Un año antes de la observación de Joule, Julius Robert Mayer, un médico alemán, también había propuesto una ley general de conservación de la energía. Mayer no había hecho experimentos cuantitativos; pero había observado procesos corporales que implicaban calor y respiración. También había utilizado los datos publicados por otros científicos sobre las propiedades térmicas del aire para calcular el equivalente mecánico del calor, obteniendo aproximadamente el mismo valor que había obtenido Joule.
Mayer pertenecía a la escuela filosófica alemana ahora conocida como Naturphilosophie o «filosofía de la naturaleza.» Esta escuela, relacionada con el movimiento romántico, floreció a finales del XVIII y principios del XIX. Según la Naturphilosophie, los diversos fenómenos y fuerzas de la naturaleza -como la gravedad, la electricidad y el magnetismo- no están en realidad separadas unas de otras, sino que son manifestaciones de alguna fuerza natural «básica» unificadora. Esta filosofía por lo tanto alentó los experimentos que buscaban esa fuerza subyacente y las conexiones entre las diversas clases de fuerzas observadas en la naturaleza.
Los pensadores más influyentes de la Naturphilosophie fueron Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling. Ninguno de estos hombres fue lo que hoy llamaríamos un científico, aunque Goethe escribió extensamente sobre geología y botánica, y desarrolló una teoría de colores que difería de la de Newton. Goethe se considera generalmente el más importante poeta y dramaturgo en lengua alemana, mientras que Schelling era un filósofo. Ambos hombres tuvieron gran influencia en la generación de científicos europeos educados en las primeras décadas del siglo XIX.
Los filósofos de la naturaleza estuvieron estrechamente asociados con el movimiento romántico en la literatura, el arte y la música y los románticos protestaron contra la idea del Universo como una gran máquina, la «máquina del mundo newtoniana». Esta idea les parecía moralmente vacía y artísticamente inútil (véase a este respecto Anticiencia: La unidad perdida). Se negaron a creer que la riqueza de los fenómenos naturales, incluyendo el intelecto humano, las emociones y las esperanzas, pudieran entenderse como el resultado de los movimientos de las partículas; por cierto, una opinión que en realidad casi ningún científico ni hace hoy ni hacía entonces, ni la defiende hoy ni la defendía entonces (aunque siempre hay algún vaquesfericista, esto es, aquel que tiende a la sobresimplificación de tratar a la vaca como una esfera).
Un punto muy importante del ideario de la Naturphilosophie decía que la naturaleza podía ser entendida como es en realidad solo por observación directa, o «experiencia». Pero no nos confundamos, no querían decir lo que nosotros entendemos ahora por observación. Para ellos no se debían usar aparatos «artificiales», sólo los sentidos, los sentimientos e las intuiciones. Para Goethe, el objetivo de su filosofía era «descubrir la fuerza más íntima que ata al mundo y guía su curso». Si el lector encuentra un parecido extraordinario con las pseudociencias no se extrañe, al final es lo mismo.
Aunque su énfasis en la unidad de la naturaleza llevó a los seguidores de la Naturphilosophie a algunas ideas muy útiles -como el concepto general de la conservación de la energía-, su prejuicio romántico y anticientífico hizo que fuese disminuyendo su influencia conforme se acumulaban los éxitos de la ciencia. Pasado la mitad del siglo XIX, los científicos que antes habían reconocido su influencia, incluyendo Mayer, ahora se oponían furibundamente. De hecho, la oposición de algunos científicos dudaron alrincipio de la ley de conservación de la energía simplemente por su desconfianza en la Naturphilosophie. Y es que los científicos son personas que, como todas las personas, no piensan en un vacío intelectualmente aséptico, aunque a muchos les cueste reconocer la influencia que las ideas de su tiempo tienen en uno u otro sentido en sus argumentaciones. Por ejemplo, William Barton Rogers, fundador del Instituto de Tecnología de Massachusetts, escribió en 1858:
Me parece que muchos de los que están discutiendo esta cuestión de la conservación de la fuerza [ahora diríamos energía] se están hundiendo en la niebla del misticismo.
Sin embargo, la ley fue aplicada tan rápidamente y con tanto éxito en las ciencias físicas que sus orígenes filosóficos pronto fueron olvidados. Sin embargo, este episodio es un recordatorio de que, si bien en el trabajo diario cotidiano de los científicos físicos, el experimento y la teoría matemática son las guías habituales, para conseguir un avance realmente importante en ciencia, la especulación filosófica también puede desempeñar un papel importante. Los trabajos de Albert Einstein y Niels Bohr, entre otros muchos, son magníficos ejemplos de ello.
Sobre el autor: César Tomé López es divulgador científico y editor de Mapping Ignorance