxllx! ¡Nx un mxzx, nx! ¡Txntx gxlxsx! ¡Cxlxsx sxrdx! ¡Te txmx xdix, Jxhn! ¡Ya xigx tu cxrx, lxcx! ¿Sxmxs bxbxs nxsxtrxs? ¡Txrdx rxjx! ¡Pxn el hxmbrx, y ve a Cxncxrd en xtxñx, cxn Ixs cxlxnxs!», etc.

Los habitantes de Nópolis, al leer al día siguiente en La Tetera semejante galimatías piensan que se trataba de un conjuro diabólico… y corren a linchar a Veleta Cabezudo que ha huido… Y las opiniones sobre lo que decía el mensaje se extienden… Incluso piden su opinión al matemático de Nópolis:

La conclusión más compartida, sin embargo, fue que el asunto era sencillamente extraordinario e inexplicable. Incluso el matemático del pueblo admitió que no encontraba la solución del problema. Como todo el mundo sabía, x representaba una cantidad desconocida, una incógnita; pero en este caso (como hizo notar apropiadamente) había además una cantidad desconocida de x.

Referencias

Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad

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