Andreas Libau (Libavius en latín) fue uno de los críticos más feroces de Paracelso y sus excesos.
Nacido en Halle (Alemania) alrededor de 1560 (posiblemente 1555) era hijo de un tejedor. Asistió al colegio en Halle y, a los 18, entró en la Universidad de Wittenberg, algo extraordinario en la época para el hijo de un obrero manual y que dice mucho de su inteligencia y capacidad de trabajo.
Libavius llegó a la universidad en plena ola post-reformista: ahora que la religión se había convertido más en un fenómeno debatible que en una verdad incontrovertible, apareció la necesidad, tanto entre los protestantes como en los católicos, de formar líderes religiosos serios, con conocimientos, y eficaces. Esta necesidad de encontrar talento donde lo hubiese fue lo que dio un gran impulso a la educación , lo que facilitaba el acceso a los estudios de los hijos de la clase obrera. Consecuencia directa de este movimiento es la creación de la Compañía de Jesús en 1540.
Libavius, un luterano ortodoxo, escribió varios tratados teológicos que, como no podía ser de otra manera, tenían como principal objeto de crítica a los jesuitas.
Entre 1591 y 1616, año de su muerte, Libavius escribió más de 40 libros desde teología y poesía a física, medicina, farmacia y química, además de muchos panfletos polemizando con las posiciones de Paracelso y las prácticas de sus discípulos.
Pero si hay un texto que destaca en la producción de Libavius es su obra maestra, Alchemia (Frankfurt, 1597). Con más de 2.000 páginas de extensión (suplementos incluidos) y más de 200 ilustraciones, se considera el primer libro de texto de química de la historia: es una recopilación muy clara y enormemente sistemática de la química descriptiva contemporánea.
El texto principal de la obra está dividido en cuatro partes: Eacheria, sobre técnicas y equipo de laboratorio (hornos, sublimatorios, destiladores, crisoles, morteros y viales); Chymia, sobre cómo realizar distintos preparados químicos; Ars probandi, dedicada a los métodos de química analítica; y una sección final dedicada a la chrysopoeia, esto es, a la transmutación (Libavius creía en esta posibilidad).
En Chymia, da instrucciones muy claras de cómo fabricar agua regia, ácido sulfúrico, y lo que probablemente sea la primera aparición por escrito de cómo producir ácido clorhídrico calentando salmuera en presencia de arcilla. Libavius puede que también fuese el primero en describir cómo obtener ácido sulfúrico (H2SO4) quemando nitro (nitrato potásico, KNO3) y azufre, demostrando que el ácido obtenido de esta manera era indiscernible del obtenido tradicionalmente destilando vitriolo verde (sulfato férrico hidratado, FeSO4·7H2O) o alumbre (sulfato de aluminio y potasio hidratado, KAl(SO4)2·12H2O ).
Ars probandi se dividía en dos partes: scevasia y ergastia. La primera trataba de técnicas de laboratorio específicas, la simbología empleada y el uso de balanzas. La segunda se centraba en métodos analíticos concretos para metales, minerales y aguas minerales (en el sentido literal del término).
Libavius no podía dejar fuera de su gran enciclopedia química algo tan fundamental como el diseño del laboratorio (un tema que ya apareció en la India un par de siglos antes). Además del laboratorio principal, su “casa química” ideal contenía un almacén químico, un cuarto de preparaciones, un cuarto del ayudante, un cuarto para cristalizaciones, un cuarto para baños de agua y arena, un cuarto de combustibles (leña, carbón, etc.) y una bodega de vinos.
Llama la atención que no hubiese una habitación para las balanzas; y es que hay que recordar que la química aún tendrá que esperar casi 200 años más para convertirse en una ciencia cuantitativa con todas las letras.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
Lo Mejor de la Semana (19 – 25 de marzo) | Hablando de Ciencia
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