Longitudes de onda de alrededor de 1 m; frecuencias del orden de 108 Hz
Las ondas con frecuencias de 108 Hz no se reflejan en las capas cargadas de la parte alta de la atmósfera conocidas como ionosfera. Por contra, las señales enviadas en estas frecuencias viajan prácticamente en línea recta llegando al espacio. De ahí que estas ondas electromagnéticas se usen en la comunicación con los satélites artificiales. Pero siguen viajando indefinidamente, por ello Carl Sagan consideró la posibilidad de que el discurso de inauguración de las Olimpiadas de Berlín de 1936 de Adolf Hitler, retransmitido por televisión en este rango de frecuencias, hubiese sido recibido por alienígenas.
Pero, sin la capacidad de reflejarse en la ionosfera como las ondas de radio, las señales de televisión no pueden recibirse directamente entre puntos que disten más de 80 km, aunque no haya montañas de por medio. Por eso la televisión moderna emplea satélites como repetidores de la señal, que la reenvían bien a un particular equipado con una antena parabólica o bien a una empresa de telecomunicaciones que después envía la señal a los hogares bien a través de una red de repetidores, bien vía cable.
En la televisión se transmiten tanto el sonido como la imagen desglosada en tres colores primarios, empleando para ello tanto la modulación de amplitud como la de frecuencia (véase Ondas de radio). La frecuencia de la onda se cambia de tal manera que se convierte en un análogo del sonido, mientras que la imagen se transmite modulando la amplitud. Este tipo de transmisión se conoce como onda análoga.
La televisión basada en ondas análogas, televisión analógica, se está viendo reemplazada por la televisión digital (con el adjetivo “terrestre”, TDT, si usa repetidores en tierra). En la televisión digital la onda análoga se aproxima mediante una serie de ceros y unos que se convierten en pulsos electromagnéticos y que se comprimen por el emisor, se transmiten al receptor, que los descomprime y reconvierte en ondas de luz y sonido continuas.
Las señales con longitudes de onda de solo un 1 m no se difractan demasiado por los objetos que tengan dimensiones de varios metros, como coches, barcos o aviones. Por eso las partes reflejadas de la señales que van de 1 m a 1 mm pueden usarse para detectar dichos objetos a distancia. De hecho, la interferencia entre las ondas directas y las reflejadas por los aviones pueden distorsionar la imagen de televisión considerablemente.
Pero si la señal se emite en forma de pulsos, el tiempo entre la emisión de un pulso y la recepción de su eco, no solo sirve para detectar un objeto distante, sino que además permite medir fácilmente la distancia a la que se encuentra el objeto que origina la reflexión. Esta técnica pasó a llamarse detección y medición de distancia por radio o, en inglés, radio detection and ranging, radar para abreviar.
Usando la reflexión de un haz electromagnético emitido en forma de pulsos, la técnica del radar permitía determinar la distancia y la dirección (por mediciones repetidas) de un objeto, especialmente una aeronave. Esto es muy útil en los aeropuertos, pero su primer uso importante fue para alertar a los pilotos de los cazabombarderos de la RAF británica de que se aproximaban bombarderos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, en el intento de Hitler de arrasar Londres.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance
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