Si el libro de Biringuccio se considera habitualmente como el primer libro impreso sobre metalurgia y química metalúrgica, el que dejó listo para la imprenta a expensas de unos cuantos grabados Georg Pawer (Georgius Agricola) y que se publicó un año después de su muerte en 1555, De re metallica, se convirtió en el estándar de la geología y la mineralogía durante los siglos siguientes.
Si bien es evidente que Pawer conocía el trabajo de Biringuccio y, de hecho, copia algunos pasajes de él, su obra se basa mayoritariamente en la experimentación y observación personales.
Uno de los motivos por lo que se convirtió en la obra de referencia durante el siglo siguiente es porque incluía descripciones e instrucciones muy claras y concretas que eran de enorme ayuda a una incipiente industria química.
De re metallica consta de 12 libros (lo que hoy llamaríamos capítulos) sobre minería, metalurgia y geología y está magníficamente ilustrado con grabados diseñados para ser útiles al lector (quien esto escribe no ha podido resistirse a la tentación de ilustrar también profusamente este texto sobre él).
Pawer trata de la geología de las menas, de prospecciones, de construcción de minas, del uso de bombas de agua, de cómo asegurar la ventilación de las galerías de trabajo y de como usar máquinas hidráulicas para obtener energía.
Describe los ensayos de riqueza y aquilatado, como enriquecer las menas antes de la fundirlas y los procedimientos de fundición y refinado. También trata de la producción de vidrio y del uso de distintos compuestos químicos en las operaciones de fundición.
Pawer incluyó algunos apuntes de teoría química, pero son muy pragmáticos. Queda claro en todo el libro que Agricola era un escéptico de la transmutación y que no veía con buenos ojos a Paracelso.
El libro sirvió tanto de libro de texto como manual en minas y refinerías durante 200 años. A principios del siglo XX aún aparecían nuevas traducciones. Como anécdota, en 1912 el que sería presidente de los Estados Unidos Herbert Hoover, ingeniero de minas, y su mujer Lou Henry, lingüista, presentaron una nueva traducción al inglés.
Si bien, y a diferencia de Biringuccio, Pawer opta por el latín como lengua vehicular, lo que también explica la rápida difusión de la obra en la época, no por ello deja de ser un innovador en términos lingüísticos. Y, paradójicamente, el hecho de que escriba en latín tendrá una enorme influencia en las lenguas modernas.
Efectivamente, Agricola incluye muchas simplificaciones en los términos empleados. Emplea términos nuevos, “chymista”, “chymicus”, aunque queda claro por el contexto que se refiere a la alquimia, las técnicas alquímicas y a los alquimistas. Estaba, en la tradición renacentista de la época, volver a los clásicos, lo que en este caso significaba desarabizar los términos y dejarlos en sus raíces latinas y griegas.
Las simplificaciones de Agricola son adoptadas por el diccionario de latín del naturalista Conrad Gesner, quien también las emplea, y esto es más importante, en su libro Thesaurus Euonymi Philiatri de remediis secretis: liber physicus, medicus et partim etiam chymicus de 1552. Será este libro de química farmacéutica popularísimo y ampliamente traducido el que obligue a que aparezcan nuevos términos en las lenguas vernáculas: chimique, chimico, chymiste, chimist, etc.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Montañeros, espeleólogos y mineros – Cuaderno de Cultura Científica
[…] tras otra. Entre las más importantes cabe mencionar la del ingeniero de minas y alquimista alemán Georg Pawer (también Bauer), más conocido como Agricola, la del químico sueco Johan G. Wallerius […]