Los profesionales de las artes químicas de la primera mitad del siglo XVI, salvo algunos conversos muy concretos a las doctrinas y prácticas de Paracelso, se caracterizaron por una aproximación muy práctica, en lo que coincidían con él, pero por un alejamiento total en su forma de comportarse y en la forma en que transmitían el conocimiento: libros producidos a un precio asequible gracias a la imprenta de tipos móviles que cualquier lector interesado podía comprar.
El siglo XVI fue testigo de grandes avances en la tecnología química que se plasmaron en varios libros impresos que trataron el tema. Libros que se distinguieron de los de sus predecesores alquímicos, incluidos los de Paracelso, por centrarse en aspectos exclusivamente prácticos, sin que mencionaran teoría alguna más que de pasada.
El objetivo de estos libros no era el avance del conocimiento, sino recoger de forma sistemática una tecnología compleja que no se parecía en casi nada a la que se había empleado de forma prácticamente inamovible durante buena parte de la Edad Media.
De forma general hablaban solo de aparatos y reactivos, y de las recetas necesarias para llevar a cabo los métodos de destilación. Muchas recetas, especialmente las relacionadas con los pigmentos y tintes empleados por los artistas, siguen siendo llamativamente parecidas a las recogidas en documentos alquímicos del siglo III, lo que representa una continuidad en las recetas de los artesanos a la hora de fabricar joyas de imitación, tintes textiles, tintas, pinturas y “trucos” químicos, baratos, pero espectaculares.
Uno de los libros destacados escrito por un contemporáneo de Paracelso fue De la pirotechnia de Vannoccio Biringuccio, publicado póstumamente en 1540. En él se recogía todo lo conocido sobre la metalurgia más avanzada de la época, la fabricación de armas y el uso de máquinas que empleaban la energía hidráulica.
En De la pirotechnia aparece primera vez de forma explícita la importancia de los ensayos como una guía llevar las operaciones a una escala mayor y se proporcionan, también por primera vez, los valores cuantitativos para llevar a cabo las distintas recetas.
Biringuccio también aporta una visión distinta de la alquimia precedente y de muchos de los aspectos esotéricos asociados, esoterismos que aún cultiva Paracelso, por cierto. Da su opinión a partir de su observación personal y de su experiencia, escribiendo (énfasis nuestro):
[…] me motivan razones mas poderosas, o quizás la inclinación natural, a seguir el camino de la minería con más voluntariamente que el de la alquimia, aunque la minería es una tarea más ardua, tanto física como mentalmente, es más cara, sus promesas son menores a primera vista y en palabras de las que hace la alquimia; y tiene como como su ámbito la observación de los poderes de la naturaleza más que los del arte, o, en verdad, más los de ver lo que realmente existe más que lo que uno piensa que existe.
O dicho de otra manera, De la pirotechnia representa que para la primera mitad del siglo XVI las menas metálicas naturales, así como sus separaciones y transformaciones por medio del calor, ácidos y destilaciones, se han convertido en algo más interesante y financieramente fructífero que el tiempo empleado esterilmente en las transmutaciones especulativas.
El libro se convertirá en el estándar para mineros y metalúrgicos durante lo que resta del siglo XVI y buena parte del XVII. Y a ello contribuyó su publicación no en latín, sino en italiano, y su posterior traducción a otras lenguas modernas. Sin alharacas, Biringuccio también contribuyó a la reforma idiomática del conocimiento.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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