Al hablar de las células del sistema nervioso todo el mundo piensa inmediatamente en las neuronas, unidades de importancia capital porque están especializadas en recibir, procesar y transmitir información a través de señales químicas y eléctricas y sirven, entre otras funciones, para pensar y recordar. Pero las neuronas no están solas en el cerebro, sino que hay otras células que las acompañan y se encargan de tareas tan relevantes como la respuesta inmune o la eliminación de los residuos que se generan en el sistema nervioso central. Estas últimas células han sido las protagonistas de la charla que la doctora en Neurobiología Amanda Sierra ha ofrecido en el programa de conferencias Naukas Pro, que tienen lugar en el marco del evento de divulgación científica Bizkaia Zientzia Plaza, que se celebra en Bilbao del 18 al 25 de septiembre.
En concreto la investigadora Ikerbasque se ha centrado en la microglía, un tipo de célula “muy pequeña que está constantemente escaneando el cerebro” en busca de estructuras dañadas, células muertas o residuos con la intención de eliminarlos.
Según la experta, el cerebro es como una sabana en la que habitan diferentes especies. Si un ejemplar muere, los animales carroñeros eliminan los residuos que se generan, llevando a cabo una función esencial para el equilibrio de ese ecosistema.
En el sistema nervioso ocurre algo parecido. Cuando las células mueren la microglía se encarga de encontrar y fagocitar esos residuos. Pero ¿cómo lo hacen? Lo cierto es que las células muertas emiten señales para llamar la atención de la microglía, se trata de “señales encuéntrame, como la galleta de Alicia en el País de las Maravillas que decía: cómeme”. Esta señal es la que permite que la microglía localice el tejido dañado y lance sus prolongaciones alrededor de la célula muerta formando un bolsillo tridimensional que la envuelve completamente y la atrae hacia sí para poder fagocitarla.
“Una de las preguntas que nos hacemos es qué le ocurre a la microglía después de llevar a cabo ese proceso. Estamos intentando responderla, ya que comerse una célula muerta implica una serie de cambios metabólicos en la microglía, modifica su función”, asegura la experta.
Este tipo de trabajos, que Sierra desarrolla en el laboratorio del Achucarro Basque Center for Neuroscience en el que trabaja, tienen relevancia para descubrir, por ejemplo, cómo se desenvuelven estas células en las situaciones en las que aparecen enfermedades neurodegenerativas. Lamentablemente, en algunos casos como el infarto cerebral o la epilepsia ya se ha detectado que no cumplen correctamente su función, por lo que los residuos se acumulan en el cerebro y se aumenta el daño todavía más.
Las investigaciones de Sierra buscan generar conocimiento para abrir nuevas vías que permitan influir en el proceso de fagocitosis de la microglía, mejorar su eficiencia y acelerar las tareas de limpieza.
La experta aprovechó asimismo la cita para rendir homenaje al investigador Pío del Río Hortega, discípulo del científico vasco Nicolás Achúcarro, que murió en el exilio y fue una figura clave en el descubrimiento y estudio de la microglía hace aproximadamente 100 años. Aunque no lo logró, Río Hortega estuvo nominado al premio Nobel de Medicina en dos ocasiones por su contribución a la ciencia. Sus restos mortales descansan desde 1986 en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de Valladolid, de donde era oriundo.
Sobre la autora: Marta Berard, es periodista, responsable de contenidos de la agencia de comunicación GUK y colaboradora de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
Jorge Cueto
El artículo es muy interesante.
Muchas gracias.
Durante su exilio en Argentina Pío del Río Hortega fue profesor de Histología en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata. Se conservan las preparaciones histológicas que utilizó para muchas de sus investigaciones y, según se dice, algunas de Ramón y Cajal.
Gracias de nuevo.