Pensando estos días sobre el tema de mi siguiente aportación a la sección Matemoción del Cuaderno de Cultura Científica, me percaté de que justo la semana siguiente de que esta apareciera iba a ser martes y 13. Una fecha significativa, en España y al parecer también en los países de América Latina y Grecia, para las personas supersticiosas. Seguro que muchas de las lectoras, y lectores, de este artículo conocen el refrán “En martes y 13, ni te cases ni te embarques”. Entonces, pensé que sería interesante dedicar mi siguiente entrada a accidentes de matemáticos o matemáticas que terminaron con la muerte de estos, o mejor aún, iniciar una serie de artículos dedicados a hablar de algunas muertes curiosas, no necesariamente fruto de un accidente, de este colectivo de científicos. Es decir, historias de muerte y matemáticas.
Ya comentamos en la entrada El asesinato de Pitágoras: Historia y matemáticas, que la muerte de Pitágoras era todo un misterio. Según algunas fuentes pudo haber muerto en el incendio de la casa de Milón cuando la hermandad pitagórica fue atacada, y según otras huyó a Metaponto, donde moriría de viejo, pero incluso existe una leyenda fantástica, como se narra en el libro “Mathematical Circles” de Howard W. Eves, que relaciona su muerte con un campo de habas. En su huida del ataque a la hermandad pitagórica en Crotona, Pitágoras podría haber sido detenido y asesinado, por no querer cruzar un campo de habas, ya que estas eran sagradas para la secta de los pitagóricos.
Una de las muertes más conocidas y famosas de la historia de las matemáticas es la del gran matemático griego Arquímedes de Siracusa (aprox. 287-212 a.n.e). Existen varias anécdotas interesantes alrededor de la vida de este sabio griego, las dos más celebres son la que tiene que ver con su grito “Eureka!!” (¡Lo descubrí!) mientras corría desnudo tras salir de la bañera (de unos baños públicos) en la que se había dado cuenta del principio que lleva su nombre y que le permitió descubrir un fraude relacionado con una corona real, y la otra es la de su muerte, recogida en la obra “Vidas paralelas” (tomo II, la sección dedicada a Marcelo) del historiador griego del siglo I, Plutarco.
Durante la segunda guerra púnica entre los cartagineses (con quienes se había aliado Siracusa) y los romanos, estos sitiaron la ciudad de Siracusa y Arquímedes se haría famoso por los artilugios que inventó para defenderla del asalto de los romanos: “toda suerte de ballestas y catapultas; máquinas con cabrestantes y con brazos articulados, capaces de atrapar y levantar en el aire o estrellar contra las rocas las naves enemigas; espejos parabólicos ustorios, capaces de concentrar los rayos solares sobre esas mismas naves hasta el punto de incendiarlas”. El asedio de Siracusa duró dos años, y si la ciudad cayó fue sólo a causa de la traición, ya que los romanos no podían con los artilugios de Arquímedes.
El gran matemático griego, que ya en su época alcanzó cierta fama, murió a manos de un legionario romano mientras se hallaba absorto en la resolución de un problema geométrico, durante el asalto de Siracusa. Pero leamos de la fuente original, la obra de Plutarco, la narración sobre su muerte.
Mas lo que principalmente afligió a Marcelo fue lo que ocurrió con Arquímedes; porque casualmente se hallaba entregado al examen de cierta figura matemática, y fijos en ella su ánimo y su vista, no sintió la invasión de los Romanos ni la toma de la ciudad. Presentósele repentinamente un soldado, dándole orden de que le siguiese a casa de Marcelo; pero él no quiso antes de perfeccionar el problema, y llevarlo hasta la demostración; con lo que irritado el soldado, desenvainó la espada, y le dio muerte. Otros dicen que ya el Romano se le presentó con la espada desnuda en actitud de matarle, y que al verle le rogó y suplicó se esperara un poco, para no dejar imperfecto y oscuro lo que estaba investigando; de lo que el soldado no hizo caso, y le pasó con la espada. Todavía hay acerca de esto otra relación, diciéndose que Arquímedes llevaba a Marcelo algunos instrumentos matemáticos, como cuadrantes, esferas y ángulos, con los que manifestaba a la vista la magnitud del sol; y que dando con él los soldados, como creyesen que dentro llevaba oro, le mataron. Como quiera, lo que no puede dudarse es que Marcelo lo sintió mucho; que al soldado que le mató de su propia mano le mandó retirarse de su presencia como abominable; y que habiendo hecho buscar a sus deudos, los trató con el mayor aprecio y distinción.
Otra muerte no natural, y además muy violenta, dentro de la matemática griega, fue la muerte de la matemática y astrónoma Hipatia (siglo IV-V), que es el dato mejor conocido sobre su vida. Una versión cinematográfica de la misma la pudimos ver en la película “Agora” (2009) del cineasta español Alejandro Amenabar, interpretada por Rachel Weisz.
Hipatia fue una científica y filósofa excepcional, gran oradora y maestra (acudían estudiantes desde lugares muy lejanos solo para escucharla), mujer independiente, políticamente influyente, que no quiso convertirse al cristianismo.
Como se puede leer en la biografía de divulgamat, “en el 412 el patriarca Cirilo, cristiano fanático, persiguió a los judíos. El gobierno de Alejandría era disputado entre el Prefecto de Roma, Orestes, y el Patriarca de Alejandría, Cirilo. Dos campos se oponían violentamente con distintos intereses: el orden antiguo, simbolizado por el gobernador Orestes, defensor del imperio greco-romano y de la emergente comunidad judía; y el poder cristiano en expansión conducido por Cirilo, que se apoyaba en el nacionalismo egipcio, en el malestar social y en las masas oprimidas de esclavos y de no ciudadanos. Todos ellos se dejaban convertir a la nueva religión”.
Sin embargo, Hipatia no quiso convertirse al cristianismo, y fue acusada de ejercer sobre Orestes una influencia contraria a Cirilo (obispo cristiano que posteriormente sería santificado y también proclamado Doctor de la Iglesia). Su asesinato tendría lugar en marzo del año 415. Un grupo de cristianos exaltados (parabolanos, es decir, monjes cristianos de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén, que se dedicaban a cuidar a los enfermos, enterrar a los muertos o ayudar a los pobres, pero que también se dedicaron a atacar a paganos, a judíos y a cristianos contrarios a Cirilo), la encontró en el centro de Alejandría, y acabaron brutalmente con su vida.
La descripción de su muerte la podemos leer de la mano del historiador cristiano Sócrates de Constantinopla, o el Escolástico, (aprox. 380-450).
Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que su aliento dejó su cuerpo; descuartizan su cuerpo; llevan los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas.
La muerte del sabio griego famoso por su medición del radio de la Tierra, Eratóstenes de Cirene (aprox. 276-194 a.n.e.), no es violenta como las anteriores, sino que pudo ser un suicidio siendo ya un anciano.
Eratóstenes fue un sabio polifacético que trabajó en geografía, matemáticas, astronomía, filosofía, cronología, gramática, crítica literaria e incluso escribió poesía, lo que motivó que sus compañeros le pusieran el mote “pentathlos”, en referencia a la prueba atlética “penthlaton” que integraba cinco disciplinas. Pero el hecho de que trabajara en tantos campos también fue el motivo de otro apodo que le asignaron, “beta”, es decir el segundo, que puede interpretarse como una persona que ocupa el tiempo en muchas cosas no puede ser excelente en cada una de ellas. Sin embargo, fue uno de los grandes sabios de la antigüedad. Con 30 años fue nombrado director de la Biblioteca de Alejandría, puesto en el que permaneció hasta su muerte, 45 años después.
Se cuenta que siendo viejo ya se quedó ciego, o casi ciego, por “oftalmia” (inflamación de los ojos), y no deseando continuar su vida sin poder leer –recordemos que era el director de la Biblioteca de Alejandría-, se suicidó, pero no de cualquier forma, se dejó morir de inanición, dejó de comer hasta su muerte.
A lo largo de la historia de las matemáticas se cuentan algunos casos de matemáticos que predijeron la fecha de su muerte, como fue el excepcional matemático italiano Girolamo Cardano (1501-1576). Fue un reconocido médico en su época, un gran matemático (autor del Ars Magna donde se incluía la resolución de las ecuaciones de tercer y cuarto grado, su libro sobre juegos de azar, Liber de ludo aleae, es considerado el primer estudio sobre la teoría de la probabilidad y también hizo importantes contribuciones en hidrodinámica) y un astrólogo con prestigio en las altas esferas.
En el Diccionario histórico y crítico del filósofo y escritor francés Pierre Bayle (1647-1706) se dice lo siguiente sobre su faceta de astrólogo y la predicción que realizó sobre la fecha de su muerte.
La naturaleza le dotó con cuatro facultades: caer en el éxtasis más arrebatador cuando le placía, ver todo lo que se proponía, prever su futuro a través de los sueños y también –por último- a través de las marcas de las uñas. Fue condenado por atreverse a calcular la fecha del nacimiento de Jesucristo. Se dice que sus predicciones astrológicas fueron corroboradas por los fenómenos mismos, pero parecer que este arte no le ayudó en sus propios asuntos. Algunos cuentan que, después de haber predicho el día de su muerte, Cardan dejó de comer para que se cumpliera el fatal vaticinio pues, de continuar con vida, su supervivencia podría traer el escándalo a su profesión. En su lugar, pocos serían capaces de demostrar tal coraje o de defender su oficio con tanta humildad; pocos podrían seguir su ejemplo sin temor y sin desfallecer.
Las diferentes versiones que hay sobre la muerte del matemático renacentista coinciden en el hecho de que se suicidó para que se cumpliera su fatal vaticinio. Según algunos, simplemente dejó de comer, aunque si atendemos a otras versiones habría tomado un veneno el mismo día que había pronosticado su muerte.
Otro caso de predicción de la fecha de la propia muerte por parte de un matemático fue la del amigo de Isaac Newton, el matemático inglés Abraham de Moivre (1667-1754), que trabajó en teoría de probabilidades, números complejos y trigonometría, aunque su predicción fue una cuestión de progresión aritmética y no de astrología.
Cuenta la historia que teniendo ya una edad avanzada, ochenta y siete años, se sentía cansado, y se dio cuenta de que cada día necesitaba dormir 15 minutos más que el día anterior, por lo que vaticinó que moriría el día que esa progresión llenara las 24 horas del día, lo que ocurrió el 27 de noviembre de 1754.
Y nuestra última muerte para este artículo del Cuaderno de Cultura Científica es la del matemático y filósofo francés René Descartes (1596-1650), que murió de… frio!?
En 1649 Descartes fue invitado por la joven, 19 años, reina Cristina a viajar a Suecia para llevar el conocimiento a su corte y enseñarle a ella filosofía. A pesar de sus dudas, pero deslumbrado por el aura de la realeza, el filósofo cambió su existencia tranquila y pacífica en Holanda (le gustaba meditar acostado en su cama durante las primeras horas de la mañana o descansando tranquilamente al lado de su estufa al levantarse) por la vida bulliciosa y agitada de Estocolmo.
La reina Cristina decidió que para las enseñanzas de Descartes, para el estudio de la filosofía, las mejores condiciones eran las cinco de la madrugada en una fría biblioteca con las ventanas abiertas de par en par para recibir el fresco de la mañana. Así, todas las mañanas antes de que saliera el sol, el pobre Descartes tenía que dejar su caliente y cómoda cama para dar sus clases de filosofía a la caprichosa y testaruda reina Cristina en la gélida biblioteca. Para colmo de males, Descartes fue el centro de los ataques de los cotilleos de quienes pensaban que esa influencia extranjera era mala para la reina.
Como nos narra Howard W. Eves en Mathematical Circles, el frío e inhóspito clima de Estocolmo, la ruptura de su hábito de estar en la cama hasta el mediodía y la añoranza de su vida llena de paz y tranquilidad, y de mantenerla en privado y no el centro de atención de cotilleos y chismes, fueron demasiado para Descartes. Después de unos meses en Estocolmo, murió enfermo el 11 de febrero de 1650. Aparentemente la causa de la muerte fue una neumonía, o quizás podría decirse que fue consecuencia de los caprichos de la reina Cristina de Suecia.
Pero de nuevo, la muerte se convierte en un tema polémico… aunque la versión mencionada ha sido la más admitida durante siglos, también existen otras versiones. AlgunoscreenqueDescartespudo habercontraídola neumoníacomoconsecuenciade los cuidados a un embajadorfrancés, DejionA.Nopeleen, que padecía esta enfermedad. Por otra parte, ensureciente libro, La misteriosa muerte deRenéDescartes, elfilósofoalemánTheodorEbertafirmaqueDescartes nomuriópor causasnaturales, sinodeunaoblea dela comunióncon arsénicoque le dioun sacerdote católico. Élafirma en su libroqueJacquesViogué, un misionero que trabajaenEstocolmo, le pudo administrarel venenoporquetemía que las radicalesideasteológicasde Descartes pudiesen desbaratarla esperadaconversión de lamonarcadeSuecia protestante–luterana, ala religión católica.
En siguientes entregas de Muerte entre las ecuaciones (Historias de muerte y matemáticas) narraremos más anécdotas relacionadas con el fallecimiento de algunas de las personas que dedicaron su vida a las matemáticas.
Pero para terminar citaremos la frase que dijo el matemático francés Nicolás de Condorcet (1743-1794) sobre la muerte del matemático suizo Leohard Euler (1707-1783), el matemático más prolífico de todos los tiempos, “Euler dejó de vivir y de calcular”. Eso ocurrió el 18 de septiembre de 1783, a la edad de 77 años. Esa tarde había estado calculando las leyes del ascenso de los globos, tras cenar con su familia se puso a calcular la órbita del recién descubierto Urano, después se puso a jugar con su nieto y a tomar té, y fue cuando sufrió un derrame cerebral. Al parecer se le cayó la pipa de la mano y dijo “me muero”.
Bibliografía
1.- Howard W. Eves, Mathematical Circles, volume I, The Mathematical Association of America, 2003.
2.- VVAA, “El rostro humano de las matemáticas”, Nivola, 2008. (coordinada por Raúl Ibáñez y Antonio Pérez) Versión on line en divulgamat
3.- Plutarco, Vidas Paralelas, Tomo 2, en la imprenta nacional, 1821. Publicación accesible a través de books.google.es
4.- Biografía de Arquímedes en divulgamat, por Luis Vega Reñón
5.- Biografía de Hipatia en divulgamat, por María Molero y Adela Salvador
6.- Margarec Alic, El legado de Hipatia, Historia de las mujeres en la ciencia desde la antigüedad hasta fines del siglo xix, Siglo XXI editores, 1991.
7.- Raúl Ibáñez, El sueño del mapa perfecto, Cartografía y matemáticas, RBA, 2010.
8.- Biografía de Girolamo Cardano en divulgamat, por Vicente Meavilla
9.- David Wells, El curioso mundo de las matemáticas, Gedisa, 2000.
10.- Francisco Martin Casalderrey, Cardano y Tartaglia, las matemáticas en el renacimiento italiano, Nivola, 2000.
11.- Biografía de René Descartes en divulgamat, por Josep Pla i Carrera
12.- Claudi Alsina, Miguel de Guzmán, Los matemáticos no son gente seria, Rubes, 1998.
13.- Biografía de Leonhard Euler en divulgamat, por Santiago Fernández y Antonio Pérez Sanz
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
Jorge Rojas
Excelente artículo…………………….
Raúl Ibáñez
Muchas gracias Jorge,
😉
Un abrazo, R.
Elena
Me ha encantado. Excelente entrada
Raúl Ibáñez
Muchísimas gracias Elena,
Me haces feliz con tu comentario… 😉
Un abrazo, R.
Pedro Miguel González Urbaneja
Para profundizar tanto desde el punto de vista histórico como legendario y literario sobre la muerte de Arquímedes, se puede consultar mi libro «Arquímedes y los Orígenes del Cálculo Integral», publicado por Ediciones Nivola (Colección Ciencia Abierta, Madrid, 2008). En concreto el capítulo 2.3, titulado «El primer epitafio científico de la historia» (págs. 121-130), donde el novelesco episodio de la muerte del genio se describe no sólo por parte de Plutarco sino en narraciones y apuntes de Tito Livio, Silio Itálico, Valerio Máximo, Giorgio Valla, Zonarás, Tzetzes y Cicerón.
Raúl Ibáñez
Muchas gracias Pedro Miguel por tu comentario, la verdad es que esa cita se me pasó. Gracias por traerla aquí, y sobre todo, las diferentes narraciones de otros autores de la muerte de Arquímedes… gracias! No es por hacerte la pelota, pero todos tus libros son referencias obligadas en los temas que tratas… felicidades!!
Un fuerte abrazo, R.
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