Ciencia, política y hechos

Fronteras

Donald J. Trump: «El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos con objeto de hacer no competitiva la industria estadounidense» 6 de noviembre de 2012.

El objetivo de la política es estar a cargo de la gestión de grandes grupos de humanos para cambiar el mundo; el objetivo de la ciencia es conocer el universo. En este sentido la política se parece más a una tecnología, dado que lo que pretende es actuar sobre la realidad y cambiarla, mientras que la ciencia sólo intenta conocer lo que existe con la mayor precisión posible. Esta es una más de las razones por las cuales ciencia y política jamás se han llevado y nunca se podrán llevar demasiado bien: porque sus fines están en curso de colisión, siempre lo han estado y siempre lo estarán.

Para la ciencia los hechos son sagrados, porque son la base misma de cualquier explicación del cosmos. Para poder aspirar siquiera a comprender lo que hay es necesario empezar por describirlo con la mayor precisión posible, por lo que los datos son esenciales, básicos y (a ser posible) inmutables. Es cierto que se pueden cometer errores, a veces sistemáticos, en otras ocasiones incluso deliberadamente torticeros, aunque los más perniciosos y difíciles de erradicar son los inconscientes, por su propia naturaleza. Cuando los hechos recogidos son falaces, cuando se falsifican deliberadamente o a veces cuando simplemente cuando se clasifican mal, la ciencia puede llegar a descarrilar de modo espectacular. A nadie le agrada pasar su vida y su carrera profesional defendiendo y enseñando teorías basadas en hechos erróneos, por lo que la ciencia como actividad ha desarrollado con el paso del tiempo métodos ingeniosos para eliminar en la medida de lo posible los errores de los datos.

Las interpretaciones, las hipótesis y las teorías son discutibles; idealmente los datos no, aunque en la realidad se discuten continuamente para poner a prueba su resistencia y solidez. La ciencia respeta el poder del dato; como dice el proverbio muchas bellas e ingeniosas teorías se han venido abajo por culpa de un feo, insignificante e incluso repugnante dato. La más hermosa de las teorías no es capaz de resistir si no puede explicar un dato comprobado.

En política, sin embargo, los datos son una herramienta para modificar la realidad, como todo lo demás. La ciencia, sus teorías y sus datos pueden ser utilizadas en un momento dado, pero ése no es el obvetivo de la política, que no pretende describir sino prescribir: modificar la realidad para hacerla más cercana a un modelo preconcebido. De modo que si la ciencia es útil, se usa, pero si las teorías o los datos resultan ser inconvenientes no hay problema ninguno: se ignoran, se tergiversan, se niegan o se retuercen como convenga en cada caso. Si para convencer a suficientes humanos de que nos apoyen hay que negar que el sol sale por el este o afirmar que la luna está hecha de queso todo vale, por mor de la causa. Si para obtener la ventaja táctica a corto plazo hay que comprometer el futuro a largo plazo no importa, porque al fin y al cabo los votantes o partidarios futuros aún no están aquí mientras que las elecciones son inminentes.

Por eso política y ciencia al final no pueden ser otra cosa que antagónicas. Los científicos, como personas que son, tienen todo tipo de ideas políticas, desde las razonables (esas que cada uno estamos pensando ahora mismo) hasta las más descabelladas (que usted y yo sabemos cuáles son). Pero por deformación profesional los científicos acaban respetando los hechos y los datos, de modo que a la larga todos ellos acaban siendo decepcionados por los políticos y sus ‘hechos maleables’.

Quien respeta lo que hay no puede por menos que perder el respeto a quien es capaz de negar lo evidente con tal de rascar un poco de poder, justificándolo en que es mejor que gobierne él mismo que el de enfrente, que es peor. Por eso ninguna relación entre ciencia y política es estable a largo plazo. Y por eso resulta, una vez más, risible imaginar que la ciencia forma parte de las estructuras de poder. Cuando no puede haber nada más antagónico en el mundo de la política que el respeto reverencial (y crítico) al dato sobre la emoción; a la realidad que es sobre la realidad que debería ser. Y por eso ciencia y poder, al final, no se pueden llevar bien.

Sobre el autor: José Cervera (@Retiario) es periodista especializado en ciencia y tecnología y da clases de periodismo digital.

2 comentarios

  • Avatar de Rawandi

    política y ciencia al final no pueden ser otra cosa que antagónicas

    Discrepo totalmente. Cualquier política sensata tiene que reconocer el gran valor de la verdad empírica y por tanto necesariamente verá en la ciencia a una aliada indispensable para mejorar el mundo. Porque lanzarse a cambiar el mundo sin conocer antes bien la realidad es una receta segura para el desastre. Un ejemplo lo tenemos en el perito agrónomo Lysenko, cuyas descabelladas teorías lamarquistas, apoyadas por Stalin, mataron de hambre a millones de personas en la Unión Soviética.

    • Avatar de Sesamus

      Como bien has dicho, «tiene que reconocer». Realmente, debería; lamentablemente, ocurre más bien poco.

      Las ideologías utilizan la ciencia como herramienta para ellas, tergiversándolas o no.

      Casi siempre verás una ideología (política, religiosa, moral) que intenta poner una teoría o un estudio de su parte, dándose la razón, obviando el resto que no le sirve.

      • Avatar de Rawandi

        ¿Conoces algún partido político que se dedique a negar teorías científicas consolidadas? Hay un gran sector del Partido Republicano de EEUU que niega la teoría evolutiva, pero aparte de eso no creo que haya más ejemplos de actitud política anticientífica.

        Muchos republicanos niegan el alarmismo climático, pero el alarmismo climático no es aún ciencia consolidada y quizá nunca llegue a serlo, pues hasta ahora los modelos del IPCC van sobrecalentados, es decir, que predicen más calentamiento atmosférico (un 27 por ciento más) del que revelan los datos.

        • Avatar de Pedro J.

          «Casi siempre verás una ideología (política, religiosa, moral) que intenta poner una teoría o un estudio de su parte, dándose la razón, obviando el resto que no le sirve»

          Y Rawandi no has puesto un caso práctico de este proceder en su segundo párrafo 🙂

        • Avatar de Rawandi

          El sobrecalentamiento de los modelos (un 27 por ciento más calientes que los datos) lo reconocía en una entrevista reciente el científico alarmista Myles Allen: «Estamos ahora en una temparatura como un grado más caliente que en la época preindustrial, entre 0,9º y 1º, y las temperaturas están todavía subiendo, pero si miramos a este grupo particular de modelos, indican que para el tiempo en el que se alcanza el nivel de emisiones que tenemos, deberíamos tener 1,3º de calentamiento.»

          http://talkradio.co.uk/news/julia-tells-climate-change-author-your-figures-have-been-totally-debunked-17091918664

          • Avatar de Pedro J.

            Dicen que dijo cuando uno puede ir tranquilamente y leer lo que dice le propio Myles Allen en The Guardian:

            «Then the opinion writers piled in. Writing in Breitbart, James Delingpole announced that our paper “concedes that it is now almost impossible that the doomsday predictions made in the last IPCC assessment report of 1.5C warming above pre-industrial levels by 2022 will come true.” Which would be exciting, except that the 2013 IPCC report made no such prediction. In fact, the IPCC specifically assessed that temperatures in the 2020s would be 0.9-1.3C warmer than pre-industrial, the lower end of which is already looking conservative. Anyone who had troubled to read our paper would have found this “IPCC AR5 Ch11 projection” helpfully labelled on two of our figures, and clearly consistent with our new results.

            In the Daily Mail, Graham Stringer, a Labour MP, weighed in: “According to these models, temperatures across the world should now be at least 1.3C above the mid-19th century average.” Except, they don’t show that, and nor did our paper.

            Dicen en mi pueblo que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Parece que sucede lo mismo en internet 🙂

          • Avatar de Rawandi

            uno puede ir tranquilamente y leer lo que dice le propio Myles Allen en The Guardian

            O uno puede ir tranquilamente y escuchar lo que dice el propio Myles Allen en la entrevista radiofónica que enlacé. La frase acerca de la discrepancia entre los modelos y la realidad la pronuncia Allen hacia el primer minuto y medio.

            Quizá Allen disfrute llevándose la contraria a sí mismo, diciendo una cosa un día en una radio y justo la contraria dos días más tarde en un periódico.

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