La lección es una obra de teatro de Eugène Ionesco en la que se plantean las relaciones de dominación entre un profesor y su alumna.
La estudiante visita al profesor porque desea preparar su doctorado total: la primera lección es la de aritmética, que forma parte de las materias requeridas para obtener ese singular título. A medida que la lección avanza, la angustia y torpeza de la alumna aumentan, mientras el profesor va ganando en confianza y sosiego.
El estudio de las lenguas sustituye a las matemáticas.
La alumna se queja de un creciente dolor de muelas mientras el profesor expone una extraña teoría sobre las lenguas neo-españolas cada vez con mayor vehemencia, caricaturizando la lingüística y la filología modernas.
La lección terminará con la muerte de la alumna a manos de su profesor: no se trata ni de la primera ni de la última en ese día…
Reproducimos varios fragmentos de la lección de aritmética, que comienza en perfecta armonía, sumando; al pasar a la sustracción, todo empieza a complicarse:
– El profesor (P): Bueno. Aritmeticemos un poco.
– La alumna (A): Con mucho gusto, señor.
– P: ¿No le molesta decirme…?
– A: De ningún modo, señor, continúe.
– P: ¿Cuántos son uno y uno?
– A: Uno y uno son dos.
– P (admirado por la sabiduría de la alumna): ¡Oh, muy bien! Me parece muy adelantada en sus estudios. Obtendrá fácilmente su doctorado total, señorita.
– A: Lo celebro, tanto más porque usted es quien lo dice.
– P: Sigamos adelante: ¿cuántos son dos y uno?– A: Tres.
– P: ¿Tres y uno?– A: Cuatro.
– P: ¿Cuatro y uno?
– A: Cinco.
– P: ¿Cinco y uno?
– A: Seis.
– P: ¿Seis y uno?
– A: Siete.
– P: ¿Siete y uno?– A: Ocho.
– P: ¿Siete y uno?– A: Ocho… bis.
– P: Muy buena respuesta. ¿Siete y uno?– A: Ocho… ter.
– P: Perfecto. Excelente. ¿Siete y uno?– A: Ocho… quater. Y a veces nueve.
– P: ¡Magnífica! ¡Es usted magnífica! ¡Es usted exquisita! Le felicito calurosamente, señorita. No merece la pena continuar. En lo que respecta a la suma es usted magistral. Veamos la resta. Dígame solamente, si no está agotada, cuántos son cuatro menos tres.
– A: ¿Cuatro menos tres?… ¿Cuatro menos tres?
– P: Sí. Quiero decir: quite tres de cuatro.
– A: Eso da… ¿siete?
– P: Perdóneme si me veo obligado a contradecirle. Cuatro menos tres no dan siete. Usted se confunde: cuatro más tres son siete, pero cuatro menos tres no son siete… Ahora no se trata de sumar, sino de restar. […]– P: ¿Sabe usted contar bien? ¿Hasta cuánto sabe usted contar?
– A: Puedo contar… hasta el infinito…
– P: Eso no es posible, señorita.
– A: Entonces, digamos hasta dieciséis. […]
El profesor intenta explicar a la alumna como se sustraen dos números, recurriendo a diversos –y disparatados– ejemplos, que la desorientan cada vez más:
– P: Tomemos ejemplos más sencillos. Si usted tuviese dos narices y yo le arrancase una, ¿cuántas le quedarían?
– A: Ninguna.
– P: ¿Cómo ninguna?– A: Sí, precisamente porque usted no me ha arrancado ninguna, tengo una ahora. Si usted me la hubiese arrancado, ya no la tendría.
– P: No ha comprendido mi ejemplo. Supongamos que no tiene más que una oreja.
– A: Sí. ¿Y después?– P: Yo le agrego otra. ¿Cuántas tendrá entonces?
– A: Dos.
– P: Está bien. Y si le agrego otra más, ¿cuántas tendrá?– A: Tres orejas.
– P: Le quito una. ¿Cuántas orejas le quedan?– A: Dos.
– P: Muy bien. Le quito otra más. ¿Cuántas le quedan?
– A: Dos.– P: Le como una…, una…
– A: Dos.
– P: Una.
– A: Dos.
– P: ¡Una! […]
– P: No, no. No es eso. El ejemplo no es…, no es convincente. Escúcheme.
– A: Le escucho, señor.– P: Usted tiene…, usted tiene…, usted tiene…
– A: ¡Diez dedos!
– P: Como usted quiera. Perfecto. Usted tiene, pues, diez dedos.
– A: Si, señor.
– P: ¿Cuántos tendría si tuviese cinco?
– A: Diez, señor.
– P: ¡No es así!
– A: Si, señor.– P: ¡Le digo que no!
– A: Usted acaba de decirme que tengo diez.– P: ¡Le he dicho también, inmediatamente después, que tenía usted cinco!
– A: Pero ¡no tengo cinco, tengo diez! […]– P: Es así, señorita. No se puede explicar. Eso se comprende mediante un razonamiento matemático interior. Se lo tiene o no se lo tiene.
– A: ¡Qué le vamos a hacer!
La estudiante, incapaz de realizar estas operaciones elementales, consigue sin embargo resolver la enorme multiplicación propuesta por el profesor:
– P: Reconozco que no es fácil, que se trata de algo muy, muy abstracto, evidentemente, pero ¿cómo podría usted llegar, antes de haber conocido bien los elementos esenciales, a calcular mentalmente cuántos son –y esto es lo más fácil para un ingeniero corriente– cuántos son, por ejemplo, tres mil setecientos cincuenta y cinco millones novecientos noventa y ocho mil doscientos cincuenta y uno, multiplicados por cinco mil ciento sesenta y dos millones trescientos tres mil quinientos ocho?
– A (muy rápidamente): Son diecinueve trillones trescientos noventa mil billones dos mil ochocientos cuarenta y cuatro mil doscientos diecinueve millones ciento sesenta y cuatro mil quinientos ocho.– P (Asombrado): No. Creo que no es así. Son diecinueve trillones trescientos noventa mil billones dos mil ochocientos cuarenta y cuatro mil doscientos diecinueve millones ciento sesenta y cuatro mil quinientos nueve.
– A: No,quinientos ocho.
– P (Cada vez más asombrado, calcula mentalmente): Sí…, tiene usted razón…, el resultado es… (Farfulla ininteligiblemente). Trillones, billones, millones, millares… (Claramente)… ciento sesenta y cuatro mil quinientos ocho. (Estupefacto) Pero ¿cómo lo sabe usted si no conoce los principios del razonamiento aritmético?
– A: Es sencillo. Como no puedo confiar en mi razonamiento, me he aprendido de memoria todos los resultados posibles de todas las multiplicaciones posibles.
La multiplicación propuesta por el profesor es:
3.755.998.251 x 5.162.303.508
cuyo resultado es:
19.389.602.947.179.164.508,
y no la respuesta dada por la alumna –y corroborada finalmente por el profesor–:
19.390.002.844.219.164.508.
¿Se equivoca deliberadamente Ionesco?
Sobre la autora: Marta Macho Stadler es profesora de Topología en el Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU, y colaboradora asidua en ZTFNews, el blog de la Facultad de Ciencia y Tecnología de esta universidad.
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