Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, quien con el tiempo terminó refiriéndose a sí mismo como Paracelso (comparable a Celso, esto es, Aulus Cornelius Celsus, el autor romano del s. I de De medicina) nació en Einsiedeln, cerca de Zúrich, en lo que hoy es Suiza y entonces en 1493 pertenecía al Sacro Imperio Romano Germánico a través de su rama austríaca.
Hijo de un alquimista y médico suabo, Wilhelm Bombastus von Hohenheim y madre suiza, probablemente sirviente de la Abadía de Ensiedeln, donde nació Teofrasto, recibió formación desde muy temprana edad en medicina y química por parte de su padre.
A los 16 años se inscribe en la Universidad de Basilea, después se traslada a la de Viena para terminar dejándolo todo e irse a la Abadía de Sponheim a estudiar alquimia con Johannes Trithemius. Con 21 años su padre le convence de que no existe nada como la experiencia para aprender y que si, de verdad quiere aprender el arte alquímico, tiene que verlo en funcionamiento de primera mano. Siguiendo el consejo paterno Teofrasto comienza a trabajar en los talleres minerales y metalúrgicos de las minas del Tirol.
En las minas aprendió las propiedades físicas de los minerales, a distinguir los materiales del interior de la tierra y a identificar las menas minerales. En los talleres, la obtención de los metales y los efectos de los ácidos. Y en el conjunto de la explotación las enfermedades y accidentes que eran el día a día de los mineros.
A final de este periodo formativo, Teofrasto había acumulado una cantidad enorme de información, mucha de ella en forma de remedios y curas basados en la experiencia y consideradas no canónicas por los médicos de la época.
Tras afirmar, aunque no existen pruebas de su autenticidad, que había obtenido el título de doctor por la Universidad de Ferrara (¿1516?), consigue el puesto de médico de la ciudad de Basilea, puesto que tendría que abandonar a la carrera dos años después debido a que sus modales prepotentes y ofensivos habían conseguido enfurecer a empleadores y pacientes.
Tras esto se convierte en un viajero incansable en una Europa rota por las guerras, relacionándose con médicos, alquimistas, astrólogos, farmacéuticos, mineros, gitanos y con los aficionados a lo oculto.
Sus contemporáneos llegaron a decir de él que
“vivía como un cerdo, parecía un boyero, encontraba su mayor disfrute en compañía de la chusma más baja y disoluta, y a lo largo de su gloriosa vida estuvo, en general, borracho”.
Sin embargo para sus alumnos fue “el monarca noble y amado”, “el Hermes alemán” y “nuestro querido preceptor y rey de las artes”. ¿Qué hizo esta figura contradictoria por la química? ¿Qué enseñó?
La alquimia siempre había tenido la transmutación como objetivo y, para los alquimistas europeos, eso era equivalente a decir la transformación de un metal común en oro. Solo algunos alquimistas como Joan de Peratallada habían adoptado el objetivo oriental de transmutar la carne enferma en carne sana empleando un elixir alquímico.
Paracelso extiende la definición de alquimia a cualquier proceso en el que sustancias naturales se convierten en algo nuevo:
“Ya que el panadero es un alquimista cuando cuece el pan, el viñero cuando hace vino, el tejedor cuando hace tela”
Paracelso llega a afirmar que dentro del cuerpo hay un alquimista responsable de la digestión.
El uso más importante que podía hacerse de la alquimia, según Paracelso, será preparar medicinas que restablezcan el equilibrio químico de un cuerpo alterado por la enfermedad.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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Manuel López Rosas
Al parecer es muy procedente indicar la importancia y validez, que algunas características de algunos alquimistas, como la disposición personal a aprender de todo y de forma directa, como es de esperar que todos haríamos, respecto a las diversas situaciones en nuestras vidas. Son muy sugestivas, por ejemplo, las siguientes líneas del articulito (¡Gracias por escribir así!):
«…Siguiendo el consejo paterno Teofrasto comienza a trabajar en los talleres minerales y metalúrgicos de las minas del Tirol.
En las minas aprendió las propiedades físicas de los minerales, a distinguir los materiales del interior de la tierra y a identificar las menas minerales. En los talleres, la obtención de los metales y los efectos de los ácidos. Y en el conjunto de la explotación las enfermedades y accidentes que eran el día a día de los mineros.»
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Aforismos | Angel Isaac Lopez Torrijos
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