A la hora de clasificar las rocas en primarias y secundarias los mineralogistas encontraron que los dos grandes problemas de la mineralogía, clasificación y origen, teníanmucho en común. De hecho, era muy difícil hallar una justificación para esta clasificación si no se tenía en cuenta la cosmogonía, esto es, el estudio del origen del planeta y los cambios que se habían producido en él desde entonces.
Desde el siglo XVII los cosmogonistas habían asumido, apartir de la forma globular del planeta, que en el algún momento del pasado había tenido que ser un fluido. En el motivo de esta fluidez ya se podían apreciar dos campos. Estaban los que afirmaban que la fluidez había sido debida al calor, pero eran minoría. La mayoría, los que se dedicaban a la mineralogía, precisamente, preferían el agua, como dejó por escrito Johann Joachim Becher en su Physicae subterraneae (1669).
Los mineralogistas de finales del XVII y del XVIII llegaron al convencimiento de que en algún momento del pasado la superficie de la Tierra estuvo cubierta por un océano muy rico en sustancias químicas. Las rocas primarias habrían sido las primeras en precipitar y cristalizar a partir de este océano formando las grandes cadenas montañosas. Esta conclusión venía soportada por el hecho de que los químicos de la época estuviesen convencidos de que los cristales solo podían formarse a partir de disoluciones acuosas y no a partir de sustancias fundidas.
Conforme el agua veía disminuir la concentración de sustancias y comenzaban a funcionar los mecanismos de la erosión, olas, lluvias, ríos, en las nuevas cadenas montañosas, el océano comenzó a decantar cieno que terminaba solidificándose y formando las rocas secundarias, estratificadas. Esta teoría, conocida como neptunismo, alcanzó su apogeo con Abraham Gottlob Werner. [1]
Desde alrededor de 1830 a 1873 [2] los mineralogistas se vieron arrastrados por los desarrollos de la química moderna, lo que marcó la forma en la que miraban y clasificaban los minerales. Notablemente, sería Jöns Jacob Berzelius, un químico sueco, la persona que distinguió por primera vez entre silicatos y aluminatos, las dos grandes clases de compuestos más abundantes en la corteza terrestre. Como consecuencia de esta influencia química Gustav Rose publicó la clasificación de minerales más exhaustiva y amplia jamás publicada en su Das Krystallo-chemische Mineralsystem (1852). El libro de Rose es un hito de la ciencia y es tan completo que aún se reedita en lengua alemana.
Sin embargo, en su día a día y por motivos prácticos, lo mineralogistas continuaron usando características externas. Friedrich Mohs, conocido por la escala de dureza, desarrolló toda una sistemática de identificación. Pero sería su adaptación a una audiencia americana por parte de James Dwight Dana la que terminaría triunfando. Tanto es así que su System of Mineralogy, publicado originalmente en 1837, no es que fuese un libro de consulta casi obligada como el de Rose, sino libro de texto de refrencia, con continuas actualizaciones hasta 1962 [3].
Notas:
[1] Por su interés, dedicaremos un capítulo completo a esta teoría y su alternativa, el plutonismo, más adelante.
[2] Si bien la primera fecha es groseramente aproximada y un tanto arbitraria, la segunda corresponde con la publicación del texto de microscopía mineral de Rosenbusch, que veremos en la siguiente entrega de la serie.
[3] Tanto es así, que cuando hablemos de clasificación mineral contemporánea ésta no será más que la de Dana actualizada.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Xabi
Cómo sabían de aquella que la Tierra había estado fundida en un pasado más o menos remoto. Pensaba que eso venía de Lord Kelvin, aún así tampoco sé como lo supuso exactamente.
César Tomé
De momento no hemos llegado a esa cuestión, que la reservamos, como indicamos en la nota [1] para cuando hablemos del plutonismo. Sin embargo una idea general ya la explicamos cuando hablamos De la edad de la Tierra.
Xabi
Lo espero con ganas. Creo que ese post ya lo había leído, aunque lo he vuelto a leer.
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