El redescubrimiento por parte de los europeos de los ácidos minerales fue hito en la historia de la alquimia y de la química. En palabras de Isaac Asimov (“Breve historia de la química”, Alianza Editorial):
“El descubrimiento de los ácidos minerales fuertes fue el adelanto más importante después de la afortunada obtención del hierro a partir de su mena unos tres mil años antes.”
Los ácidos orgánicos comunes (acético del vinagre y cítrico del limón) se venían usando desde tiempo inmemorial, pero estos ácidos son muy débiles y su capacidad para disolver sustancias es muy limitada. Los ácidos minerales (sulfúrico, nítrico, clorhídrico), obtenidos calentando ciertas sales y condensando la fase vapor (en presencia de vapor de agua, que el alquimista no tenía forma de evitar aunque hubiese sabido de su existencia), eran ácidos mucho más fuertes con gran capacidad de disolución.
Fue al-Razi, entre otros alquimistas musulmanes, el que habló de forma sistemática de aguas agudas. Aunque, siendo estrictos, estos productos obtenidos por disolución y destilación de mezclas de vitriolos (sulfatos), alumbre, sal, nitro (o salitre) o sal amoniacal es dudoso que fuesen algo más que disoluciones de sales ácidas. Con todo, se suele atribuir a al-Razi la primera obtención de ácido sulfúrico.
Si bien al-Razi fue probablemente el primero que lo obtuvo y el pseudo-Llull el primero que proporcionó una receta “moderna” para obtenerlo, el primero en describir el ácido sulfúrico fue el que para algunos es el alquimista musulmán más influyente Abu Mūsa Ŷābir ibn Hayyan (s. IX), latinizado Geber, o mejor, el o los europeos que usaron su nombre en los siglos posteriores para firmar textos alquímicos (pseudo-Geber).
De lo que parece que no cabe duda es de que el empleo de los métodos descritos por al-Razi y la modificación del diseño de los dispositivos de destilación los alquimistas en Europa obtuvieron por primera vez ácido sulfúrico, nítrico y clorhídrico en el siglo XIII, tal y como los describe pseudo-Geber. Un proceso paralelo al que siguió la obtención del alcohol absoluto.
Los experimentos con los nuevos ácidos llevaron muy pronto a descubrimientos increíbles y de gran significado para unos alquimistas cada vez más místicos. Mezclando ácido nítrico y ácido clorhídrico en las cantidades adecuadas se obtenía un “agua”, el aqua regia, capaz de disolver el mismísimo oro. Este fenómeno alimentó la imaginación de los europeos que habían estado leyendo acerca de la teoría de la transmutación y sobre cómo, con la combinación de ingredientes apropiados uno podía obtener una fortuna con una tinaja y poco más instalada en la cuadra.
Si bien la Iglesia se había resistido inicialmente, la información química de los paganos griegos y de los musulmanes se terminó abriendo paso hasta las estanterías y los laboratorios de los estudiosos europeos. Éstos ahora disponían de información sobre la pólvora, el alcohol y los ácidos minerales, información que se reunió en textos enciclopédicos, y que era saboreada, digerida e interpretada dentro de nuevas escuelas de pensamiento; algunos atrevidos incluso harían nuevos experimentos.
Los nuevos productos y la nueva mentalidad estaban listos para ver nacer a una nueva generación de alquimistas místicos: los alquimistas europeos.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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