Aunque Roger Bacon no cuenta el truco de la pólvora, sí se entretiene en proporcionar recetas lo suficientemente detalladas como para poder seguirlas sin mayor dificultad en un laboratorio actual de química general, algo en abierto contraste con los escritos alquimistas del siglo siguiente.
La receta de Bacon para la purificación del nitrato potásico (KNO3) usando recristalización y carbón vegetal es un magnífico ejemplo de una claridad expositiva que después se perderá durante siglos:
Lava cuidadosamente el nitro natural [KNO3 con impurezas] y quita todas las partículas [visibles]. Disuélvelo en agua sobre un fuego suave, e hiérvelo hasta que la espuma deje de formarse, y esté purificado y clarificado. Haz esto repetidamente hasta que la disolución esté clara y limpia. Deja que este agua deposite [el KNO3] en pirámides, y sécalas en un lugar cálido. Toma estas piedras y pulverízalas, sumérgelas en agua. Disuélvelas usando un fuego suave y vierte la disolucion caliente sobre carbón vegetal y nuestro objetivo se habrá alzanzado. Si la disolución es buena, viértela aparte, remieve con una vara, recoge todos los cristales que puedas y elimina el agua.
Los estudiantes hoy día no saben probablemente que esta práctica de laboratorio es del siglo XIII.
Muerto su protector Clemente IV en 1268, Roger volvió a las andadas, enfrentándose de nuevo a sus superiores de la orden franciscana. En 1271 escribió su Compendium studii philosophiae en el que arremetía contra la Iglesia de Roma por su corrupción, orgullo, lujos y avaricia. Pero si Roger era crítico con la autoridad, la autoridad le correspondía: no solo empezaron a criticar sus estudios científicos, sino que también empezaron a circular rumores insistentes de que trataba con el mismo Lucifer.
No es de extrañar por tanto que terminase siendo juzgado por los franciscanos y encontrado culpable de “innovaciones sospechosas” (novitates suspectas) y cabe la posibilidad de que fuese condenado a arresto domiciliario o en la cárcel. Bien es cierto que esta etapa de la vida de Roger carece de datos fidedignos y también pudiese ser que esas novitates suspectas estuviesen relacionadas con ese movimiento franciscano llamado de los espirituales o incluso con la herejía dulcinista (fraticelli), movimientos ambos que haría conocidos para el gran público Umberto Eco en “El nombre de la rosa”, donde el protagonista, Guillermo de Baskerville, discípulo de Bacon es claramente simpatizante espiritualista.
La cuestión es que no volvemos a saber nada de Roger, aparte de que regresó a la casa francisca de Oxford probablemente en 1278, hasta que en 1292 publica su Compendium studiae theologiae. La fecha exacta de la muerte de Roger es desconocida, pero tuvo que ocurrir poco después de la aparición de esta obra. En cualquier caso, Roger murió reconciliado con su orden y fue enterrado en el convento de Grey Friars de Oxford.
Es quizás conveniente para cerrar esta miniserie sobre Roger Bacon incluir algunos comentarios del historiador de la química J.R. Partington sobre la personalidad de Roger y su influencia posterior:
“Bacon tenía una opinión demasiado buena de su propio genio indiscutido […] Tanto Alberto [llamado el magno] eran hombres valientes. Muchas cosas de las que escribieron eran muy sospechosas y consideradas muy desfavorablemente por la Iglesia. Alberto, más circunspecto y calmado, superó muchos de esos prejuicios*; Bacon, imprudente y a menudo violento, simeplemente los acentuó. Después de ellos ningún miembro de la Iglesia ni pudo descuidar ni descuidó el nuevo conocimiento que ambos habían revelado”.
* Alberto Magno, beatificado en 1622, fue proclamado santo y doctor de la Iglesia Católica en 1931.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance