“Nada tiene sentido en biología excepto a la luz de la evolución”.
Theodosius Dobzhansky, 1973.
“El tiro lo pega el asesino, no sus genes”.
Reyes Calderón. En una entrevista en El Norte de Castilla, 10 de octubre de 2010.
“Una vez explicado por todos los factores sociopsicológicos imaginables, el crimen sigue siendo el misterio de nuestra especie”.
Daniel Pennac.
“Así podría razonar tanto a priori como a posteriori”.
Bert Leston Taylor (1866-1921), poeta y escritor, al comentar los dos cerebros de los dinosaurios, uno en la cabeza y otro en la cola.
Ya que nunca he comprendido por qué nos matamos unos a otros, y la única explicación que me parece plausible viene de la psicología evolutiva y de los mecanismos de selección natural aplicada a la conducta humana, permítanme presentar los siguientes argumentos en defensa de un enfoque que, lo he experimentado, tanto molesta.
Una de las características más sorprendentes de la violencia, y en último término, del asesinato en nuestra especie es que nadie pone en duda este comportamiento. La violencia es algo asumible, consustancial a nuestra especie y muchos, aunque haya quien lo niegue, la usan, o la usamos, con mayor o menor intensidad y frecuencia, si se dan las circunstancias adecuadas.
Cerca de la aldea de Koszyce, en el sur de Polonia, Hace unos 5000 años
El grupo que excavó el yacimiento, dirigido por Hannes Schroeder, de la Universidad de Copenhague, encontró una tumba con 15 cadáveres de hombre mujeres y niños, muertos con golpes en la cabeza. El análisis de ADN demostró que eran miembros de una misma familia. Son siete mujeres y ocho hombres y, entre ellos, hay tres niñas.
Los hallazgos en la ciencias de la evolución pueden ayudar a entender y a formar y guiar las decisiones colectivas que debemos tomar sobre los actos de violencia. La perspectiva evolutiva nos da un enfoque útil para conocer la violencia en nuestra especie. Somos seres biológicos que se relacionan entre sí y coevolucionan con otros humanos y con otras especies. Un paradigma evolutivo puede enriquecer el conocimiento de uno mismo, de nuestra especie y de nuestro entorno. El futuro sin violencia pasa por conocer sus causas con nuevos conocimientos en neurociencias y en genética, y por cambios en las conductas. Así, quizá podamos mitigar y, finalmente, erradicar la violencia, por lo menos entre individuos. Soy poco optimista sobre acabar con la violencia entre grupos, pero se puede conseguir que esté controlada y sea menos dañina y letal.
Biblia de Jerusalén, Josué 6: 21.
“Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, ovejas y asnos, a filo de espada”.
Josué 8: 25.
“El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue 12000, todos los habitantes de Ay”.
Josué 8: 28.
“Josué incendió Ay y la convirtió para siempre en una ruina, en desolación hasta el día de hoy”.
La eliminación de la violencia se ha intentado en nuestra historia por muchos individuos e instituciones. Incluso hay quienes han promovido movimientos a favor de la paz que, de inmediato, han sido despreciados y deshumanizados por quienes se oponen a ellos y han procurado eliminarlos. A veces, se ha conseguido la paz por quienes han luchado para ello pero, a la larga, la violencia ha vuelto al comportamiento de nuestra especie.
Pero, ya lo he mencionado, hay datos, muchos datos que demuestran que el número de asesinatos está disminuyendo en países de todo el mundo. Sergio Parra, en el blog Yorokobu, recoge que, en España, en 2003 hubo 587 homicidios y en 2013 fueron 302. O, en Nueva York, en 1975 fueron 22 muertos por cada 100000 habitantes, y en 2005 fueron 6. Por su parte, el historiador Ian Morris apunta que el porcentaje de muertes violentas fue entre el 10% y el 20% en el Neolítico, entre el 2% y el 5% en imperios clásicos como el romano o los persas, y del 1%-2% en el siglo XX.
Primera Cruzada, 1096-1099.
Karen Armstrong, en sus Campos de sangre, transcribe que “mataron a todos los turcos y sarracenos que encontraron”. Los mataron a todos, hombres y mujeres. La sangre corría por las calles. Se reunió a los judíos en la sinagoga y se les pasó por la espada, y unos diez mil musulmanes que buscaron la salvación en el santuario en el Haram-al-Sharif fueron brutalmente masacrados. “Se veían montañas de cabezas, manos y pies: la sangre llegaba a las rodillas. De hecho, que el lugar estuviera empapado por la sangre de los infieles constituía el justo y espléndido juicio de Dios”.
Estos porcentajes se han corroborado desde otro enfoque muy distinto. El grupo de José María Gómez, de la Universidad de Granada, revisó los datos de violencia letal en mamíferos y su legado filogenético hasta nuestra especie. Calcularon que el porcentaje de muertes en Homo causadas por violencia entre individuos está en el 2%, con un descenso paulatino hasta la actualidad, como propone Morris.
La violencia es el producto de la evolución de mecanismos que ayudaban a nuestros antepasados a conseguir recursos para la supervivencia y la reproducción. Así, sus genes, violentos, pasaban a las siguientes generaciones. Contaba Napoleon Chagnes que, entre los yanomamis del Amazonas, uno de cada cuatro muere violentamente, y dos de cada cinco participan en al menos un homicidio. Y los asesinos, los que matan, tienen tres veces más hijos que los que no lo hacen. Fue así durante millones de años, y pretender que desaparezcan sin más y sin mucho esfuerzo es una ilusión.
Matanza de los indios pequot, 1637
Lo cuenta William Bradford y lo transcribe Karen Armstrong: “Quienes escaparon al fuego perecieron por la espada; algunos fueron despedazados, y muy pocos escaparon. En aquella ocasión mataron a unos cuatrocientos. Verlos quemarse en el fuego era una terrible visión, y los ríos de sangre enfriándose, y era horrible el hedor, pero la victoria parecía un dulce sacrificio, y se ofrecieron plegarias a Dios, que tan maravillosamente se había portado con ellos”.
La violencia puede ser una necesidad para defendernos a nosotros mismos, a los más cercanos, a nuestro grupo o a otros individuos que consideremos débiles y oprimidos. Si eliminamos la violencia, algunos opinan que dejamos de lado nuestros mecanismos de defensa contra aquellos que clasificamos como criminales, opresores o genocidas. Siempre hay quien está dispuesto a atacar a los buenos, a los débiles, a los pacíficos, en otra de las conductas humanas típicas y habituales. Incluso si se controla la violencia, siempre habrá violentos que deban controlarla y, antes o después, volverán esa violencia contra quienes dicen que defienden. Así, desde la evolución ganarán pues tendrán más recursos para sobrevivir y para reproducirse. Opino que, como ven, solo hay dos alternativas: o eliminamos la violencia o no hacemos nada. Y todavía, ni como especie ni como cultura, hemos encontrado un camino aceptable contra la violencia entre humanos.
Rebelión en La Vendée, 1793-1796
Nos lo cuenta Karen Armstrong:
“Atravesad con las bayonetas a todos los que encontréis en vuestro camino. Sé que puede haber algunos patriotas en la región: no importa, hemos de sacrificarlos a todos”. “Todos los bandidos en posesión de armas o sospechosos de haberlas poseído serán pasados por la bayoneta. Actuaremos igual con mujeres, muchachas y niños … no se perdonará a los sospechosos. La Vendée ya no existe. Siguiendo las órdenes que he recibido, he aplastado a niños bajo las pezuñas de nuestros caballos, y masacrado a mujeres … Los caminos están atestados de cadáveres”.
La Revolución Francesa asesinó a doscientas cincuenta mil personas.
Hay, sin embargo, un camino para atenuar la violencia, por lo menos cierto tipo de violencia. En general, en los países desarrollados hay menos violencia, menos asesinatos y menos delitos. Por lo menos en muchos países y culturas aunque, es evidente, no en todos los países ricos. No olvidemos Estados Unidos, con su escaso control de armas y la pena de muerte, Rusia en Chechenia, China y sus ejecuciones o Brasil y Filipinas y la violencia mafiosa e institucional o la destrucción de tribus en el Amazonas.
Es evidente que se ha conseguido mitigar el uso de la violencia porque la riqueza de algunos países permite que todos los miembros del grupo reciban suficientes recursos para sobrevivir y reproducirse y, por tanto, a atenuar sus impulsos evolutivos como especie. Además, en estas sociedades, más grandes y pacíficas hacia adentro, hay educación para el control de las conductas violentas, aunque, en realidad, no sea contra la violencia en sí. Por ejemplo, son estos países ricos los que tienen los ejércitos más potentes y con armamento más mortífero y personal entrenado más letal. Disminuye la violencia en el interior de sus sociedades pero, hacia el exterior, está institucionalizada y produce muchas muertes. Estos grandes estados tienen las armas nucleares y algunos todavía mantienen la pena de muerte. Lo que ocurre con la guerra, sobre todo con las guerras mundiales del siglo XX, ha provocado que algunos investigadores nieguen que la violencia haya disminuido. Es un debate todavía abierto. Quizá la tasa de muertes ha disminuido pero es indudable que, llegado el caso, son igualmente violentos los que viven en pequeños grupos como los que pertenecen a grandes estados.
Ejecución en Roma, 1844, El Conde Montecristo
Alejandro Dumas describe una ejecución en la Plaza del Popolo de Roma:
“El condenado intentó levantarse, pero antes de que le diera tiempo, la maza se abatió sobre su sien izquierda; se oyó un ruido sordo y velado, el ajusticiado cayó como un buey, con la cara pegada al suelo, después de un contragolpe, se dio la vuelta sobre la espalda. Entonces el verdugo dejó caer la maza, sacó el cuchillo del cinturón, y de un solo tajo le abrió la garganta, y, subido sobre el vientre del condenado, se puso a aprisionarle con los pies. A cada presión, un surtidor de sangre salía del cuello”.
Y, para terminar, hay que corregir la idea equivocada de que unos mecanismos psicológicos evolucionados, como los que son la base de la violencia, implican, sin más, un determinismo biológico. Según Steven Pinker, cinco serían las conductas que llevan a la violencia: depredación, dominación, venganza, sadismo e ideología.
Como decía Reyes Calderón, quien mata no son los genes, son los asesinos. Nuestra especie siempre tiene capacidad de elegir, sobre todo si a los individuos se les educa para hacerlo. Los genes reaccionan cuando son estimulados por la información externa adecuada. En el caso de la violencia, utilizarla de manera habitual es enormemente costoso, tanto para quien la usa como para quien la sufre, y, desde la evolución, se ha seleccionado que solo se active con estímulos muy concretos y específicos. Y, de nuevo Steven Pinker, hay cuatro conductas que moderan la violencia: compasión, autocontrol, moralidad y razonamiento.
En el Amazonas, a principios del siglo XX.
El periodista y viajero estadounidense Fritz W. Up de Graff nos cuenta:
“La victoria es para los indios del Alto Amazonas la señal para dar principio al más odioso e importante de todos sus ritos … Habiendo dejado el enemigo tras de sí los muertos y moribundos los vencedores avanzaban para apoderarse de los despojos más preciados de la batalla, las cabezas. Con hachas de piedra, machetes de madera de chonta y conchas afiladas en la arena, iban de un cadáver a otro cortando y reuniendo sus horrendos emblemas de victoria … Yo mismo tuve ocasión de presencias la suerte de una mujer huambisa que cayó al suelo herida por tres lanzas … Los aguarunas, ansiosos por cortar su cabeza, empezaron la obra cuando la infeliz estaba aún viva, aunque incapaz de defenderse. Mientras uno le retorcía la cabeza, otro la sujetaba en tierra y un tercero empezó a darle tajos en el cuello con su hacha de piedra. Por último, me llamaron para que les prestara mi machete, arma mucho más a propósito para ejecutar la operación empezada … Cualquier intervención por mi parte hubiera equivalido a un suicidio”.
No podemos justificar la violencia actual porque sirvió como adaptación y por selección natural a nuestros antepasados. Ya he mencionado que una explicación evolutiva de la violencia no implica que sea inevitable o imposible de prevenir. Comprender las causas de la violencia y de los asesinatos no implica que sea deseable, inevitable o que no deba ser erradicada. El estudio de la violencia desde una perspectiva evolutiva, analizar los contextos en que aparece, y los estímulos que la provocan puede llevarnos a conocer mejor los mecanismos que llevan a la violencia, lo que nos colocará en una posición mejor para controlar la activación de esos mecanismos.
Acabemos. Somos lo que somos y aceptamos que venimos, aunque haya todavía quien lo dude, de ancestros del grupo de los primates. Nuestros pies y el andar bípedo, nuestras manos y su capacidad de, nunca mejor dicho, manipulación, el cerebro, nuestros estómago y nuestro hígado y nuestra digestión, los riñones y el pene o la vagina, los ojos y las orejas, hasta el pelo, si algo queda, son el resultado de la selección natural y de la evolución y, todo ello, lo encontramos en los primates. Todo lo aceptamos excepto, para muchos, que nuestra psicología, el pensamiento, las emociones y las conductas tengan el mismo origen. Incluso se puede decir que aceptamos el cerebro pero en absoluto aceptamos las funciones de ese cerebro, o sea, lo que hace. Entre lo que no aceptamos es que la violencia también sea el resultado de los procesos evolutivos.
Somos unos 10 millones de especies en el planeta, y quizá muchos cientos de millones en la historia de la vida, y todas las especies, lo aceptamos, son consecuencia de la evolución. Todas menos, para muchos, nuestra mente. Es un hecho extraordinario afirmar que nuestra mente no es resultado de la evolución. Es el único caso. Y como se les exige a los que practican las pseudociencias, una afirmación extraordinaria debe ser probada con un experimento extraordinario. Es lo que debemos exigir, lo que exijo, a los que defienden la extraordinaria exclusividad de la mente humana. Adelante con ello. Mientras tanto, aprendamos de la violencia para conocernos mejor.
Ordizia, 1986: Yoyes y Kubati en la Plaza Nueva
El 10 de septiembre de ese año, Yoyes paseaba por la Plaza Nueva de su pueblo, Ordizia, con su hijo de tres años, Akaitz. Se acercan dos hombres. Uno de ellos, José Miguel Latasa, “Fermín”, la señala: “Es Yoyes”. El segundo, José Antonio López Ruiz, “Kubati”, le pregunta: “¿Eres Yoyes?”. A la respuesta afirmativa, dice “¿Sabes quién soy?”. “No”.- responde Yoyes. “Soy militante de ETA y vengo a ejecutarte”. Suenan dos tiros, Yoyes cae al suelo, y otro tiro más en la cabeza para rematarla. El hijo, Akaitz, le grita poco después a su abuela: “Abuela, dos hombres la han matado”.
El 21 de septiembre de 1994, en el diario Egin aparece una carta de Kubati:
“¡Cómo os gustaría que al que acusáis de matar a Yoyes os fuera pidiendo perdón de rodillas! No os preocupéis … que nunca pediré salir de la cárcel si antes tengo que hacerme merecedor de vuestro perdón y/o renunciar a mis ideas … Me despido de todos vosotros con desprecio y con el deseo esperanzador de que algún día, al poner la radio, oiga por ella una buena noticia que me alegre el día .. Por todo ello, y por mucho más: os odio”.
Guerra de Iraq: a principios de los noventa
Lo cuenta Tim Kelsey en el Independent on Sunday: un oficial iraquí dijo a sus padres que iban a liberar a su hijo y ”estaban llenos de alegría, cocinaron exquisiteces, y cuando oyeron que se aproximaban coches fueron a la puerta. Cuando sacaron del coche a Ahmad Quazabard, los padres vieron que le habían extirpado las orejas, la nariz y los genitales. Salió del coche con los ojos en las manos. Luego los iraquíes le dispararon, una bala de lleno en el estómago y otra en la cabeza, y dijeron a la madre que se cuidara de no mover el cadáver durante tres días”.
Bosnia, en diciembre de 1992
Lo cuentan José Antonio Marina y Javier Rambaud, según una noticia del 13 de diciembre de 1992 en el New York Times:
“En Bosnia, unos soldados detienen a una muchacha con su hijo. La llevan al centro del salón. Le ordenan que se desnude. Puso el bebé en el suelo, a su lado. Cuatro chetniks la violaron. Ella miraba en silencio a su hijo, que lloraba. Cuando terminó la violación, la joven preguntó si podía amamantar al bebé. Entonces, un chetnik decapitó al niño con un cuchillo y dio la cabeza ensangrentada a la madre. La pobre mujer gritó. La sacaron del edificio y no se la volvió a ver más”.
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Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.
Valtid
Después de más de 3 años siguiendo esta serie de entradas he de dar las gracias por cada una de ellas, han sido siempre fantásticas de leer (por muy turbios que hayan sido a veces los temas tratados), entretenidas y han dejado una reflexión final extraordinaria.
Masgüel
«Todo lo aceptamos excepto, para muchos, que nuestra psicología, el pensamiento, las emociones y las conductas tengan el mismo origen. Incluso se puede decir que aceptamos el cerebro pero en absoluto aceptamos las funciones de ese cerebro, o sea, lo que hace.(…) Todas menos, para muchos, nuestra mente. Es un hecho extraordinario afirmar que nuestra mente no es resultado de la evolución. Es el único caso. Y como se les exige a los que practican las pseudociencias, una afirmación extraordinaria debe ser probada con un experimento extraordinario. Es lo que debemos exigir, lo que exijo, a los que defienden la extraordinaria exclusividad de la mente humana.»
Ahora resulta que son sus críticos y no los defensores de la psicología evolucionista quienes tienen que presentar pruebas de sus afirmaciones. Eso sí sería una excepción entre las disciplinas científicas. “Todos los pájaros vuelan moviendo las alas con los músculos pectorales. Los aviones también vuelan, pero algunos afirman que no lo hacen moviendo las alas con los músculos pectorales. Tendrán que presentar pruebas quienes afirmen una excepción semejante.” Tu argumento es idéntico. Hasta la fecha todo lo que ofrece la psicología evolucionista es mera especulación (con excepción del descubrimiento del síndrome de domesticación, que cabe entender como un caso de psicología evolucionista, aunque no se produjo en el seno de esa disciplina).
Porque de lo que se trata es de entender qué es la mente. El problema de la PE, como de la sociobiología, es su reduccionismo. La mente no es SOLO un conjunto de mecanismos funcionales modulares, mera traducción de genotipo a fenotipo, producidos por la selección natural. Parte de nuestra mente es eso, claro, pero solo parte. Porque lo característico de nuestra especie, su excepcionalidad, es el grado extremo en que se ha vuelto cultural. Hasta el punto que nuestro cerebro ha llegado a ser como es porque un niño al nacer tiene que ser capaz de aprender los laberintos de una cultura (la que le toque en suerte). La práctica totalidad de nuestros contenidos mentales son culturales y cuando son expresión de mecanismos funcionales innatos, también están modulados por una cultura concreta. No digo más sobre esto porque también querría apuntar algo sobre la violencia.
La distinción de Richard Wrangham me parece pertinente. La violencia reactiva, fruto del enfado momentáneo, es idéntica en nuestra especie a la del chimpancé, pero muy atenuada por la domesticación. La violencia proactiva, calculada (it’s not personal, it’s just business), es entéramente cultural. Y no olvidemos que la pretensión de reducirla, que comparto, también es una preferencia cultural.
“Orwell nos ayuda a ver que sencillamente ocurrió que el poder europeo pasó a manos de personas que sentían conmiseración por el humillado y soñaban con la igualdad humana, y que puede sencillamente ocurrir que al final el mundo sea dominado por personas que carecen de tales sentimientos o de tales ideas. La socialización -repitámoslo- se derrumba permanentemente, y quién logre realizarla es algo que a menudo depende de quién mata primero a quién. El triunfo del colectivismo oligárquico, si llega a producirse, no se producirá porque los hombres sean esencialmente malos, o no sean realmente hermanos, o realmente no tengan derechos naturales, tal como el cristianismo y el liberalismo político no han triunfado (en la medida en que lo han hecho) porque los hombres sean esencialmente buenos, o sean en realidad hermanos, o realmente tengan derechos naturales. (…) El que pudiera considerar un grave error el hallar diversión en ver a seres humanos ser despedazados por animales, constituyó una vez una contingencia histórica tan inverosímil como el colectivismo oligárquico de O’Brien. Lo que Orwell nos ayuda a ver es que puede haber ocurrido sencillamente que Europa empezase a apreciar los sentimientos de benevolencia y la idea de una humanidad común, y que puede ocurrir sencillamente que el mundo termine por ser dominado por personas que carecen enteramente de sentimientos o de una ética semejantes.”
Contingencia, ironía y solidaridad. – R. Rorty.
Disculpa el ladrillo.
Rawandi
«nuestros contenidos mentales son culturales y cuando son expresión de mecanismos funcionales innatos, también están modulados por una cultura concreta.»
No creo que ni Eduardo Angulo ni Steven Pinker nieguen eso.
Nuestra mente es «extremadamente cultural», de acuerdo, pero no por ello deja de ser «resultado de la evolución».
Masgüel
Lo que es resultado de la evolución es la capacidad de tener una mente. En la mayoría de especies animales, sin cultura acumulativa, sin capacidad para aprender nuevas conductas y contenidos mentales, la mente de cada individuo es un ejemplar casi idéntico al de cualquier otro de su especie. En las especies culturales y sobre todo en la nuestra, esto no sucede. La mente no es solo la capacidad de tener mente, sino sus contenidos concretos. No es la evolución de la especie, sino el aprendizaje de una cultura y las vivencias de cada sujeto, lo que crea cada mente humana, que es única y distinta, de otras especies y para cada cual.
Rawandi
Cuando Pinker se alegra por lo mucho que ha mejorado la humanidad en todos los ámbitos (esperanza de vida, alfabetización, derechos humanos, etc.) desde la Ilustración para acá es evidente que no está hablando de un cambio genético sino de un cambio cultural. Pinker es plenamente consciente de la importancia del «aprendizaje» en los homininos.
Masgüel
Que Pinker sea uno de los defensores de la PE no significa que todo lo que diga es PE.
Cuando sí lo hace, por ejemplo siguiendo a Chomsky en su concepción del lenguaje, mete la pata hasta la ingle.
Y aquí me bajo.