Ciencia, creencias, política y matar al mensajero

Ciencia infusa

Lo sabemos y somos conscientes de ello: vivimos en una sociedad y una cultura con la ciencia y la tecnología como pilares básicos. Y debemos conocer, aunque sea lo fundamental de ambas o, por lo menos, estar dispuestos a confiar en expertos y científicos que nos expliquen lo que significan, sobre todo cuando hay que tomar decisiones. Sin embargo, confiamos más en nuestras creencias que en la ciencia cuando hay que tomar postura y decidir. Por ejemplo, ocurre con las plantas modificadas genéticamente o transgénicas. Son plantas en las que se han introducido uno o varios genes en el laboratorio con un objetivo concreto: resistencia a insectos y otras plagas, producción de algún componente, resistir la escasez de agua,… Pues bien, Brandon McFadden y Jayson Lusk, de las universidades de Florida en Gainesville y Estatal de Oklahoma en Stillwater, han organizado un estudio sobre los conocimientos de los consumidores estadounidenses sobre los transgénicos, en un país donde la polémica sobre su uso como alimento es intensa y continua. Más adelante viajaremos a Europa para conocer la situación en nuestro entorno más cercano.

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McFadden y Lusk encuestan a 1004 voluntarios, con el 53% de mujeres, en septiembre de 2015. Las preguntas tratan de los conocimientos sobre transgénicos, sus riesgos como alimento, el número de cromosomas alterados, cuánto se cultivan, si deben llevar un aviso en la etiqueta cuando se comercializan, etc.

Solo el 8% de los encuestados afirma que sabe mucho sobre transgénicos, el 32% sabe algo y el 60% o no sabe o no contesta. El 34% considera que son un peligro como alimento y, en cambio, otro 32% afirma que son seguros. Y el restante 32% no se decide entre ambas opciones. Más o menos la mitad de los encuestados no sabe cuantos genes se alteran en un transgénico (con uno vale), y cerca del 5% afirma que ninguno.

Para no alargarnos vamos a la respuesta más sorprendente. El 84% pide, y es lógico, que en la etiqueta del producto comercializado se avise de que contiene un transgénico pero, es de destacar, que el 80% pide, además, que se indique que contiene ADN, que, como sabemos es un componente básico de los seres vivos, o sea, que todos los productos comercializados deberían incluir esta indicación.

En conclusión, en Estados Unidos los consumidores creen que saben de transgénicos más, bastante más, de lo que realmente conocen de estas plantas y de las técnicas necesarias para conseguirlas. Además, es evidente que deben reciclar sus conocimientos antes de atreverse a tomar decisiones. Excepto si las toman según otros parámetros, quizá por sus creencias más que por sus conocimientos.

Es evidente el consenso científico sobre los transgénicos. En un metaanálisis de lo publicado sobre este tema entre 2002 y 2012, Alessandro Nicolia y sus colegas, de la Universidad de Perugia, en Italia, encuentran 1783 artículos sobre la seguridad de los transgénicos. Estos estudios demuestran el mencionado consenso entre los científicos, su cultivo en todo el mundo y que no se ha detectado ningún riesgo en su utilización. Para los autores, el debate sobre transgénicos y su casi prohibición en la Unión Europea por la enorme cantidad de requisitos a cumplir, se debe a complejos factores sociológicos y psicológicos, a la exageración del cociente entre riesgos y beneficios, a aspectos que tienen que ver con la política, y a la falta de difusión de los conocimientos científicos que lleva, en definitiva, a una gran falta de información entre los ciudadanos.

Es más, en un metaanálisis más reciente y extenso, con trabajos publicados desde 1995, Wilhelm Klumper y Matin Qaim, de la Universidad de Gottingen, en Alemania, revisan 147 estudios elegidos por criterios metodológicos entre más de 25000, y llegan a la conclusión de que la siembra de transgénicos reduce el uso de pesticidas en un 37%, mejora la productividad de los cultivos en un 22% y aumentan los beneficios de los agricultores en un 68%. Además, la productividad y los beneficios son mayores en los países en desarrollo que en los desarrollados.

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En Europa, y por acuerdo de la Comisión Europea en 2015, cada país decide si se cultivan transgénicos en su territorio y si se permite su uso como alimento. Hace unos meses, a finales de 2015, la mayoría de los países de la Unión Europea habían decidido no permitir su cultivo. Son 19, del total de 28, los estados que plantean restricciones al cultivo de transgénicos, y España no está entre ellos. En realidad, las plantas autorizadas para el cultivo son muy pocas, más bien solo una, el maíz, pero, en cambio, se permite la importación de 58 plantas transgénicas más, entre ellas el algodón, la soja o la colza.

Para profundizar en esta situación tan sorprendente en que un asunto científico, plenamente aceptado por la comunidad científica, levanta tan encendidos debates como hemos visto en Estados Unidos y, ahora, veamos lo que ocurre en Europa, con un ejemplo muy distinto y, además, muy cercano a nosotros. Fue en octubre de 2013 cuando Juan Segovia, militante de Izquierda Unida y miembro de su Comisión por la Ciencia, publicó en Mundo Obrero, revista de la organización, una propuesta sobre transgénicos titulada “Ecologismo y transgénico: una propuesta desde la izquierda”.

En el texto, Juan Segovia argumentaba que no existen pruebas de que los transgénicos sean peligrosos para la salud y el ambiente. Y, en segundo lugar y ante el argumento más utilizado por la izquierda contra los transgénicos que afirma que su producción y comercialización están controladas por multinacionales como Monsanto, indica que no se diferencia mucho del control que ya existe sobre los cultivos tradicionales. Estas multinacionales son quienes mejoran, producen y venden las semillas y los abonos y pesticidas. La solución, desde la izquierda, no puede ser eliminar la agricultura sino luchar por sistemas públicos y abiertos de mejoras, tanto en la agricultura tradicional como con los transgénicos. Ya hay plantas transgénicas procedentes de organizaciones públicas y no de multinacionales, como el arroz dorado con vitamina A o el trigo sin gluten del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC de Córdoba.

Solo unos días después de la publicación del texto de Juan Segovia en Mundo Obrero, y por presiones de Raúl Ariza, dirigente de IU-Aragón, la propuesta desaparece de la revista. Ahora, si se busca este artículo en la revista a través de Google, aparece una pantalla en blanco y en el vértice superior izquierdo y en letra pequeña, se encuentra la palabra “error”. Es evidente que la censura supone siempre un “error”.

Muchos científicos y divulgadores protestaron por esta conducta censora, sobre todo a través de internet y en sus blogs. Incluso un grupo de ellos, entre los que se encontraba Javier Armentia y Oscar Menéndez, enviaron una carta a Gema Delgado, Redactora Jefe de Mundo Obrero, pidiendo conocer en que argumentos se habían apoyado para retirar la propuesta de Juan Segovia. No conozco la respuesta a esta carta.

Es curioso que una organización que apoya la lucha contra el cambio climático como es Izquierda Unida y, ahora, también la coalición Unidos Podemos, esté en contra de los transgénicos. Ambos temas están apoyados por el mismo consenso científico que afirma que el cambio climático está ocurriendo y está provocado por actividades humanas, y que los transgénicos son seguros. Pero en el caso de las plantas transgénicas el debate, en algunos círculos termina con la censura y, si es necesario, matando al mensajero.

Referencias:

Armentia, J. et al. 2013. Carta abierta a Mundo Obrero. Blog de Javier Armentia.

Cook, J. et al. 2016. Consensus on consensus: a synthesis of consensus estimates on human-caused global warming. Environmental Research Letters doi: 10.1088/1748-9326/11/4/048002

Klumper, W. & M. Qaim. 2014. A meta-analysis of the impacts of genetically modified crops. PLOS ONE 9: e111629

McFadden, B.R. & J.L. Lusk. 2016. What consumers don’t know about genetically modified food, and how that affects beliefs. FASEB Journal doi: 10.1096/fj.201600598

Nicolia, A. et al. 2014. An overview of the last 10 years of genetically engineered crop safety research. Critical Reviews in Biotechnology 34: 77-88.

Segovia, J. 2013. Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda. Mundo Obrero octubre.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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